Era una noche fría, cuando ocurrió bajo una brusca tormenta. El hombre corría desesperado con un pequeño envuelto en sus brazos, su querido hijo, agonizando en sus últimos momentos, buscando ayuda, una intervención divina, lo que fuera. Fue entonces que uno de los pobladores al ver su cara demacrada y el estado del niño, le confió algo que poca gente conocía y que sabía sin lugar a dudas, guardar tan valiosa información.
—Llévalo a la montaña del dios Inari, allí encontraras ayuda.
—Pero mucha gente se ha extraviado.
—No la que necesita un milagro.
Escaló la montaña superando todos los obstáculos en el camino rocoso, espinoso y de mucho verde, el barro que amenazaba con hacerlo resbalar y caer en picada hacia abajo con su niño, el agua no daría marcha atrás pronto los relámpagos y un estruendoso sonido partieron el cielo.
—¿A dónde estoy yendo?-todo el lugar era una arboleda, a donde fuera, no había rastros de actividad humana.
No te detengas. Sigue derecho.
Se detuvo abruptamente estupefacto. Un poco temeroso, la voz venía de su cabeza, podía escucharlo en su mente perfectamente. Un muchacho joven.
¿Qué esperas?
Un tanto en shock continuó el peligroso camino hasta atravesar lo que parecía ser, otro escenario, un ambiente camuflado, no lograba comprenderlo pero intuyó que era una extraña técnica. Algo sobrenatural. Se conocía como un portal que proyectaba la imagen falsa del resto del verde para alejar invitados indeseados. Del otro lado, encontró un templo, había una enorme estatua esculpida detalladamente de un zorro sentado sobre sus patas traseras, pero con una extraña particularidad.
—¿Nueve colas...? Eso es-
No te detengas, humano, o tu hijo no pasará de hoy.
Entra al templo.
No tenía que dudar. Era cierto, su hijo era su principal prioridad ahora. No importaba el riesgo o precio, si esa persona podía sanarlo de su enfermedad, estaría eternamente agradecido. Cruzó por las dos enormes puertas que simbolizaban tierra sagrada de los dioses y entró a la sala principal, el aire olía a incienso, y había pequeños faroles iluminando el lugar.
Y entonces lo vio parado junto al altar. Una mesa rectangular los separaba, detrás de él pequeñas estatuillas de personas y zorros adornaban el lugar. Caminó sin titubear a pesar de sentirse temeroso del aspecto del joven extraño, a sus ojos, el era una autentica divinidad.
—Si has llegado aquí, es porque alguien te ha confiado mi paradero, ¿estoy en lo correcto?
—A-así es, señor.
El joven aparentaba unos veinte años de edad, pero lo que lo hacía diferente de todo el mundo, eran sus esponjosas orejas en tono naranja y sus nueve colas tocando el piso. Sus ojos azules y su cabello tan amarillo como el sol, tampoco pasaron desapercibido, y en el cuello llevaba un cordón con una brillante piedra verde. Vestía un kimono rojo fuego de seda, llevaba a un lado de su pecho un "kamon" la insignia de su correspondiente clan como en su espalda, un círculo en espiral negro.
—Ustedes los humanos, me han dado infinidades de apodos, kitsune ha sido el más característico por mi apariencia. Pero tengo un nombre, Naruto, ahora, te aclararé un punto. Lo que hago, no lo hago gratis, todo tiene un precio.
—Le pagaré lo que sea, señor... solo salve a mi hijo-el niño respiraba agitadamente.—Ha estado vomitando sangre en los últimos días, mi esposa y yo, hemos tenido la esperanza de que pudiera recuperarse, pero ningún médico del pueblo ha podido curarlo. Y... y solo tiene ocho años, no quiero perderlo él tiene mucho porque vivir.
ESTÁS LEYENDO
Siervo de un Zorro
RomanceFugaku estuvo a punto de perder a su hijo Itachi hasta que halló al único capaz de curar su enfermedad, pero no sería gratis. -Cuando tu segundo hijo cumpla ocho años, lo traerás a mí, será mi sirviente por unos años. -Pero mi esposa no está- -Lo es...