Parte I

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Hola, mi amor.

Estoy segura de que esto te va a sorprender, y te estarás preguntando a qué se debe esta carta. No te preocupes, que no te voy a decir nada que ya no sepas, así que tranquilo.

Durante toda nuestra vida juntos, vos contaste nuestra historia a tu manera, a prácticamente, todos nuestros conocidos. Ojo, no es que me esté quejando, porque siempre me gustó saber tu perspectiva, y todo lo que tuviste que hacer para que finalmente, yo te dijera que sí.

Desde hace un tiempo, estoy pensando en si debería o no hacerte esta carta, porque a pesar de que vos ya sabés cuánto te amo, necesitaba que lo supieras sin ninguna duda, quería que supieras que siempre te quise, y que te amé desde el momento en que nos conocimos. Quería, que siempre recordaras lo enormemente agradecida que estoy, de tenerte en mi vida como un pilar, como un gran apoyo, como el mejor compañero de vida, que alguien puede elegir. Por lo tanto, decidí que era mi momento de contar nuestra historia de amor, para que sepas, que sin ti, yo hoy no sería tan feliz. Así que preparate, acá voy:

Tengo en mi memoria, bien presente, el día que te conocí. Recuerdo el calor húmedo de aquel verano, en dónde nuestra historia de amor comenzó.

Yo, apenas había cumplido 19 años, y vos los 21.

En ese entonces, yo me encontraba en mi faceta hippie, en donde tenía el pelo súper largo y usaba toda esa ropa llena de colores que, además, me quedaban grandes. Ese día, estaba sentada abajo de la sombra de un árbol, justo enfrente del río, metida a no más dar, en la lectura de un libro. Que poco después, terminó siendo uno de mis favoritos, no solo por la trama, sino también, porque gracias a aquel libro, nos conocimos y hablamos por primera vez.

Recuerdo perfectamente que, aunque estaba tan metida en la lectura, pude notar que a lo lejos, vos me estabas mirando. Yo, por supuesto, hice como si no me daba cuenta, pero de cuando en cuando, también levantaba la vista y te observaba sin que te dieras cuenta. Vos usabas, un pantalón de jean oscuro y una camisa celeste claro, que se asemejaba al color de tus ojos. Unos ojos que por años brillaron de amor por mi. Tu pelo era mucho más oscuro que el mío y lo llevabas muy corto.

Que guapo eras, amor. Aún lo seguís siendo.

Pasó una hora, y yo me tenía que ir a trabajar. Durante todo ese tiempo, pensé que te ibas a acercar a mi, pero no. Debo confesarte, que me fui de ahí, bastante decepcionada. Aunque, por supuesto, nunca imaginé que al otro día te volvería a encontrar en el mismo lugar. Como tampoco pensé que lo haría, al siguiente día. Por supuesto, sospechaba que aquello, no era casualidad.

Pasaron tres días, cuando por fin, decidiste acercarte a mi. Siempre tan correcto y educado, te presentaste. Me dijiste tu nombre y preguntaste el mío. Entonces, me hiciste acordar de aquel libro que estaba leyendo aquella primera vez, y así, sin quererlo, desde ese día, mi corazón te sonrió. No hablamos mucho, en ese momento, pero pude darme cuenta, de igual manera, que yo te interesaba, o por lo menos te parecía un poco linda. Nunca fuiste de los que hacían algo, sin tener un motivo, y en ese momento no lo supe, pero vos jamás habías leído ese libro en tu vida. Usaste esa excusa, para acercarte a mi. Para poder hablarme.

Cada vez que lo recuerdo, no puedo evitar sonreír.

Ese día, entré a trabajar con un estupendo humor. El chico guapo del río, por fin se había animado a hablarme.

No sé cómo, pero poco después, habíamos creado una rutina. Como vos trabajabas en la carpintería de tu papá, a unas cuadras de la tienda, en donde yo trabajaba, y los miércoles salías más temprano, me esperabas afuera, y me acompañabas a casa. Te confieso, que yo estaba que no daba más de la ansiedad, por esperar a que termine el día, para poder verte.
En uno de esos días, me confesaste que vos ya me conocías de antes, aunque yo nunca te había visto con anterioridad. Me sorprendiste, diciendo que por mucho tiempo estuviste tentado de acercarte a la tienda, y fingir comprarme algo, solamente para conocernos. Pero después, supiste gracias a tus amigos, que unas horas antes de entrar a trabajar siempre iba a aquel río, a leer. Entonces, decidiste aprovecharte de aquella situación, para finalmente hablarme.
Hoy agradezco enormemente, que Adrián y Felipe, te hayan comentado aquello, porque si hubiera esperado a que te decidieras a encararme a tu tiempo, quizás ahora no estaríamos por festejar nuestro sexto tercer aniversario.

Con Amor, AnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora