One Hope

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º Los dos días más importantes
de tu vida, son el día en el que naces y
el día en el que descubres por qué.º

Las campanas retumbaban en el lugar

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Las campanas retumbaban en el lugar. La iglesia, en otros casos donde se celebraban la unión de dos personas, el lugar sagrado y el hogar De Dios; en estos instantes no era más que un sitio de conflicto. El Superintendente veía al rubio soltando aquellas palabras envenenadas, que llegaban al corazón de él de cresta. Lo manipulaba, lo intentaba al menos porque Horacio ya no se dejaba tan fácil, y eso hacía que Gustabo se exasperase. Quiero decir, Pogo. Conway no sabía como reaccionar, su garganta estaba seca y las palabras no salían. Respiraría hondo, arrugaría el entrecejo en un vago intento de detener sus lágrimas y con una voz entrecortada pero firme llamaría por su nombre, su verdadero nombre, al de cara horriblemente pintada:

— ¡Gustabo!

Este reaccionaría, mirando entonces al hombre, con una mirada de pura rabia e ira. No obstante, profundizando más tus sentidos y descifrando más bien el propio porte de Gustabo, podía verse perfectamente como pedía ayuda a gritos. Gritos silenciados por la venganza incoherente de Pogo. El cual repentinamente sonreiría, tramando algo haciendo que a ambos sujetos frente a él se les pusiese la piel de punta.

— Dime, Jack. ¿Le has dicho ese pequeño detalle a Gustabo?

Pronunciaría el nombre del ébano con repulsión y asco, con una sonrisa malvada en su semblante. Pero Conway no se dejaría pisotear, obvio que no:

— No diré absolutamente nada, quiero hablar con Gustabo.

Exigía el hombre, notándose ligeramente desesperado. Cosa que el payaso se percataría.

— ¿Acaso no puedes decirle a Horacio el motivo por el que realmente te odiamos? Acaso-...

— ¡¡¡No hablaré contigo, quiero hablar con mi hijo!!!

Interrumpiría el superintendente, en un tono de absoluta autoridad. O un intento, porque su voz se quebraba y bajo sus gafas se escondían sus ojos cristalizados por las lágrimas. Todo su tonificado cuerpo temblaba de impotencia. El suelo bajo el de mechas rubias estaba cubierto de la propia sangre del mismo, proveniente de una herida en su abdomen.

— Tenemos que llevarte a un hospital, Gustabo. Deja que te ayudemos.

Exclamaría Horacio, notablemente preocupado por su "hermano". Pero este no quería dejarse ayudar, estaba manteniendo distancias.

— Gustabo, deje que te ayude, por favor hijo mío.

Rogaría el mayor, yendo junto al rubio que estaba hecho bolita en el suelo. No podía soportarlo, su cabeza daba vueltas y una terrible jaqueca ensordecía sus sentidos. Apenas escuchaba al azabache hablarle, y por alguna razón, le relajaba.

— Ya tuve suficiente con tu madre, por favor, déjanos ayudarte. Por favor hijo mío...

Lágrimas bajaban por el rostro de aquel roto hombre, rogando que su hijo volviese, cosa muy poco posible. Pero no imposible. Gustabo soltaba pequeños quejidos, y de un momento a otro soltaría un alarido de dolor. Pasan los segundos, la iglesia es puro silencio, Conway estaba arrodillado a un lado del menor, manchando sus pantalones militares de aquel líquido vital que no paraba de salir.

º- Thanks Dad - Spain RP [One-Shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora