~Capitulo 5

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Maratón 1\3

-¿No va a ser extraño con él al alrededor? -presiono María
-. No seas ridícula-. Ella entrecerró los ojos especulativamente.
-No vas a utilizar esta oportunidad para conectar con él de nuevo, ¿cierto?
-Repugnante. Por favor no me preguntes eso otra vez. -Pero la idea se me había ocurrido. Totalmente lo tenía. ¿Qué pasa si Andrés me da un pase? No era difícil de imaginar. María y Dylan estarían el uno encima del otro. Lo que nos dejaba a Andrés y a mí. No me sorprendería si intentaba algo. Lo que significaba que tenía que decidir ahora si iba a dejarlo.
Tal vez, si pensaba que en realidad él había seguido adelante, podría dejarlo. ¿Pero la forma en que me había mirado en el 7-Eleven? ¿Cuando yo estaba coqueteando con Aristoteles? Si eso no era arrepentimiento, no sabía lo que era. Pero esta vez, decidí, iba a hacerle trabajar por ello. Él me había humillado, y tenía una gran cantidad para hacer para compensarlo. No lo tomaría de vuelta hasta que haya sufrido lo suficiente. Un poco de humillación con una cereza en la parte superior. Andrés sabía que yo no era un tramposo, lo que funcionaría a mi favor. Tendría un buen rato con él y luego lo tiraría, alegando culpa por engañar a mi novio falso. ¿Ya sabes lo que dicen sobre la devolución? Muy pronto, Andrés iba a saberlo también.
Alegre de por fin tener un plan, me senté absorto en mi asiento, sintiéndome triunfante con aire de suficiencia y listo para la larga semana por delante. María abrió la cremallera de la caja de CDs, pero antes de que pudiera dar la vuelta a través de los CDs, se dio cuenta de un papel doblado en la parte frontal de la caja.
-Wow, mira esto-. Miré hacia los lados. Ella sostenía un mapa topográfico del Grand
Teton Nacional Park -la clase que consigues desde una estación de Guardabosques, pero en éste había apuntado notas por todas partes con la letra de Andres. Se pliega en tres partes, y luego otra vez a la mitad, y la coloración se desvanecía, los bordes deshilachados. Andrés había hecho claramente un buen uso de él.
-Andres marcó todas las mejores rutas de senderismo, -dijo María -. Mira lo lejos que ha subido -hay notas en todas partes. Debe haberle tomado años hacer esto. Sé que siempre se burlaban de él por ser un idiota nerd del aire libre, pero esto es un poco genial.
-Déjame ver. -Tomé el mapa, aplastándolo con el volante y mirando entre éste y la carretera. Andrés había marcado más rutas de senderismo. El mapa estaba lleno de notas que detallaban rutas con moto de nieve, caminos sin pavimentar, refugios de emergencia, una estación de Guardabosques, puntos panorámicos de interés, terrenos de caza, lagos no contaminados y arroyos, y pasos de fauna. Idlewilde también estaba
marcado. Para un excursionista varado en las montañas, el mapa sería una útil herramienta de supervivencia. Todavía estábamos demasiado lejos para encontrar nuestra ubicación en el mapa de Andrés, pero estaba considerando seriamente
negociarlo con las notas del Señor Velazquez una vez que nos acercáramos.
-Definitivamente tienes que darle el mapa a Andrés de vuelta, - insistió María. Doble el mapa, metiéndolo en el bolsillo trasero de mis pantalones cortos. Un mapa tan minuciosamente detallado tenía que valer algo para Andrés. Lo devolvería. Pero primero me gustaría hacerlo sudar un poco.
Treinta minutos más tarde, el mixtape llegó a su fin con "Every day is a winding road," de Sheryl Crow. El camino se había empinado, y zigzagueábamos arriba de la montaña en el camino en zigzag. Las cunetas de la carretera cayeron bruscamente, y me incliné hacia delante por encima del volante, concentrándome alrededor de cada curva cerrada. Una vuelta equivocada nos enviaría cayendo sobre la ladera de la montaña. La idea era tan emocionante como lo era de infartante.
-¿Se ven aquellas nubes como de lluvia para ti? -preguntó María, frunciendo el ceño mientras señalaba a un grupo de nubes oscuras brotando por encima de las copas de los árboles hacia el norte-. ¿Cómo es eso posible? Comprobé el tiempo antes de que nos fuéramos. Se supone que la lluvia debe llegar hasta Idaho, no a Wyoming.
-Lloverá un par de minutos y luego el cielo estará limpio. -Si no te gusta el clima en Wyoming, cuélgate alrededor cinco minutos. Así decía el refrán.
