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Kibum se encontraba tranquilo, moviéndose suave en su mecedora, mirando a la entrada del bosque desde la ventana de la sala.

Llevaba horas ahí, pero no le molestaba, disfrutaba mucho de esa vista, su avanzada edad ya no le permitía moverse mucho, por lo que ya no podía acompañar a sus nietos a jugar al bosque, así que solo los vigilaba desde esa ventana.

Por el momento ninguno de los niños estaba afuera, estaban con su padre, su hija estaba en la casa con el, haciéndole compañía, desde la muerte de su madre Arisa, tenia miedo que algo le fuera a pasar a Kibum por eso procuraba ir 3 veces a la semana sola y los domingos con su esposo e hijos.

—Papá, ya es hora de comer—dijo Airi acercándose a la mecedora—Prepare el estofado de setas que te gusta...

—Bien...

Airi le tendió las manos y Kibum las tomo para poder levantarse e ir con ella al comedor. Hace exactamente 80 años que conocía esa receta y seguía siendo su favorita.

Kibum se sentó con cuidado en su silla mientras su hija servia ambos tazones, también había arroz y kimchi para acompañar, aunque estaba casi segura de que su padre solo se comería el estofado y ya.

Cuando todo estuvo servido comieron en un agradable silencio, así era siempre, en la mesa no se hablaba hasta que la comida se hubiera terminado. Airi observaba en silencio como a su padre le cambiaba el semblante por ese estofado, siempre se mostraba mas alegre cuando lo comía, sabia que era su favorito, pero estaba casi segura de que eso no era la única razón de su felicidad.

Debía de haber algo mas, porque incluso los ojos le brillaban al comer y eso era exagerado para un motivo tan simple.

—Papá... ¿Puedo preguntarte algo?

Kibum dejo de comer, por lo general la regla de no hablar mientras se come se respetaba casi siempre, y digo casi porque, por lo general, esta regla se rompía cuando de lo que se tenía que hablar era importante.

— ¿Que sucede?—hablo con la voz algo cansada, dejando la cuchara de lado para ponerle atención a su hija.

—Nunca me dijiste de donde salio este estofado ¿era receta de mi abuela?—intento por ese lado, la verdad es que desde que su abuela estaba viva nunca le dijo anda de ese estofado al igual que su padre.

—No querida, no es receta de tu abuela, tampoco es mía.

— ¿En serio? Pensé que era tuya si no era de mi abuela, papá...—lo miro sorprendida, tenia varias teorías, pero si no era ni siquiera de su padre ¿De quien era?

—Me la dio alguien especial...—dijo suave al mismo tiempo que su mirada se desviaba a la ventana donde estaba su mecedora.

— ¿Quién fue entonces?— ¿Había alguien mas especial que su madre para su padre?

Kibum no respondió, solo sonrió suave ante el recuerdo de aquel hermoso chico que alguna vez lo salvo. Termino su estofado aun sin responderle a su hija, soltó un suspiro cuando el plato quedo vacio.

— ¿Papá?

—Llévame a la cama cariño, estoy cansado.

Airi ya no dijo nada, se levanto y ayudo a su padre a levantarse, con cuidado subieron las escaleras y lo ayudo a cambiarse por un pijama cómodo, Airi espero fuera del baño en lo que su padre se lavaba los dientes y hacia sus necesidades, cuando termino lo ayudo a llegar a la cama, lo recostó con cuidado y arropo con cariño, dejo un beso en su frente como siempre lo hacia y susurro un "te amo papá".

—También te amo Airi...

—Ya me voy entonces ¿bien?

—Ve con cuidado hija, dale un beso a mis nietos ¿bien?

—Si papá—dejo un ultimo beso en su mejilla y se alejo para hacer lo que su padre siempre acostumbraba para poder dormir bien: abrir un poco la ventana, entrecerrar las cortinas y dejar la luz de la mesita de noche tenue.

Al terminar, salio del cuarto y cerro la puerta con cuidado, pues su padre ya se encontraba respirando profundamente. Algo le decía que debía quedarse, pero lo ignoro tachando a su cabeza de paranoica, su padre estaría bien, siempre lo estaba, no tenia por que ser diferente esta vez ¿verdad?

Aun con una sensación extraña en el cuerpo se fue.

Un par de horas mas tarde Kibum desperto al sentir una tibia mano acariciando las arrugas de su frente, sonrio con brillo en su mirada al encontrar a Jonghyun sentado al borde de su cama, acariciando su avejentado rostro con mas cariño del que se creía merecer.

—Jjong...

—Hola Kibummie...—hablo suave y sin detener sus caricias—Has cambiado mucho desde la ultima vez que te vi...

—Las personas crecemos Jong...

— ¿Ahora entiendes por qué siempre te dije que no podíamos estar juntos?

—Si, lo entiendo, pero el hecho de que seas un espíritu del bosque que ayuda a los perdidos no impidió que te siguiera amando.

—Lo sé Kibummie, lo se—se inclino un poco y dejo un beso en su frente—Por eso he venido... —se levantó de la cama y sonrió tendiendole la mano—Es hora de que te lleve a casa.

La mano que tomó la suya ya no era arrugada y con pequeñas manchas que denotaba su edad, era delgada y suave, sin ni una sola imperfección.

Quien terminó frente a su cuerpo, justo entre sus brazos ya no era Kim Kibum, el hombre mayor de 87 años.

Era su Kibummie, el que le causó demasiada ternura cuando lo conoció de niño, el que estrujo su corazón cuando se le confeso de joven, del que se enamoró cuando lo vio siendo un hombre hecho y derecho.

Vamonos a casa Kibum.
A nuestra casa.

El chico de la cabaña en el bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora