Recosté mi espalda contra la blanca baldosa y me deje caer en la tapa del váter, mis piernas quedaron sobre la puerta del cubículo, según yo, nadie se daría cuenta que era yo quién estaba allí y de alguna manera podría almorzar tranquila. Comí mi almuerzo mientras leía mi libro favorito.
Sentí la puerta del baño abrirse y risas llenar el espacio vacío. De forma rápida guarde mis cosas y abrace mi mochila. Escuché como hablaban y reían. Trate de no hacer ningún ruido pero fue imposible cuando mi libro se resbalo de la mochila semi-cerrada y salió disparado por el espacio de abajo de la puerta. Me insulté mentalmente por ser tan torpe. Las risas frenaron y vi como una mano levantaba mi libro.
De un brinco me paré y abrí la puerta del cubículo. Rápidamente mi vista choco contra una cabellera corta y rubia. Gwen Evans. Solíamos ser amigas en el secundario. Estiró su brazo con el libro en la mano, lo agarré torpemente y cuando me dispuse a salir sentí como agarró mi muñeca fuertemente para que no avanzara. Hice una mueca y la mire.
-¿Cómo estás Alex?.- Preguntó "preocupada".- Hace mucho que no te veía.
-Estoy bien Gwen. ¿Puedes soltarme? Quiero ir a clase.- Ella suspiró y me soltó.
Avancé prácticamente corriendo. Sin dudas no iría a clase. Me detuve en las gradas de las canchas de fútbol. Trate de recuperar el aire que mis pulmones no recibieron por la rapidez con la que camine. Me deje caer sobre la grada y mire a mi alrededor. Del otro lado puedo ver una figura alta, no por mucho tiempo ya que se dejó caer sobre el asiento casi con la misma pesadez o más que yo. Vi como revolvía su bolsillo y sacaba algunas cosas que por la distancia se me hacía imposible visualizar. Pero, me hice una idea cuando humo salía de él. Aparte la mirada y saque una libreta vieja y me puse a dibujar. Acomodé mis gafas ya que se resbalaban de mi tabique de la nariz y de paso corrí un mechón de cabello que tapaba mi ojo izquierdo. Lo volví a observar mientras intentaba dibujar su alborotado cabello rizado, tracé líneas sin seguir un ritmo muy ordenado. Realmente lleva su cabello largo desordenado. Lamí mi labio en concentración y cuando volví a levantar la mirada ya no estaba allí. ¿A dónde se fue? Traté de memorizar otra característica y seguí pasando la punta de mi lápiz en la hoja hasta que la libreta fue arrancada de mis manos. Pero...
-¿Se puede saber qué estas dibujando rubia?.- Dice con sorna mientras me paro para tratar de sacársela.- Eh... tranquila, simplemente quiero mirar. - Estira su brazo más arriba de su cabeza y comienza a observar el dibujo.
-¡Devuélveme mi libreta! - Grité con las mejillas rojas.- ¿Es que no escuchas?
Me miro unos segundos y arrancó la hoja doblándola y guardándola sin cuidado en el bolsillo de su campera. Soltó humo de lo que al parecer es un cigarro y me miró directamente con su mirada verde demasiado intensa. Imposible que el nerviosismo no apareciera en mi. Se acercó lentamente, traté de apartarme pero mi cuerpo no reaccionaba. Sentí como corrió un mechón de cabello atrás de mi oreja y susurro.
-Cuando quieras dibujarme, avísame preciosa que puedo modelar para vos.- Su voz ronca y sensual me erizo los bellos de la nuca y sentí un escalofrío recorrer mi espalda, como si hubiera tocado un enchufe descalza.
Se marcho dejándome con la boca entreabierta, no dejó que dijera nada, ni siquiera defenderme de su ataque. Igualmente se lo agradezco porque realmente no sabría que excusa inventar, además dudo mucho que alguna palabra saliera de mi, los nervios no me dejaban.
Sin más, agarré mi libreta que se encontraba en el suelo y la guardé en mi mochila, las hojas se arrugaron por el golpe y por el viento que las pasaba una tras otra. Maldito. Coloqué la mochila en mi brazo izquierdo y salí de allí dirigiéndome a las clases restantes.
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Sin remitente.
Ficção AdolescenteJamás pensaron que el arte y una pequeña obsesión los uniría.