—¡Katsuo! ¿Estás loco? No puedes hacer eso —dice un hombre joven, de mi edad.
—¿Entonces qué hago, Ritsu? ¿Le dejo hacer lo que quiera? ¿Es que no te das cuenta? ¡Va a hacer que nos maten a todos! —respondo bastante frustrado, mientras encaro a mi amigo, balanceando una carta que está algo arrugada en mi mano.
—Claro que tienes razón, pero no puedes hacerlo. No puedes atacarle ahora. Entonces sí que te matarán. ¿No te das cuenta de que eso es lo que quiere tu tío? Está buscando una excusa para apartarte de su camino —continúa explicando, intentando que entienda. He de reconocer que lo que dice es verdad—. Dame la carta, anda —suspira, mirándome con una pequeña sonrisa.
Algo más relajado, le entrego el trozo de papel, para después darme la vuelta y alejarme de él. Necesito relajarme. La dichosa carta fue un duro golpe; resumiendo su contenido, indica que van a asesinar a un hombre y a sus hijos porque se descubrió que no estaba de acuerdo con las decisiones que se están tomando en el clan. Si no me ha pasado a mí es únicamente por ser quien soy. Intento alejar el pensamiento de mi mente, agradeciendo internamente a Ritsu por abrirme los ojos, pues probablemente me acaba de salvar la vida. De no ser por él, Ryuu ya tendría un motivo muy bueno por el que acusarme ante el clan.
Suspirando, miro a mi alrededor. Las casas de madera abundan a los lados de la calle principal de la Hacienda Sento, que se bifurca en varios callejones que llevan a las diferentes secciones de la propiedad. Sin dudar, tomo uno de estos caminos a mi derecha, algo escondido, puesto que está en medio de dos pequeñas edificaciones abandonadas desde hace varios años. El por qué no se han destruido sigue siendo un misterio para mí. Continúo avanzando hasta que la pequeña calzada de tierra se termina abruptamente, dando lugar al bosque que rodea la Hacienda. Atravieso las ramas frente a mí y camino de frente durante unos pocos minutos hasta que un claro se deja ver ante mí. No puedo evitar sonreír ante la vista.
Me acerco a una roca que está situada convenientemente en medio de la explanada y dejo reposar mi espalda sobre ella. A juzgar por el Sol, no debería tardar mucho en llegar. A medida que pienso esto, un cuerpo emerge de entre los árboles. Con alegría, me levanto y me dirijo hacia la figura.
—¡Hola! Tan puntual como siempre, Yori —le saludo al llegar a su lado.
—Buenos días, Maestro Katsuo —dice inclinándose levemente, con una expresión seria, haciendo que su flequillo cubra parte de su frente.
—Tan formal como siempre... ya sabes que mientras estemos solos no tienes por qué decirme así. Basta con que me llames Katsuo. Somos amigos, ¿no? —le indico con una leve sonrisa mientras sacudo lentamente la cabeza de lado a lado. Supongo que la formalidad de Yori nunca cambiaría.
—Maestro, sabe que no es correcto —reclama mi actitud—. Pero sí, supongo que somos amigos —añade con minúscula sonrisa.
A pesar de lo ridículo que puede resultar, ese pequeño gesto me ha alegrado la terrible mañana que estaba teniendo.
—¿Maestro? —pregunta Yori un tanto desconcertado.
—¿Sí?
—Creí que íbamos a entrenar —dice desenfundando una espada de madera, o bokken, como se le suele decir. Es ahora cuando me doy cuenta del atuendo que lleva. Se trata de un kimono violeta pálido, con una larga falda samurai de color negro, junto a unas zandalias de madera, las cuales se empieza a quitar. Hace buen conjunto con su peinado, que consiste en una coleta con un sencillo flequillo. Los colores de los ropajes resaltan sus ojos, negros como la noche.
—¿Maestro? —insiste frunciendo el ceño, a la vez que sujeta el arma con ambas manos, poniendo la espada frente a su cuerpo.
—Sí, claro, perdona. Estoy algo distraído hoy —suelto con la intención de que pregunte por qué, sin embargo, no recibo respuesta por parte suya—. Está bien —suspiro sacando un arma como la suya, ligeramente desilusionado—. Empecemos.
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The Warriors
Teen FictionJapón, Período Sengoku, año 1530. En esta turbulenta época en la que nos encontramos, una nueva guerra civil se avecina en la isla principal nipona. El clan Tokugawa ha obtenido el shogunato; el gobierno les pertenece, pero para controlar la gran ex...