✨Caputulo 6✨

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Quiso suspirar el pobre monstruo al escuchar la respuesta del doncel , pero de su pecho no salió más que un silbido tan espantoso, que hizo retemblar el palacio entero; sin embargo, Namjoon se tranquilizo enseguida , pues la Bestia le dijo tristemente:

—Adiós entonces, Namjoon— y salio de la sala aunque volteaba la cabeza varias veces para verlo por ultima vez.

Al quedarse solo, Namjoon sintió una gran compacion por la pobre bestia.

«¡Ah, qué pena», se dijo, «que siendo tan bueno, sea tan feo!»

El palacio estaba lleno de galerías, salas y habitaciones conteniendo las más bellas obras de arte. En una habitación había una jaula con pájaros exóticos y no lejos de el Namjoon encontró encontró una tropa de monos de todos los tamaños que avanzaban hacia el haciéndole grandes reverencias. A Namjoon le gustaron que pidió quedarse con unos cuantos para hacerle compañía. Instantáneamente, dos monitos jóvenes y altos vestidos con trajes elegantes de la corte, avanzaron y se colocaron, con gran ceremonia, junto a el.

Tres meses paso Namjoon en el castillo. Se sentía como un rey pero estaba solo todo el día. Todas las tardes la bestia lo visitaba, y lo entretenía y observaba mientras comía.

Cada día Namjoon encontraba en el monstruo nuevas bondades y la costumbre de verlo, lo había acostumbrado tanto a su fealdad, que lejos de temer el momento de su visita, miraba con frecuencia el reloj para ver si eran las nueve, ya que la Bestia jamás dejaba de presentarse a esa hora, solo había una cosa que lo apenaba y era que la Bestia, siempre antes de irse, le preguntaba cada noche si quería casarse con el y cuando el doncel lo rechazaba parecía que sufría un gran dolor.

Un día le dijo:

—Me da mucha pena Bestia, quiero complacerte pero soy demasiado sincero para permitirte creer que algún día lo pudiese hacerlo. Siempre he de ser tu amigo trata de ser feliz con esto—

—Difícil me sera— Dijo la bestia —Sé que en justicia soy horrible, pero mi amor es grande. Entretanto, me siento feliz de que quieras permanecer aquí. Prométeme que no me abandonarás nunca—.

Namjoon enrojeció al escuchar estas palabras. Había visto en el espejo que su padre estaba enfermo de pesar por haberla perdido, y deseaba volverlo a ver.

—Yo podría prometerte —dijo a la Bestia— que no te abandonaré nunca, si no fuese porque tengo tantas ganas de ver a mi padre, que me moriré de dolor si me niegas ese gusto—.

—Antes prefiero yo morirme —dijo el monstruo— que causarte el pesar más pequeño. Te enviaré a casa de tu padre, y mientras estés allí morirá tu Bestia de pena—.

—¡Oh, no —respondió Namjoon llorando—, te quiero demasiado para tolerarlo! Prometo regresar dentro de ocho días. Me has hecho ver que mis hermanas están casadas y mis hermanos en el ejército. Mi padre se ha quedado solo. Permíteme que pase una semana en su compañía

—Mañana estarás con él —dijo la Bestia—, pero acuérdate de tu promesa. Cuando quieras regresar no tienes más que poner tu sortija sobre la mesa a la hora del sueño. Adiós, Namjoon.

La Bestia suspiró, según su costumbre, al decir estas palabras, Namjoon se acostó con la tristeza de verlo tan apesadumbrado.

Cuando despertó a la mañana siguiente se encontraba en casa de su padre. Sonó a poco una campanilla que estaba

junto a la cama y apareció la sirvienta, quien dio un gran grito al verlo. Acudió rápidamente a sus voces el buen padre, y creyó morir de alegría porque recobraba a su querido hijo con el cual estuvo abrazado mas de una hora. Después de todo eso Namjoon recordó que no tenia con la cual vestirse pues toda su ropa se la había llevado pero la sirvienta le dijo que en la otra habitación había encontrado un cofre lleno de la ropa mas elegante y hermosa con adornos de oro y diamante. Agradecido con la bestia, Namjoon pidió que solo le trajeran la ropa mas modesta y la otra que se la podían repartir entre sus hermanos, pero en cuanto dio esa orden el cofre desapareció.

Su padre comentó que sin duda la Bestia quería que conservase para sí los regalos, y al instante reapareció el cofre donde estuviera antes.

Namjoon se vistió y entretanto avisaron a las hermanas, que acudieron en compañía de sus esposos. Las dos eran muy desdichadas en sus matrimonios, pues la primera se había casado con un gentilhombre tan hermoso como Cupido, pero que no pensaba sino en su propia figura, a la que dedicaba todos sus desvelos de la mañana a la noche, menospreciando la belleza de su esposa. La segunda, en cambio, tenía por marido a un hombre cuyo gran talento no servía más que para mortificar a todo el mundo, empezando por su esposa.

Cuando vieron a Namjoon vestido como si fuera un príncipe, las dos creyeron morir del dolor.

Aunque Namjoon le hizo mil caricias no les pudo aplacar los celos, que se recrudecieron cuando les contó lo feliz que se sentía. Bajaron las dos al jardín para llorar allí a sus anchas.

—¿Por qué es tan dichosa esa pequeña criatura? ¿No somos nosotras más dignas de la felicidad que el?—

—Hermana —dijo la mayor—, se me ocurre una idea. Tratemos de retenerlo aquí más de ocho días: esa estúpida Bestia pensará entonces que ha roto su palabra, y quizás lo devore—.

—Tienes razón, hermana mía — respondió la otra—. Y para conseguirlo lo llenaremos de halagos.

Y tomada esta resolución, volvieron a subir y dieron a su hermano tantas pruebas de cariño, que Namjoon lloraba de felicidad. 

El doncel y la bestia VmonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora