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↻┇ Tomoki Miyoshi


⠀Encontrar trabajo en un lugar tan recóndito y poco habitado como Rastach Chili, no era tarea sencilla para ningún joven

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⠀Encontrar trabajo en un lugar tan recóndito y poco habitado como Rastach Chili, no era tarea sencilla para ningún joven. El pequeño pueblito a las afueras de Wells, que ya de por sí era la ciudad más pequeña de Inglaterra, contaba con una única escuela básica y secundaria, una universidad y una técnica. Pero al menos podías estudiar, ¿no? Eso estaba bien, el problema venía después de tener un título enmarcado en la pared: era el momento de iniciar la vida laboral.

Los que escogían estudiar Medicina terminaban en el diminuto hospital cerca de la plaza. Los periodistas podían optar por trabajar en el periódico. Si te graduabas como arquitecto, o constructor, o algo relacionado a ese campo, quizá emprendieras un proyecto para arreglar los desperfectos de las casas, o presentaras tu currículo a la empresa de inmuebles y te tuvieran en cuenta para la edificación de algún edificio.

La mayoría de los estudiantes recién graduados, sin embargo, acababan echando suertes para ver quién conseguía primero un puesto de dependiente en el supermercado más grande que conocían, uno de dos plantas completas, eso era mucho por allí.

«Pueblo pequeño, infierno grande», solía protestar la difunta abuela de Sandra. No había secreto que pudiera ocultarse, ni rumor que no recorriera cada cuadra. Cuando la empresa de seguros Holland Care decidió abrir una sucursal en Rastach Chili y la pelirroja, que resultó título de oro en su promoción, consiguió el único puesto de economista que estaban ofreciendo, nuestra protagonista se convirtió en la comidilla del barrio.

«Seguro se padre usó el dinero de la herencia para meterla ahí», cuchicheaban. «¿De qué iban a cogerla a ella cuando mi hija es mucho más linda?»

Así fue los primeros meses, y los siguientes. Ni siquiera cuando ya iban cinco años desde aquello, la gente olvidaba que Sandra Isyl había conseguido quedarse con la mejor oportunidad laboral en la última década. Y cuando la despidieron no fue porque no hiciera bien su trabajo, ni porque hubiera un recorte de plantilla sorpresa o no les alcanzara el dinero para mantener su puesto. La verdadera razón tenía veintidós años, un rostro angelical y llevaba el mismo apellido que estaba enmarcado en el nombre de la empresa.

Claro que nadie admitiría que Sandra se había convertido en una excelente profesional y que su rendimiento no era causa del despedido. Los pueblerinos que quedaban preferían articular que la habían pillado robándoles el dinero, o que intentó seducir al jefe (quien felizmente casado la hubiera rechazado y echado de la empresa), incluso se atrevían a suponer que estaba embarazada otra vez y que (al fin, como toda madre dedicada y responsable debía ser) iba a cuidar a sus hijos a tiempo completo.

Pero Sandra no pretendía ser protagonista de «Pretty Woman», ni iba a tener su segundo hijo ni mucho menos. Ella solo estaba despedida, desempleada, al borde del colapso y con dos bocas que mantener.

一Sabes que puedes quedarte en mi casa, ¿verdad?

一Lo sé, lo sé, pero no dejé esta casa hace tantos años para regresar en la primera de cambio.

一Es tu casa también.

一También lo sé, pero ya tomé esta decisión.

El señor Isyl, un hombre recto y poco risueño, de porte frío pero elegante, con pocas canas revueltas entre el cabello rubio oscurecido con los años; abrazó a su hija.

一El tren sale en una hora, papá, tengo que irme.

Sandra cogió sus dos únicas maletas y Alfonso la ayudó con las demás para juntos subirlas al taxi que la llevaría a la estación. El hombre se despidió también de su nieta, Elizabeth, quien estaba aún adormilada por lo temprano que era.

一Hija.

一Sí, sí. Te llamo en cuanto estemos allí.

一Claro, pero no quería decirte eso.

一Habla rápido, papá, el taxímetro corre.

一¿Qué hago si él vuelve?

Aquellas palabras tomaron por sorpresa a la pelirroja. Se olvidó del corredor del taxi por casi dos minutos que estuvo en silencio. ¿Qué hacer si él volvía? Já.

一Tranquilo papá, él no va a volver.

{...}

Elizabeth se despertó en el regazo de su madre unos veinte minutos después de empezar el viaje. El taxi había estacionado en el parking de la estación y empezaron a bajar sus maletas. La pequeña, ajena a ayudar a cargar cualquier cosa que no fuera su pequeña maleta de Pocahontas, se ensimismaba viendo los trenes llegar y partir, máquinas tan grandes y poderosas a su percepción.

一¿Ese es el nuestro? 一Señaló un Jouef, punteagudo y hermoso, que llegaba a puerto.

一No, todavía faltan diez minutos.

一Pero quiero subirme en ese. ¿Viste lo grande que es?

一Nos montaremos en uno más grande y lindo, ya verás.

一¿Puedo jugar en tu teléfono mientran tanto, mamá?

一Toma 一Sandra sacó su móvil del bolso y puso el juego favorito de la niña一, pero no te entretengas mucho que ya casi nos vamos.

Elizabeth movía sus pequeños deditos por la pantalla. Siete años tenía, aunque parecía mayor. No por su aspecto físico 一delgada, pelirroja como su madre pero con menos pecas, de ojos azul verdosos y el tamaño de una pulga一 sino por su forma de pensar. Ely nació con el don de la inteligencia, pero no académica, desde luego, porque le costaba más sacar cálculos que cualquier otra cosa; ella tenía esta perspicacia que la hacía adelantarse a los acontecimientos. Comprendía las emociones de los demás demasiado bien para su corta edad, y se planteaba preguntas que ningún niño haría.

El ojito derecho de Sandra era su mayor tesoro, de lo que estaba más orgullosa. Si bien no fue fácil tenerla y criarla en sus primeros instantes de vida, fue la mejor sorpresa que pudo tener alguna vez. Y era precisamente ella el motivo por el que decidió emprender ese viaje.

Sandra no quería para su hija lo mismo que le tocó a ella: un pueblo de amargados que no pueden alegrarse por la dicha de los otros, donde no tienes privacidad ni oportunidades de superación. Quería un ambiente acogedor, agradable, idílico para que se desarrollara plenamente y arrazara con el mundo. Porque sabía que Ely iba a ser la mejor en lo que se propusiera. Así que ser echada de Holland Care fue el empujón que necesitaba para dejar atrás su antigua vida.

El destino escogido fue Fornax City, al otro lado del país, que tampoco era tan grande pero hasta el mundo abierto de los Sims tenía más habitantes que Rastach Chili. No eligió ese lugar por ningún motivo, sin embargo. Había algo que tenía años queriendo hacer, una galería de arte que necesitaba revisar con sus propios ojos. Eso y que los alquileres eran bastante más baratos que en otro lugar.

El tren llegó a la estación a la hora acordada.

Sandra echó un último vistazo a su pasado antes de subirse al futuro.

¡Primer capítulo de esta nueva edición! Espero que les haya gustado, un besazo ♡

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