Título de la parte

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En la oscuridad de la noche es cuando las pesadillas de una se hacen realidad, el horror del pasado y del futuro me envuelve mientras recuerdo mí recorrido hacia Madrid, y no puedo evitar sentir el terror ante lo desconocido que experimenté aquella semana.
Cuando consigo despertar vuelvo a recordarme la promesa que me hice de que el miedo no tendría cabida en mi corazón, había cruzado un desierto, un mar y la mitad de todo un país, como para ahora sucumbir a este sentimiento. Son las 5 de la madrugada y el desvelo se prolonga. La preocupación por el futuro no me deja conciliar el sueño, así que decido levantarme para realizar mis abluciones previas al rezo. La conexión con Allah es lo único que mantiene encendida la llama de la esperanza en mí.
Tras el rezo salgo al patio para ver amanecer. Hoy es Domingo, y el resto de compañeras siguen durmiendo aún, pero yo no puedo, así que me siento en un rincón del patio y como cada mañana, vuelvo a recordarme quién soy para que la distancia no me lo haga olvidar:
— "Mi nombre es Fadila, soy berebér, hace un año Salí de mi pueblo natal situado en medio del desierto del Sahara en Marruecos y me vine a Europa en busca de un futuro mejor. Vivo en un centro para menores migrantes no acompañados, y mi mayor temor ahora es ser mayor de edad".
Ante mis ojos se interpone la visión del sol descendiendo e imágenes de mí misma viviendo en la calle, sin papeles y con tan solo 50€ de ahorros. Decido desechar de mi mente esa perspectiva negativa y doy rienda suelta a mis imaginaciones: me veo en una universidad, en la facultad de química. Me veo en una ciudad, viviendo en un piso decente con mi hermano, la única familia que me queda.
El ajetreo que arman las compañeras al despertarse me obliga a volver a la realidad, mi realidad, en un centro y a tan solo 24h de estar en la calle. Ahora mismo me siento estresada, agobiada y confusa. La incertidumbre consume mi alegría, mi esperanza e incluso mi apetito, pero para no caer huyo de la soledad, del silencio, huyo para no oír mis lamentos internos y me uno a mis compañeras en sus actividades matutinas.

Es de noche y estoy de nuevo sola. Guardo mis pertenencias en una mochila; un par de mudas, una botella de agua, crema hidratante, colonia, y el collar de mi difunta madre.

Ya Es lunes y hace rato que ha amanecido. Estoy en mi cama deseando sumirme en la inconsciencia solo para no enfrentarme a este día. Ya tengo 18 años y mi mayor temor desde que pisé Europa se acaba de cumplir. La  directora del centro está en mi cuarto, pero no quiero levantarme.
El respeto que siento por esta señora me obliga a ponerme en pie y a saludarla con una sonrisa. Ella sabe como me siento, por lo que solo me abraza y me pregunta:
—¿Dónde quieres ir?
Le respondo con una palabra:
— Barcelona.

Me encuentro ante la puerta del centro. Ya me he despedido de las compañeras y educadoras y tan solo me queda salir. Antes de dar un paso hacia el exterior la directora me detiene y me entrega el que sería mi único regalo de este día: un billete de tren hacia la ciudad condal.

Un billete de tren como regalo para mis 18 años Donde viven las historias. Descúbrelo ahora