Invierno, noche lluviosa. El agua moja indiferente los cristales de mi habitación. Los susurros del viento son perceptibles a través de la ventana. Mientras, yace mi cuerpo sobre la cama en profundo sueño.
Inquieto. Sería la palabra idónea para describirme en aquel momento. Me agito inconscientemente, de manera brusca y tosca. El pecho me late cada vez más fuerte, mi corazón bombea con ímpetu y de repente, despierto exaltado.
Levanto el torso jadeante y me siento sobre la cama. Tras unos instantes, el pulso comienza a comportarse con normalidad y noto cómo dentro de mi pecho la frecuencia de latidos disminuye poco a poco. ¿Qué había pasado? Habría tenido un mal sueño, supongo. Me pongo de pie y me dirijo a la cocina. Abro el frigorífico con una mano derecha aún temblorosa por lo ocurrido anteriormente, y saco agua para hidratarme un poco. Beberla me hace bien, noto en general cómo mi cuerpo ha vuelto casi por completo a la normalidad. Sin embargo, en mi mente aún hay secuelas de ese mal rato que acabo de pasar. Intento recordar qué había estado soñando, pero no lo recuerdo con claridad. A medida que el tiempo avanza algunas imágenes comienzan a aparecer en mi cabeza. Una playa, el infinito océano, una bandada de gaviotas que sobrevuelan el mar azul en círculos... Se me hace conocido. Pronto lo recuerdo, las imágenes pertenecen a un complejo vacacional que solía frecuentar cuando era pequeño. Qué extraño, ¿por qué habré soñado con eso?, hace años que no voy o siquiera pienso en tal sitio. Me dirijo a la silla más próxima en la cocina y me dejo caer agotado. Sigo dándole vueltas a las imágenes, intentando recordar algo más de lo que soñé. Tras unos instantes de reflexión sin éxito alguno, desisto y salgo de la cocina. Aún cansado, decido volver a mi habitación para intentar seguir durmiendo las horas que queden hasta el amanecer. Por cierto, ¿qué hora es? Cojo el móvil de mi mesita de noche y lo desbloqueo usando la huella dactilar. La luz al encenderse la pantalla me deslumbra y me obliga a apartar la mirada del aparato. Aún tengo los ojos adormecidos por el sueño, así que cuando consigo volver a ver con claridad, desbloqueo el móvil de nuevo y reduzco rápidamente el brillo. El reloj marca las 6 AM, me quedan un par de horas de sueño. No me lo pienso dos veces y me meto en la cama, me arropo bien con las sábanas, y caigo rendido.
Mi alarma comienza a sonar a las 8 en punto. Me levanto a apagarla rápidamente ya que tengo el sueño ligero por lo ocurrido hace unas horas. Una vez en pie, me acerco al armario, lo abro, y miro entre las camisetas limpias para elegir qué ponerme. Me decanto por una básica de color negro, acompañada de un pantalón blanco que escojo posteriormente. Una vez vestido, abro otro armario próximo a este, del cual saco un par de deportivas negras y blancas a juego con mi vestimenta. Ya estoy listo para empezar con mi día a día, así que me acerco a la salida de mi vivienda, cojo mi mochila del suelo, agarro las llaves de mi coche del llavero colgado detrás de la puerta, y tras abrirla salgo al exterior.
La mañana está soleada, a pesar de que el suelo sigue aún mojado víctima de la tormenta que cayó la pasada noche. Miro a la derecha, hacia el parking de mi vecindario. Pongo rumbo hacia allá, y tras divisar mi coche, aprieto el botón para abrir las puertas de manera remota, a lo cuál las luces traseras y un breve pitido reaccionan. Me monto en el coche, cierro la puerta y enciendo la radio. Elijo una cadena musical al azar, pero tras oír una canción de rock decido cambiarla, la verdad es que no me apetece ese excesivo ruido tan temprano. Termino decantándome por un dial en el que suena música pop suave. Arranco el coche, y tras asegurarme de que no hay nadie en el camino, emprendo la marcha. Me dirijo a la universidad. Normalmente los alumnos de último curso empezamos la jornada universitaria un par de horas más tarde, sin embargo hoy debía ir más temprano puesto que tengo una exposición pendiente. Una vez llego, aparco el coche en las inmediaciones de la universidad. Subo los escalones de la entrada, desgastados notablemente por el paso del tiempo y los alumnos a lo largo de su historia. Continúo andando a paso rápido por los pasillos. Aula 106, he llegado a mi destino. Al agarrar el pomo de la puerta y abrirla, echo un vistazo al interior de la clase. Cinco personas se encontraban delante de mí, a la izquierda, sentado en su correspondiente mesa, se halla el profesor, observándome con cara cansada y adornada con una sonrisa que me invita amablemente a entrar, y a la derecha, cuatro alumnos que organizan sus útiles escolares. Uno de ellos, de pelo corto negro, ropa ajustada y barba desaliñada de varios días, se levanta de su silla y se dirige hacia mí.
—¿Qué tal Max? ¿No se te habrá olvidado traer el material verdad? Nuestra nota final depende de esta exposición —dijo en tono de falsa preocupación el chico.
—Ambos sabemos que debías traerlo tú, Greg. Además, —hice una pausa y miré hacia su mesa,—los estoy viendo desde aquí, no cuela. —Añadí con una sonrisa pícara.
—Como siempre, no hay quien te gaste una broma. Somos los primeros, terminemos con esto cuanto antes y vayámonos a casa. —refunfuñó.
Media hora después, ya me encontraba fuera de la universidad. La exposición había sido un completo éxito, y el profesor nos había puesto un 94 sobre 100 a ambos. Sin duda alguna eso nos ayudaría mucho a superar este último curso, puesto que este proyecto abarcaba gran parte de la nota final. Una vez me hube despedido de Greg, bajé las escaleras de nuevo y entré en mi coche, lo puse en marcha, y salí del campus.
Voy conduciendo de vuelta a casa. Me dispongo a tomar la ruta habitual, sin embargo, la excesiva congestión de tráfico que encuentro me hace tomar otro rumbo hoy. Giro a la izquierda y entro en el paseo marítimo. A pesar de ser invierno el día no es en absoluto frío, y los rayos del sol y la brisa cercana de la playa dan una buena sensación de calidez. Al mirar a la derecha, contemplo la playa de la ciudad. Vacía casi en su totalidad, a excepción de alguna que otra persona andando por la arena y un par practicando surf con sus trajes de neopreno. De repente, freno en seco el coche. Una secuencia de imágenes me viene a la mente. Un remolino, una tormenta de apariencia tétrica y varios bancos de peces variopintos. Me da un escalofrío. Comienzo a relacionar las imágenes de hace unos instantes con las de anoche. Todo formó parte del sueño, empiezo a recordar. Pensamientos de todo tipo invaden mi cabeza, todos de tono oscuro y entorno al océano. No entiendo nada. Me tiembla el pulso, apenas puedo sujetar con firmeza el volante. Se oye un sonido estridente, como un claxon. Lo vuelvo a oír, en efecto, es un claxon, seguido de otro, y otro más, y se le van uniendo otros. Agito la cabeza y me recompongo, miro hacia atrás, y compruebo que tengo una fila de coches esperando en mitad de la carretera a que continúe el paso. Me había quedado parado obstaculizando la circulación inconscientemente. Aún aturdido, cojo torpemente el volante y acelero, intentando llegar a casa lo antes posible. ¿En qué estoy pensando?
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El secreto del océano. [En curso]
AdventureUna noche cualquiera, Max se despierta agitado tras tener una pesadilla. No recuerda nada, pero a medida que los días avanzan comienza a recobrar los recuerdos del sueño, haciendo que descubra algo inimaginable.