El viejo Ambrouse.

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El sol entraba por las ventanas de aquel hospital, moví mi brazo con cuidado para cubrirme los ojos y llame a la enfermera para que cerrará la cortina.

- Señor Coleman, ¿está todo bien? - pregunta Lisa asomándose desde la puerta.

- Si, sólo quiero que cierres la cortina - digo sin mirarla pues aún tenía el brazo cubriendo mi cara, ella se queda quieta ignorando mi orden, retiro la mano de mi cara y giro la mirada hacia ella, levanta una ceja y se cruza de brazos - Por favor - agrego.

- ¿Lo ve? Así las cosas son diferentes - comienza a caminar hasta la ventana y mira hacia afuera soltando un suspiro - No puedo creer que lleve aquí tanto tiempo y aún no aprenda a ser amable - cierra la cortina y se acerca hasta la cama donde me encuentro para revisar que todo esté en orden conmigo.

- Te dije que estoy bien - Refunfuñe y trate de apartarme cuando tomo mi brazo para revisar que la aguja del suero aún estuviera en su lugar, solía quitarmela, la odiaba y me daba mucha comezón - Ahí está, no me la e quitado, ya puedes irte Lisa.

- No sea tan gruñón - arrugó la frente - Su hijo vino a verlo mientras dormía, Iann. Le pedí que lo dejara descansar ya que al fin durmió algunas horas - se alejo un poco de la cama - Sabe que debe descansar muy bien para su cirugía de mañana, tiene que tener fuerzas y tomar su medicamento. No me haga la vida tan difícil.

- ¿Te parece que tu vida es difícil? ¿Quién es el que está en esta camilla? - me molestaba su buen humor - Iann, Iann, ¿ese bueno para nada?, seguro robo mi dinero. Te lo dije, no, ¡te ordené que no dejaras pasar a nadie aquí! Es tu deber obedecer lo que pido.

- Calmese, estuve aquí todo el tiempo. No toco nada - fue hasta el estante que estaba en la habitación y comenzó a sacar los frascos con pastillas y medicamento - Pasó la todo el día preguntando por usted en la sala de espera, debería ser un poco más amable con él, otros pacientes quisieran tener a alguien que viniera a saber sobre la salud de ellos. No puede ser tan malagradecido - Saca las pastillas del frasco y sirvió el medicamento en los vacitos medidores, después sirve un poco de agua en el vaso que tenía en la pequeña mesa y camina hasta la cama de nuevo - Tenga - me da una pastilla y el vaso para que la tome.

- Si, si, ¿no te cansas de meterte en asuntos ajenos? - acepto la pastilla y la tomo, espero que me dé la otra - Tu deber es solo seguir mis órdenes, no es tú problema si se queda o no se queda todo el día afuera. A él no le interesa en lo absoluto si estoy bien, solo quiere cobrar el dinero del seguro. Quiere ser el primero en enterarse cuando muera. - Tomo la otra pastilla y luego el médicamento - ¿Oíste bien?

- Señor Coleman no tiene que ser tan grosero, ya entendí - me quita el vaso de agua y el vaso de la medicina, para después alejarse de la cama - Vendré mañana temprano para prepararlo para su cirugía, avíseme si necesita otra cosa - sale de la habitación después de la última palabra.

El silencio se apodera de la habitación de nuevo, pero está vez, el sol ya no molesta mi cara; me había acostumbrado a esto, las mismas paredes blancas, la misma lámpara de pie en la esquina, el mismo sonido del respirador a mi lado y el mismo olor medicinas.
Tenía algunos meses entrando y saliendo de este hospital, Geysel, mi ex-esposa se encarga de pagar todo lo necesario para que yo este cómodo, puedo decir que esa mujer me ama más a mi de lo que se ama a ella misma; en momentos como esté lo agradezco, de otro modo vagaría por las calles, sucio, sin comer y sin dormir o quizás ya habría muerto.
Geysel era una buena mujer, eso lo sabía muy bien mi hija Liha por eso le había prohibido volver a ayudarme de cualquier forma; pero cuando Geysel recibió la llamada del hospital aquella tarde diciéndole que me había peleado otra vez y que necesitaba que alguien pagara los gastos médicos no pudo resistirse. Liha se entero de eso, y a pesar de que intento convenserla de no pagar la cuenta, supo que lo haría de cualquier forma así que lo acepto pero le prohibió venir a verme; lo agradezco. Para un hombre como yo, Geysel necesitaba muchas más cualidades para sermé suficiente, ella no era la mujer que yo estaba buscando, a pesar de su belleza tenía un carácter que me costaba trabajo decifrar, es por esto que habíamos peleado tantas veces cuando estuvimos casados pero a pesar de todo jamás le puse una mano encima. Fuí un buen marido.
Y claro que también fuí un buen padre, crié de manera correcta a mis dos hijos: Iann Coleman y Liha Coleman, aunque después ambos tomarán malos caminos y hayan decidido alejarme de su vida.
Iann a sus 35 años era un hombre de familia, que se pasaba los días matándose en una oficina para que al final del mes el pago fuera una miseria, a pesar de esto su cobardía no le permitió aceptar el trato que le ofrecía el líder de los Z aquel verano de hace algunos años, su esposa iba a dar a luz y el gran Z se puso en contacto con Iann por recomendaciones mías, le ofreció una gran cantidad de dinero solo por cruzar unos kilos de droga al otro lado; Iann se negó y su esposa dió a luz en un autobús. Iann siempre tiene que buscar pequeños trabajos por fuera (sacar basura, cargar cajas, etc) para poder vivir al dia con familia, pero debe estar cansado de eso y ahora, que a visto la posibilidad de cobrar mi seguro de vida, debio coger valor y está vez no desaprovechara la oportunidad para salir de su pobreza. Maldito bastardo.
Liha por otro lado era una joven de 25 años que estudiaba la universidad, su madre tenía las posibilidades de darle lo mejor para su futuro, es por esto que no había abandonado la escuela a pesar de la crisis que atraviesa el país. No conozco mucho de su vida realmente, a los 17 convenció a madre de sacarme de casa y perdió casi todo contacto conmigo, a partir de ese día solo la había visto en las fechas importantes cuando Geysel me invitaba a pasar la noche en casa con ellas.

AmbroseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora