Ángel Caído (One Shot/Ragoney)

Ángel Caído.

Avisos: Sexo explícito

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El beat suena desde detrás de la puerta.

Bum, bum, bum, bum...

Respira profundo enfundado en un tejano negro y una camisa transparente del mismo color que le hace de doble piel. Se acaricia el muslo frente a la puerta del local, arañando la fina tela y relame sus labios. Le ha cogido el gusto a esas fiestas, se gusta en ellas.
Se mira en el reflejo del metal de la mirilla y se muerde el labio coqueto, la sombra negra de sus ojos enmarca su mirada felina, siente un pinchazo en la entrepierna. Jadea.

Golpea la puerta con los nudillos y espera paciente hasta que se abre la rendija superior, dejando asomar unos labios que preguntan con voz sexy.

– Pedid y se os dará.

Agoney traga y se acaricia el vientre.

– Hazme saber tu deseo y se hará. – Responde seguro y sensual.

El cerrojo tras la puerta suena al abrirse así como lo hacen las bisagras del portón que se aparta ante él para dejarle paso.

– ¿Los papeles?

Agoney mira profundo a la persona que le habla.
Es seria, solo desempeña su trabajo.
Con tranquilidad, el moreno, desbloquea su teléfono móvil y le muestra los resultados negativos de unos análisis realizados dos días atrás.

>> ¿Ya sabes como funciona?

Agoney asiente.

>> Disfruta pues. – Le invita a pasar con un gesto con el brazo.

Agoney camina lento por el pasillo eterno y bañado en luz azul petróleo y neón, contonea sus caderas con pasos firmes sobre sus botas negras y escucha su respiración escapársele del pecho. Se siente poderoso.
Alarga el brazo hacia delante y cuela sus dedos en la tela negra y pesada, apartándola para abrirse paso, ondula su cuerpo y agacha la cabeza evitando rozar sus rizos con la tela. Cruza el umbral al deseo y se impregna del aura y la música. Se siente parte de eso, le excita, se pone.

Ojea con la mirada oscura el local, revisa cada rincón y escucha cada jadeo, mira y camina. Nadie diría de él que se siente completo en ese espacio pero desde aquella primera vez tan alucinante, ha encontrado en ese ambiente la chispa de emoción que le faltaba a su vida, entendiendo que le gusta ser centro de atención y sentirse deseado, devorado por ojos y manos extraños, es una adrenalina que no sabe explicar pero que siente vibrar en su interior.

Se acerca a la barra, dejándose acariciar y oler a su paso hasta ella, el olor a sexo y el calor que desprenden los cuerpos que le rodean le hacen tragarse un gemido y morder fuerte su labio inferior, respirando hondo. Le enciende sentir el deseo con el que se le da la bienvenida entre tanto desconocido.

– Un Black Russian – Pide al camarero.

Agoney se recuesta sobre la barra con el vaso corto y grueso entre sus dedos en cuanto se lo sirven, tintinea los hielos y bebe, degustando la fina mezcla de dos partes de vodka y una de licor de café, bien agitado, resbalando por su garganta.

Exhala.

Observa el espacio mientras decide si algo de lo que ve le interesa; casi nunca termina follando con nadie, realmente no es lo que busca aunque si haya tenido sexo desenfrenado en alguna ocasión pero ahí también se va a mirar y a que te miren y en ese aspecto él es el rey.
El ambiente se caldea y Agoney nota la presión en sus pantalones de una semi erección que comienza a latir bajo su ropa, se re coloca la prenda, aliviando su entrepierna, y sigue observando y decidiendo qué hacer. Descarta el salón rojo de enfrente, le atrae pero ha visto salir de alli a un chico de cuerpo de infarto con marcas que no quiere experimentar, no hoy. Continúa con el barrido y descarta las cortinas moradas de la izquierda, los disfraces y las máscaras de animales de peluche nunca le han llamado la atención. Sigue mirando y bebiendo de su copa hasta que repara en la puerta dorada del fondo a la derecha, la más alejada a su posición, se decide, aprieta el vaso con los dedos y se levanta del taburete, dirigiéndose hacia allí. En el camino, se cruza con una mujer rubia y de piel dorada, vestida solo con unas alas blancas, desnuda, le sonríe y le acaricia el pecho con sus uñas de gel perfectamente decoradas.