Capítulo 8: Instinto salvaje

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La voz de Demián retumbaba aturdiendome aún más. Entre abrí los ojos y lo vi caminando en mi habitación, a su lado se encontraba Nina. Pensé en quitarle mi juego de llaves, al final, parecía que todo el mundo podía entrar a mi departamento con facilidad, me alerté e inquieté por eso.

—¡Eh Samu! — Nina me arrojó con una toalla. Miré a mi alrededor, había restos de botellas de cerveza y cenizas y colillas de cigarros.

El aire todavía estaba viciado por el humo. Un toallón aterrizó en mi rostro. Me reincorporé en la cama pesadamente. Miré las sábanas revueltas, Demián abrió las cortinas y los rayos de sol cálidos se filtraron por la ventana. El pendiente destello. Demián lo tomó divertido.

— ¡Levántate y báñate! — Me ordenó. Yo enarqué las cejas sorprendido, para nada estaba en mis planes levantarme de la cama y mucho menos un domingo por la mañana. Me recosté nuevamente y me tapé bruscamente con las sábanas.

—Prometiste venir a la subasta con nosotros — Nina tomó las sábanas y me destapó enérgica — Se van a subastar mis cuadros — soltó enfurecida. Frente a eso, me levanté con mala gana. Tenía razón, no podía negarme a ser parte de aquel momento tan emocionante para ella. 

Tardé media hora en la ducha, aún me sentía dormido, Maia era una mujer que me dejaba de cama, literalmente, era una fiera en la cama, sí la había vuelto a ver y su esposo no la sabía entender ¡Qué iluso! pensé, mientras frotaba jabón por todo mi cuerpo. Los moretones ya estaban desapareciendo, aunque el dolor todavía persistía un poco. Salí unos minutos más tarde envuelto en un toallón y  en mi pieza me encontré con Nina y Demián. Mi amigo se sobresaltó al verme vistiendo solo una toalla.

— ¡Tapáte qué está Nina! —Sentenció mientras me arrojaba una remera y una vaquero.

— Nina para mí tiene bigote y una tercera pierna—  Bromee mientras tomaba la ropa y me dirigía al baño. Lo escuché carcajear enojado, a veces pienso que todavía no supera que me haya acostado con su prima, yo creo que no lo haría. 

Unos minutos después me encontraba listo para salir. Tardamos casi una hora en llegar a la universidad,  eran las diez de la mañana y no podía creer lo temprano que me habían levantado. Refregué mis ojos distraído. Atravesamos el campus, habían muchas personas, interesante cuántas personas habían madrugado un domingo. 

Nos guiaron hasta el aula del primer piso, allí estaban las pinturas de Nina y dos compañeras más. Los cuadros serían subastados y el treinta por ciento estaba destinado para la universidad y el resto para la autora de la pintura.  La universidad había seleccionado tres pinturas de Nina, realmente esperaba que la subasten en una cantidad elevada de dinero. Sabía exactamente qué aquella plata sería destinado al comedor comunitario de su mamá en el barrio.

Coloqué mis gafas de sol negra. La resaca no me sentaba para nada bien. Pero intenté no mencionarlo, la subasta comenzó y no tardaron en venderse en una gran suma de dinero los cuadros.  Miré distraído la sala, mis ojos la buscaban, creí que estaría acá, apoyando a su amiga, pero no era así. Nina se encontraba a mi lado y se percató de ello.

—Me avisó que llegaba tarde —Me susurró con una sonrisa picarona.

— No sé de qué estás hablando— Le contesté en el mismo tono de voz. Ella me ladeó una sonrisa que me enseñó todos sus dientes y sus ojos me miraron penetrantes y divertidos.

 Siempre supe que Nina tenía algo especial, podía mirar a través de las personas, como si tuviera un sexto sentido para presentir las emociones. Meneé mi cuerpo para chocar su cuerpo amigablemente, yo agache la cabeza para esconder mi sonrisa de tonto. Ella sonrió nerviosa, mientras dejaba escapar un suspiro.

Rompiendo cadenas I : InstintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora