«Prologum»

5 0 0
                                    

Cuando sus manos estaban estudiando mi cuerpo era la hora en la que el sol se encontraba en el punto opuesto al de mediodía y que señala el fin de un día y el principio del siguiente; él coincidía con las doce horas solares de la noche.

Él era la parte central de las oscuridades y las sombras, el centro de atención en el período comprendido entre las doce y las primeras horas de la mañana.

Las miradas curiosas de las estrellas me decían que él jamás dejaría de provocarme, de tentarme, de seducirme, de vigilarme con ojos centellantes que me miraban a cada minuto hasta que llegaba la medianoche.

Me permitía enredar mis dedos entre las hebras de su cabello mientras él me decía cuánto me quería. Cuánto me deseaba, cuánto me anhelaba debajo de él, fundiendo mi cintura y sus caderas con el fin de que fuéramos uno solo.

Él estaba loco. Él me hacía pasar por los pasillos sin hacer el más mínimo ruido entre risas cómplices. Huíamos de los demás y nos aprovechábamos el uno del otro cuando nadie nos veía.

Él era un lunático. Le gustaba compartir conmigo sus más oscuros secretos, y he disfrutado cada segundo de éstos.

Él era un demente. Hacía cualquier cosa que estuviese a su alcance y también fuera de él para complacerme. En todos los sentidos.

Él era un obseso. No quería que ningún hombre además de él mirara a su Anna. Manejaba muy bien los celos.

Él utilizaba el sarcasmo y la ironía en todo momento. No había oración que saliera de su boca sin llevar un sentido alterno.

Él era avaro y egoísta. Me juraba que jamás tendría la valentía de compartirme, mucho menos si se trataba de otro hombre con dobles intenciones.

Él era atrevido y desvergonzado. Para él nunca existió la timidez cuando se trataba de acercarse de manera descarada hasta aprisionar a su presa.

Puedo seguir escribiendo todo lo que he vivido con Harry Styles. Relataría las aventuras que con él algún día pasé. Enumeraría las maneras en las que nuestras discusiones terminaban dentro de una cama –o en cualquier parte que le resultara conveniente–,… amándonos sin compasión alguna.

Pero el tiempo se hace estrecho cuando de él se trata.

Porque él era todo, tan poderoso, tan misterioso y enigmático; yo me reducía a nada ante su presencia. Y las palabras que me susurró durante nuestro primer de muchos encuentros, sigue grabada con tinta indeleble dentro de mi memoria:

«Estoy a tu servicio, Anna. He de complacerte cuando lo necesites y tu cuerpo se ceñirá tanto al mío, que será imposible que tu interior olvide a quién le perteneces».

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 14, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Medianoche ➵ h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora