St. Patrick

3.5K 112 15
                                    

Caminaba por las calles repletas de gente que, al igual que yo, se dirigía con prisa hacia su destino. Cuidadosamente me abrí paso mientras tomaba mi café, evitando tropezar en el intento. Avancé dos cuadras con éxito hasta que en cierto punto, mientras bebía un sorbo de café, sentí que algo me llevaba puesta y mi bebida se derramaba por mi abrigo sin cuidado alguno.

-¡Carajo! -exclamé molesta. Sin ningún remordimiento me giré hacia el causante de tal estrago, preparada para decirle un par de malas palabras. Pero me callé la boca en cuanto lo vi.

Era un joven de unos 20 o 30 años, pero bastante apuesto. Su cabello negro era corto y bien peinado, apenas tenía barba y sus ojos celestes relucían debajo de un par de cejas enarcadas. Era un poco más alto que yo (bastante a decir verdad) e iba bien abrigado con un tapado negro y una bufanda gris que le sentaba muy bien.

Su boca se abrió y me pareció que iba a decirme unas cuantas cosas también, pero la cerró y en su lugar dijo un simple "Lo siento". Luego se marchó con prisa, como si nada hubiera sucedido.

Quedé allí parada por unos segundos, un tanto embobada con su mirada. Hasta que reaccioné y me fui, olvidándome por completo del café en mi abrigo, y recordando a cada instante a aquel joven despistado.

* * *

Entramos al gran edificio y mis ojos quedaron asombrados ante todo lo que veían. La iglesia era enorme, lujosa y reluciente.

-¿Lista? -me preguntó Jacobo, mi compañero de Universidad.

-Eso creo.

No haríamos gran cosa, solo investigar un poco y ser partícipes de la vida diaria de los católicos, todo para nuestro gran proyecto final.

Avanzamos por el pasillo y yo observaba todo. En los bancos había algunas personas arrodilladas rezando, aunque eran pocas. Estaba tan atenta en los detalles que al final del pasillo me golpeé contra algo. O mejor dicho, alguien.

Miré a Jacobo sin saber qué hacer, pero él solo asintió con la cabeza. Cuando miré a quien había chocado me llevé una sorpresa. Era el mismo joven que me había derramado el café esa misma mañana.

-¿Sí? ¿En qué puedo ayudarlos? -preguntó él, mirándome fijamente.

-Buenas tardes. Nosotros somos estudiantes y estamos haciendo un proyecto de investigación sobre cómo afecta actualmente la iglesia a la sociedad, y nos preguntábamos si...-dejé de escuchar lo que Jacobo decía y solo podía mirar al joven, que ahora no llevaba ningún tipo de abrigo por lo tanto su cuello quedaba al descubierto, revelando su traje de sacerdote.

-Interesante, -contestó sonriendo.- Creo que puedo ayudarlos. Pasen por aquí, por favor. -nos señaló hacia la derecha y allí fuimos, hasta una especie de oficina. Cuando nos sentamos y él se acomodó, comenzó la charla.- Para comenzar, soy el sacerdote Patrick Willinson. ¿Ustedes?

-Jacobo Derins. -ambos me miraron y yo dudé unos segundos.

-Lizzie Jefferson. -contesté con más seguridad, mirando a Patrick a los ojos. Repentinamente me sentí diferente, como si él me transmitiera algo. Aunque no supiera qué exactamente.

Continuamos hablando y me pareció raro que en ningún momento hubiéramos nombrado nuestro pequeño incidente, pero no le di importancia, quizás no me reconoció.

-¿Realiza alguna tarea de ayuda comunitaria? -preguntó Jacobo.

-Por supuesto. Los domingos luego de Misa realizamos una pequeña reunión para niños, en donde concurren desde chiquillos que asisten siempre a Misa, hasta algunos que andan en las calles ya que, lamentablemente, sus padres no cuidan bien de ellos. -la forma en que decía cada palabra era espléndida, el cariño y la amabilidad que denotaba su voz al hablar de aquellos niños era sorprendente. Parecía un ángel, alguien que estaba en la Tierra para salvar vidas con su aura bondadosa.- También tenemos un refugio para las personas desamparadas y nos dividimos las tareas entre los que servimos a Dios, aunque también los fieles pueden ser partícipes si gustan. Y además una vez al año hacemos una gran kermés con el fin de juntar alimentos no perecederos y fondos para el refugio.

Jacobo continuó con las preguntas que teníamos anotadas, mientras que yo grababa y me maravillaba con la persona que tenía frente a mí. No estaba segura qué sucedía, pero lo que sí sabía es que me había cautivado. Patrick tenía algo especial y no podía dejar de querer acercarme más a él, aunque fuera algo imposible.

Cuando terminamos la entrevista Patrick nos acompañó hasta la salida. Jacobo le tendió la mano y le agradeció por todo, y sin esperarme se dio la vuelta y se retiró, dejándome a solas con el sacerdote.

-Perdóname por lo de hoy en la mañana, iba con apuro. -no pude contener mi sonrisa y me mordí el labio.

-Descuide, yo estaba distraída. -me sonrió y me pareció ver algo más que amabilidad en su mirada.- Bueno... mejor me voy yendo.

-Ah, sí, claro. -Con una gran sonrisa tomó mi mano y le dio un beso. Fue un movimiento tan corto pero tan lento y mi corazón prácticamente se detuvo en ese instante. Pero fue aún peor cuando comenzó a acercarse a mí, y en cuanto sus labios tocaron mi cuello sentí un fuego por dentro. Creí que me quemaba y ya no había aire en mi interior. De repente todo se volvió negro y pensé lo peor, hasta que en un segundo abrí los ojos de golpe y sentí que la realidad me golpeaba directo en la cara.

Tomé una gran bocanada de aire y miré a mí alrededor, notando las paredes grises de mi cuarto y los cuadros que colgaban de la pared. Luego de calmarme y captar que había sido un sueño me dije a mi misma cuan loca estaba. Patrick me había afectado gravemente, incluso cuando había pasado una semana desde que nos conocimos yo seguía pensando en él o soñando cosas extrañas en donde estaba involucrado. Esto debía parar.

Let's play with fire.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora