Capítulo 1

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Una mañana de verano tardío, en un jardín donde el olor a flores inundaba el lugar, mientras nuestra pequeña protagonista se encontraba agachada junto a su madre frente a unos lirios de los valles de color blanco a las que regaba, un soplo de viento trajo hasta a sus pies una carta. Tanto la madre como la niña estaban tan ensimismadas en su tarea de jardinería, que no dieron noticia del papel tan importante que había ido a parar a su lado. Fue en el momento en el que la madre apartó la mirada de las flores, a las que les estaba quitando con delicadeza las hojas marrones, cuando notó la presencia de la carta. Normalmente, no habría notado la presencia del sobre, es muy despistada, se pierde en sus pensamientos y apenas presta atención a los pequeños detalles, pero, esta vez, algo desde el fondo de su corazón, le susurró que cogiera esa carta. Estiró el brazo, una vez notó el tacto del papel entre sus manos, quedó atónita ante el nombre que aparecía escrito en el reverso: Bryony Moore. Extrañada siguió examinando el sobre, cuando en el sello lo reconoció, el sitio que tanto le había dado, pero que casi había olvidado. Una sensación de nerviosismo inundó su cuerpo, seguida de emoción, notaba como un calor recorría su ser, había llegado. Había llegado.

-Bryony – dijo llamando a su hija, que, al igual que su madre, se perdía en sus pensamientos, como en este momento, que se encontraba absorta en su mundo interior. Era tan difícil saber qué pasaba por su mente, ya que, una vez llegaba a ese punto onírico era como si se separase de su cuerpo, como si su alma viajase por mundos imposibles de imaginar y a los que sólo se podía llegar con la sensibilidad que caracterizaba a la niña.

- Bryony – volvió a repetir la madre, poniéndole la mano en el hombro para hacerle volver al momento presente. La niña, la miró con esos ojos negros como el ébano, a los cuales un mechón de su larga cabellera, de la misma intensidad de sus ojos, tapaba parcialmente. Siempre había tenido el pelo muy largo, apenas lo cortaba, siempre se lo trenzaba en un recogido un tanto despeinado para que no le estorbase, pero se le acababan escapando los mechones que terminaban revoloteando alrededor suya. La niña, la miraba callada, expectante de lo que le tenía que decir su madre, sosteniendo la mirada a la espera de sus palabras. – Vamos un momento dentro de casa, tenemos que hablar de algo importante. – Bryony, sin intermediar palabra, obedeció a las órdenes de su madre, dejó la regadera metálica y el sombrero de paja, que le cubría contra el sol, evitando así que su pálida piel se quemara, justo en el mismo sitio en el que estaban cuidando de las flores.

Siguieron el camino de piedras que atravesaba la hierba y la zona ajardinada. Bryony iba justo detrás de su madre, callada. No es que fuese tímida ni callada, simplemente compartía y dejaba ver sus pensamientos con aquellas personas con las que se sentía verdaderamente cómoda. No eran prejuicios de pensar que la podían juzgar, era innato, daba a conocer aquellos aspectos de ella con quien intuía que podía comprenderla a los niveles a los que ella llegaba, pero no era un proceso que razonara, ni siquiera lo pensaba, era algo que le nacía. Era algo que llamaba mucho la atención en el colegio en el que estudiaba. Los profesores que no la conocían de antes, no tardaban mucho en pedir tutorías con sus padres para explicarles los "problemas" de la niña. Ella, se adelantaba a la contestación de sus padres y le explicaba de manera calmada y educada a los profesores que era algo que no hacía queriendo, "simplemente estoy pensando", decía con su dulce voz. A los días, cuando veía que se relacionaba como cualquier otro niño con sus demás compañeros y compañeras, los profesores nuevos quedaban sorprendidos. Era una niña normal, pero con un mundo interior muy rico y envidiable. El comportamiento "reservado" de Bryony no era algo que molestara a los demás. Hablaba con todos, pero no de todo. Sabía qué conversaciones tener con cada persona para no hacer sentir incómodo a su interlocutor, y prestaba atención a los intereses de cada uno. Así que, con todo esto, era tarea complicada conocer la personalidad de Bryony al completo, ni siquiera sus dos amigos de la escuela, Holly y Gordon, sabían todos los rincones que habitaban en su mente. Aunque este misterio que encerraba la niña no era imposibilidad para mostrar su afecto hacia los demás, demostraba su cariño a diario.

Como La Luna y El SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora