Thiago

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Aquella mañana, algo no andaba bien.

Thiago se levantó solo, y, pensando que la alarma quizá no habría sonado, llegaría tarde a la escuela; para su sorpresa era todo lo contrario, se había levantado antes de lo debido. Pensó en dormir un par de minutos más pero prefirió levantarse.

Pensó también en la rutina de siempre; levantarse, bañarse, ponerse el uniforme, tender la cama, bajar a desayunar con mochila en mano, cepillarse los dientes y tomar el camión escolar.

Para cuando llegó el momento de bajar al desayuno, noto con cierto desconcierto lo silencioso y solo que estaba todo. Las luces no estaban encendidas, y mucho menos la televisión o la radio. La mesa del comedor estaba vacía. Incluso el periódico seguía en la entrada. «¿Qué está pasando? ¿Estoy solo?» se preguntó en su cabeza. De hecho, haciendo memoria, se dio cuenta de que en el piso de arriba estaba todo igual.

–¡Mamá! ¡Papá! ¿Hay alguien en casa?

El silencio siguió ahí.

«Habrán salido a comprar algo... o yo qué sé» Pero... si habían salido, ¿Por qué no habían dejado algún aviso?. Tratando de restarle importancia, Thiago dejó una nota y salió, y por casi primera vez todo comenzó a salir misteriosamente bien. Llevaba el uniforme planchado, no había dejado la mochila ni el dinero para el pasaje, no había perdido el camión mismo, había alcanzado un buen lugar y nadie, absolutamente nadie le aventaba basuritas en el pelo, cosa que era completamente anormal.

Y es que el color de su cabello era de un blanco platinado. Cuando era más pequeño era rojo, pero para cuando cumplió los ocho años este comenzó a teñirse de ese color. Otra cosa interesante de su cabello era lo imposible que resultaba cortarlo, así que se veía obligado llevarlo largo. Eso siempre había sido un problema para las escuelas ya que el reglamento usualmente indicaba que debía de llevar el cabello corto.

En general, Thiago solía atraer montones de problemas por doquier. Podría decirse que era un imán de mala suerte. Por eso había aprendido a esperar la peor situación durante un buen momento, como la vez que en sexto grado logró que su maqueta llegará entera a la escuela . Aquel día esperaba haber roto con su racha de infortunios... hasta que un balón aterrizó directamente sobre ella.

Pero de alguna manera extraña, aquel día todo marchaba a la perfección. En esto pensaba Thiago cuando el autobús se detuvo frente a su escuela: El Instituto Real. 

Mil y un historias sin finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora