El muchacho de los ojos tristes

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Ni una simple sonrisa

Ni un poco de luz en sus ojos profundos

El sonido de la llama encendiéndose llegó como un destello repentino que distrajo su atención de la radio. Después de encender su cigarro, inhaló profundamente antes de exhalar el humo con un suspiro, inundando la habitación con un olor a tabaco. La chica de cabellos castaños suspiró antes de recostarse sobre su pecho fuerte, sentir el calor de su piel ligeramente sudada, y escuchar su respiración mientras fumaba. Antes lo habría hecho con pena y duda, Jotaro Kujo no era un hombre conocido por ser cariñoso, aunque, la chica debía admitir, era buenísimo en la cama, pero eso no anulaba todas las veces que se empezaba a vestir inmediatamente después de terminar, como si tener sexo no fuera más que un oficio por el cual no le pagaran. Pero estos días había estado quedándose a dormir más seguido con ella, quizás porque pronto regresaría a Japón, un detalle que hacía de estos momentos más preciosos, íntimos y algo melancólicos. Pero no es como si la melancolía no fuera parte de Jotaro, de su persona. Ella suspiró antes de cerrar sus ojos y dormir un rato, un descanso antes de otra posible ronda.

Ni siquiera reflejo de algún pensamiento

Que alegre su mundo

Lo conoció en una clase electiva en la universidad, de esas donde te topas gente de todas las carreras. Jotaro Kujo era un estudiante de intercambio tomando la carrera de biología marina que venía desde Japón. No era alguien de muchas palabras pero tenía un aura, una energía a su alrededor, tan imponente que hacía a cualquiera voltear en su dirección de forma instintiva aún si no lo habían visto en su visión periférica y era esa aura lo que lo hacía destacar entre todos, más que su extraña gorra que nunca se quitaba ni en clase. Si hubiera sido cualquier otro de sus compañeros, la chica de cabellos castaños no los habría reconocido en su trabajo de medio tiempo en un café. Pero Jotaro tenía una presencia tan imponente que le fue imposible siquiera disimular la mirada.

—Muy bien, un café americano en camino —había dicho mientras agarraba el vaso donde le iba a servir—. Jotaro Kujo, ¿no?

Alzó ligeramente la ceja, confundido, una de las pocas veces que mostraba expresión obvia alguna, y asintió. Después de ese momento, de repente cruzaban miradas en clase y siempre cruzaban en el café, porque él era cliente regular ahí.

Hay tristeza en sus ojos hablando y callando

Y bailando conmigo

Todas sus amigas hablaban de lo guapo y misterioso que era Jotaro Kujo, pero ella no. Si ella se atrevería a describir a Jotaro con una palabra sería simple: Triste.

—¡¿Triste?! Querida, ¿qué le ves de triste?

—Ni siquiera sonríe, pero siempre lo veo neutral o enojado, no hay intermedio.

—Hasta nos grita con su cara de 'Odio este maldito mundo' si hablamos demasiado para su gusto. ¿En serio qué le ven? Por mí fuera, no tendría permitido entrar aquí.

Ella suspiró, escuchando a sus amigas hablar en una mezcla de comentarios tanto positivos como negativos de aquel hombre de cabellos oscuros y ojos de un azul aguamarino que le cautivaba tanto como las estrellas en la noche y no tanto por su color, si no por su profundidad. Con las miradas que cruzaban, a veces sentía que si miraba por mucho tiempo, se perdería en ellos.

Pero era esa misma profundidad lo que le hacía decir que era alguien triste. Sus expresiones faciales siempre eran las mismas dos, pero el verdadero Jotaro Kujo estaba dentro de esos ojos para aquellos que quisieran ver. Ella imaginaba que todos los verdaderos sentires de Jotaro ahí estaban, encerrados cual colorida ave en una jaula en una tienda de mascotas, piando para ser escuchada y entendida aunque muy pocas personas de verdad se pararan a apreciarla, normalmente caminando como si su existencia fuera irrelevante. Se preguntó cuántas personas más habrían visto eso de Jotaro, se habrían detenido a mirar sus ojos detenidamente hasta ver ese precioso brillo que ahí estaba, que reflejaban la pureza del alma de Jotaro. Podría tener una actitud horrible, pero ella había logrado ver más allá de su superficie, tanto que le estrujaba el corazón, le dolía ver algo tan brillante tan opacado por la sombra de la tristeza, la sombra de alguien que había visto a gente que apreciaba morir. Esa mirada la conocía bien, gente cercana a ella que vio los horrores de Vietnam la tenía, pero ¿por qué ese muchacho la tendría si era demasiado pequeño cuando Vietnam ocurrió? Era una duda para la cual nunca tuvo respuesta, ni siquiera el día que decidió por fin interactuar con él en clase.

Ojos tristes **JotaWife Song-Shot**Donde viven las historias. Descúbrelo ahora