Los shorts se deslizaron por mis piernas para, finalmente aterrizar en el suelo de la habitación. Poco más tarde, le siguieron mi camiseta de Marea, mi sujetador de encaje y mi tanga negro recién estrenado. Estaba totalmente expuesta a él y no tenía ningún inconveniente. El torso desnudo y tonificado de aquel hombre acaparaba toda mi atención.
Sus manos separaron suavemente mis piernas, contuve la respiración sabiendo que lo mejor estaba por llegar. Se inclinó hacia delante, su mirada abrasadora atrapó la mía durante unos segundos y sonrió. Su sonrisa provocó un soplo de aire tan cerca de mi centro del placer que un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Su cabeza se hundió entre mis piernas y sus labios acariciaron los míos. Gemí deseando que ese momento no terminara nunca.
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Estaba distraída hojeando el libro que me había dejado Lisa con la esperanza de encontrar algo que me resultara mínimamente interesante cuando noté que alguien se sentaba frente a mí. Levanté la mirada y vi a mi cita de aquel día.
- Veo que la relación con tu cepillo del pelo sigue siendo complicada.
Sonreí, le había echado de menos.
- Pensaba que habías ido en busca de tu gracia, aunque por lo que parece sigue desaparecida.
Pablo soltó una risotada. Cogió el refresco que le había pedido y se puso a mover la pajita en círculos.
- Encontré varios obstáculos en el camino – replicó con una pícara sonrisa.
- Seguro que sí – le correspondí con una mirada de complicidad.
Se aclaró la garganta.
- Bueno, ¿me has echado mucho de menos estas semanas?
La verdad es que sí. Vivir con Pablo era una experiencia bastante... agradable. Echaba de menos las tardes tirados en sofá viendo Netflix, acompañados de una bolsa enorme de patatas, comentando cada escena. Despertarme con el olor a café recién hecho; los ronquidos a través de la pared que usé de excusa para dejar de estudiar por la noche; y su sonrisa somnolienta cada mañana.
- Apenas he notado tu ausencia – mentí.
Una cálida sonrisa se formó en sus labios.
- Yo también te he echado de menos, sobre todo a tus pelos de recién levantada. Son lo mejor de mi día – dijo guiñándome el ojo. Se inclinó hacia delante, apoyando los codos en la mesa - ¿Y qué me he perdido?
Mordisqueé la pajita de mi refresco mientras meditaba un minuto sobre los acontecimientos de las últimas tres semanas.
- Lisa entró finalmente en veterinaria. Sigo un poco sorda por los gritos que pegó cuando le llegó el mensaje de admisión. Por lo que, esa noche, Aurora, Raúl y yo hicimos una fiesta sorpresa de despedida en el piso. Estuvo bastante bien, salvo por la inevitable queja de la vecina de abajo, que ya sabes cómo es; un par de cubatas acabaron en el suelo y un "algo perjudicado" Raúl cantando a todo pulmón "Yo ya no quiero na". – La risa de Pablo, otra cosa que echaba de menos. – Aún sigo intentando borrar esa imagen de mi cabeza – añadí. – Por otro lado, Aurora sigue desapareciendo del mapa cada vez que le surge un nuevo "match", así que es imposible hacer planes a largo plazo con ella. Y Raúl, pese al incidente de la fiesta, no perdió del todo su última pizca de dignidad hasta que, el fin de semana siguiente, con unas copas de más, llamó a Cristina pidiéndole otra oportunidad.
- Fascinante, una pena habérmelo perdido – concluyó Pablo – aunque lo de Raúl era de esperar. No es la primera vez que pasa – hizo una mueca de desaprobación.
- Lo sé – coincidí – pero bueno, hablemos de ti, ¿Qué tal en la casa de tus tíos?
- Bastante bien. Vivir cerca de la playa es la hostia. Por las mañanas salía a correr por la arena y por las noches me acostaba escuchando el balanceo de las olas. Me ha venido muy bien para desconectar y centrarme un poco más en escribir.
Ah, y Pablo además de ser un estudiante de ingeniería adicto a Netflix, es escritor a ratos. Creo que no había mencionado ese detalle.
- Me alegro mucho – sonreí.
En ese momento, sonó un móvil. Tardé un poco en reconocer que era mi tono de un mensaje nuevo. Normalmente lo tenía en silencio. Miré la pantalla iluminada. "Ven, te necesito".
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Sin título
Teen FictionLos shorts se deslizaron por mis piernas para, finalmente aterrizar en el suelo de la habitación. Poco más tarde, le siguieron mi camiseta de Marea, mi sujetador de encaje y mi tanga negro recién estrenado. Estaba totalmente expuesta a él y no tenía...