-Es mejor que no llueva un sólo día que estamos aquí, - María sopló con más indignación. Me preguntaba si estaba pensando en Rachel y Emilie tomando sol en la playa de Waikiki. Sabía cuánto María había querido ir a algún lugar tropical para las vacaciones de primavera. Pensaba que decía mucho acerca de nuestra amistad el
hecho de que ella estuviera conmigo ahora. Peleábamos, seguro, pero éramos sólidos. No muchos amigos renunciarían a la playa para practicar senderismo en las montañas.
-He leído en una guía que la lluvia tiene algo que ver con el aire caliente y frío aquí que siempre chocan juntos, -murmuré sin hacer nada, manteniendo los ojos fijos en la carretera-. A esta altura, el vapor de agua puede convertirse en hielo, que tiene una carga positiva. Pero la lluvia tiene una carga negativa. Cuando las cargas se acumulan,
crean un rayo y tenemos una tormenta. María se bajó las gafas de sol por la nariz y quedó boquiabierta hacia mí.
-¿También enciendes fuego con palos y navegas por las estrellas?-. Solté el volante el tiempo suficiente para darle un empujón a su hombro. -Deberías haber echado un vistazo al menos a alguna de las guías que te compró tu padre.
-¿Te refieres a las guías que me enseñaron que un ser humano puede subsistir con excrementos de conejo si se enfrenta a la hambruna? -Ella arrugó la nariz
-. Esa fue la primera y última vez que cogí una guía. De todos modos, leer una habría sido un desperdicio, ya que mi hermano se hará cargo y nos guiará alrededor.
Andrés no iba a estar a cargo. No esta vez. No me había entrenado tan largo y duro para entregar el control.
Poco después, el cielo se llenó de un gris oscuro y sucio. La primera gota de lluvia me salpicó en el brazo como hielo. Entonces otra. Tres más. En cuestión de segundos, la lluvia repiqueteaba abajo constantemente, salpicando el parabrisas con diminutos pinchazos de agua. Detuve el Wrangler en el medio de la carretera, ya que no había
ningún lugar para estacionar. María aplastó las gotas de agua como si fueran mosquitos.
-Ayúdame a poner la capota hacia arriba, -le dije, saltando. Levanté la capota de lona, indicándole que tiene que cerrarla hacia abajo. Abriendo la plataforma trasera, desenrollé la ventana y sujete las correas. En el momento en que terminé, estaba completamente mojado, los pelos de mis brazos parados rígidos por el frío. Saqué el agua fuera de mis ojos y cerré las ventanas laterales. Finalmente, conseguí unir el velcro y salté de vuelta al interior del coche con un estremecimiento violento.
-Ahí está tu carga negativa, -dijo María inexpresiva-. Apoyé la mejilla a la ventana fría y miré hacia el cielo. Violentas nubes grises de tormenta se extendían en todas las direcciones. Ya no podía ver nada azul, ni siquiera una grieta de ello en el horizonte. Me froté los brazos para calentarme.
-Debería llamar a Dylan e informarle, -dijo María, usando la marcación rápida en su teléfono. Un momento después se dejó caer en su asiento-. Sin servicio.
Sólo habíamos hecho un par de kilómetros antes de que la lluvia rompiera desde el cielo en un torrente. Una rápida corriente de agua se derramaba por la superficie de la carretera. El agua salpicaba a lo largo de los neumáticos y me preocupaba que el coche se deslizara. Los limpiaparabrisas no podían eliminar el agua lo suficientemente rápido; la lluvia golpeaba con tanta furia, que no podía ver a dónde iba. Quería que parara, pero no había una cuneta. En cambio, me detuve lo más que pude a la derecha de mi carril, estacionada, y encendí las luces de emergencia. Tenía la esperanza de que si alguien conducía detrás de nosotros, sería capaz de ver las luces intermitentes a través del
aguacero.
-Me pregunto cómo estará el clima en Hawai, -dijo María, utilizando la manga para despejar la niebla que se acumulaba en su ventana. Golpeteé mis uñas en el volante, preguntándome qué haría Andrés en mi lugar. Iluminaría mi estado de ánimo enormemente si, esta noche, le pudiera informar que logré resistir el temporal, sin problema.
-No entres en pánico, -murmuré en voz alta, pensando que sonaba como un buen primer paso hacia el éxito.
-Es un diluvio, no tenemos servicio de telefonía celular, y estamos en el medio de las montañas. No entrar en pánico. Claro, -dijo María.

Hielo Negro [EMILIACO] *Adaptación*Where stories live. Discover now