PROLOGO #1

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Nevó en día en que mataron a sus padres

Un accidente, dijeron mucho después, pero ella estaba allí cuando sucedió y sabía que no se había tratado de un accidente.

Podía recordar cuál confuso fue. Cuando salieron de casa, corriendo y tuvieron que viajar a Utah, el clima hay era sofocante y había azotado bruscamente la cuidad durante meses, su madre dijo que estarían bien, pero su hermano mayor sabía que no era así. Se mudaron ah una cabaña en un bosque templado, pero aún así es calor se hacía presente, luego sobrevivían los atardeceres de entumecimiento por los días largos y abrazadores. Solía sentarse con su familia ah observar la luz que se desvanecía del cielo y el mundo que desaprecia lentamente delante de sus ojos mientras se preguntaba si reaparecía con el alba.
A veces, solían salir a jugar por el bosque, pero no era demasiado en tiempo que pasaban afuera, pues su madre decía que había muchas personas malas que no dudarían en hacerles daño. La pequeña cabaña era solo de un piso, un baño y una sola habitación, sin una cama, ni siquiera un sofá cama, solo un viejo colchón, eso era todo.
A menudo, se quedaban dormidos así, acurrucados en un rincón de la pequeña habitación, sobre el viejo colchón que su padre había arrastrado desde afuera. Su madre siempre los cubría con una manta, a pesar del calor.
Esa mañana, despertaron ante una visión maravillosa.

-¡Niños!

Era la voz de su madre. Ella había soñado acerca de un partido de ajedrez: movía los pequeños objetos de un lado ah otro, pero solo eso.
Abrió los ojos y vio a su madre mirando por la ventanita, la única que había en toda la casa. Una luz suave y grisácea brillo en el rostro de su madre, dejando ver una mirada brillante de asombro. Y una sonrisa que ella no había visto en mucho tiempo la iluminó aún más.
-¿Que sucede?-masculló, poniéndose de pie.

Restregó sus ojos y miro al Natanael caminado hacia su Mamá, luego ella se levanto eh imito su acción. Podía recordar varias cosas de ese momento. Mientras miraba hacia afuera, entornando los ojos hasta adaptarse ala luz, su padre aún roncaba como una bestia feroz. No había nadie, por el camino, ni siquiera el pequeño conejillo que solía salir de su madriguera de vez en cuando para buscar algo de comida. Se paralizó al ver los copos blancos. Caían del cielo gris en medio de giros y danzas, desafiando la gravedad. Luego, ascendían revoloteando deprisa antes de volver a descender.
Nieve
Nieve
-¡Pero que carajos!- masculló Natanael por lo bajo, pero ella lo logró escuchar, una expresión que había aprendido de su padre.

-¿Como puede ser que este nevando mami?- preguntó ella, los ojos vacíos de sueño, llenos de alegría que le oprimió el corazón al chico.

-Ah ya sabes- respondió su madre-,todo eso que dice la gente. Sobre el calentamiento global y esas cosas. Simplemente disfrutemos del espectáculo ¿si? Es extraordinario ¿no creen?

La pequeña Sara contesto con un suspiro de alegría.
Permaneció así, observando el mundo exterior, hasta que unas sombras cruzaron por la parte de arriba de la ventana. Aparecieron y desaparecieron en un segundo. El chico estiró el cuello para ver que era lo he había pasado, pero miro demasiado tarde. Pocos segundos después, se oyeron unos golpes fuertes en la puerta, en la de la entrada. Antes de que terminaran de golpear, su padre ya estaba de pie, repentinamente despierto y alerta.

-¿Vieron a alguien?-preguntó con la voz un poco ronca. El rostro de su madre había perdido el brillo de hace un momento antes y había sido remplazado por las familiares arrugas de ansiedad y preocupación.

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