❝Los chicos las prefieren vírgenes.❞
Era algo que Beverly oía a diario.
No era raro encontrar por las calles folletos que prometían devolverte la virginidad "100% garantizado o te devolvemos tu dinero." Folletos que claramente solo eran una farsa para quedarse con el dinero de las pobres y desesperadas mujeres que temían no complacer a sus estúpidas parejas.
La pelirroja se sentó con dificultad al borde de la cama y observó por unos momentos al chico que se encontraba en está, durmiendo plácidamente. Se había prometido a ella misma no volver a acostarse con un tipo como ese, algo que no pudo cumplir gracias a las copas de más que había tomado la noche anterior.
Recordaba con asco lo que había ocurrido; Ella pidiendo más, sus pieles llenas de sudor y la habitación llena de jadeos.
❝Las chicas como tú solo sirven para una cosa, sexo.❞
Era lo que ese mismo chico había dicho una semana atrás al enterarse que no era el primero con el que había tenido intimidad, tampoco el segundo y mucho menos el tercero. No es que se acostara con cada chico que se encontrase en su camino, pero definitivamente no era una "Virgen pura".
Ella solo era una chica en busca de amor, pero aparentemente eso solo era para chicas vírgenes.
Sus esperanzas, de encontrar una persona que la supiese valorar, que la amará tal y como es, se esfumaban por cada pareja que tenía.
Se vistió rápidamente, tomó sus cosas y salió de ahí, veloz como un rayo.
❝¿Sabes? Reservó mi virginidad para después del matrimonio❞
Sabía que muchas de ellas no lo cumplirían; Sin embargo, no podía evitar sentirse como una basura insuficiente, nadie quería una relación estable con una chica como ella. No todas tenían la fortuna de elegir con quién perder la virginidad, ella había sido forzada a perderla con su progenitor.
Para los hombres era diferente, para ellos perder la virginidad se consideraba un triunfo.
-¡Bev!
Un animado grito la sacó de sus pensamientos. Era el adorable Ben, quien agitaba sus brazos con entusiasmo para llamar su atención. Ella sonrió y apresuró su pasó hasta su amigo, hace mucho que no compartía palabras con algún chico del grupo de los perdedores, después de que cada uno tomará su camino al entrar a la universidad.
El contrario borró poco a poco su sonrisa al ver los signos de llanto en los preciosos ojos de Beverly.
- ¿Te encuentras bien? -Cuestionó con preocupación.
Sin importar los esfuerzos que hizo por parecer fuerte, las lágrimas salieron a mares. Beverly negó con la cabeza.
-Los chicos las prefieren vírgenes. -Murmuró junto a un sollozo.
Ben comprendió lo que ocurría. Recordaba con nostalgia a aquella niña que se avergonzaba al ir por tampones a la farmacia, aquella que intentaba desmentir todos los rumores que decían que era una "zorra". Sabía que todo lo que decían sobre ella en ese tiempo era completamente falso, Ben creía que todas las niñas envidiaban lo bonita y dulce que Bev era. Ahora sabía que Beverly ya había estado con otros hombres, los rumores se esparcen como fuego; Sin embargo eso no había cambiado nada, ella seguía siendo la misma chica de la que se enamoró.
- Bev... -Dio un suspiró, sonrió cálidamente y la miró con el mismo brillo con el que la miró el primer día que la conoció. - Tu vida sexual no determina tu valor como persona. Eres una chica increíble. No hagas caso a los idiotas que te hagan menos. Eres la misma niña que conocí hace años y estoy seguro que nunca conoceré a alguien que te iguale. Yo te am... -Pauso de golpe. -Te apreció mucho.
Ben no entendía la razón por la cual no querían quedarse con una chica tan maravillosa. El daría todo por estar con ella, si tan solo fuese un chico lindo, pensó.
- G-gracias. -Beverly conmovida por sus palabras, se lanzó a los brazos de su viejo amigo, fundiéndose en un largo abrazó. Ben tenía la capacidad de hacer sentir a una persona tan feliz con tan solo unas palabras, como la vez que la halago por su corte de cabello esa vez en la cantera, cuando creía que se veía menos atractiva.
Con Ben, Beverly olvidaba todo, se sentía tan completa, tan valiosa, tan feliz. Beverly hubiese querido besarlo y decirle todo lo que sentía, como si fuese una adolescente enamorada, pero su mente no dejaba de atormentarla, si tan solo fuese digna de él, digna de un chico tan dulce.
Estuvieron hablando por un rato más, contaron lo que les había pasado los últimos años, recordaron momentos de su niñez con melancolía. Hasta que llegó la hora de despedirse.
Ambos chicos se alejaron con una enorme sonrisa en sus rostros. Prometieron reencontrarse pronto, sin saber que ese pronto llegaría años después, 27 años después de conocerse.