3.

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La tercera vez que sucede, Tony está en la cama del hospital.

Demasiado lento para evitarlo, Steve había observado, entumecido, cómo una explosión arrojaba a Iron Man hacia un edificio, sus columnas se derrumbaban sobre Tony. Sacarlo de las cenizas y los escombros había sido un horror, un limbo de miedo gélido, pavor asfixiante y oraciones desesperadas.

No deberíamos haber tomado la misión, piensa Steve egoístamente, sosteniendo la forma adormilada de Peter cerca de su pecho, meciéndolos a ambos para calmarse más que para calmar a su hijo. Estaban retirados. No deberían haber venido en misiones de emergencia.

Y sin embargo, y sin embargo.

No se perdonarían si no lo hicieran.

Y Steve no se perdonaría a sí mismo si Tony no saliera de esta.

—¿Pa? —Peter susurra, sus pequeñas manos alcanzan la mejilla de Steve. —No llores.

—No estoy llorando, cariño —miente Steve. Traga saliva, empujando hacia atrás contra la presión que se acumula en su garganta, en su pecho. Peter apoya la cabeza en el hombro de Steve y Steve, agradecido, entierra la nariz en los cortos mechones de pelo de Peter. —Simplemente descansa ahora. Cuando despiertes, tu papá estará mejor.

—¿Papá se despertara?

—susurra con firmeza. La alternativa es impensable. Al mirar hacia arriba, ve el cuerpo de Tony demasiado pálido y demasiado quieto conectado a intravenosas y monitores que emiten un sonido constante, casi reconfortante. Se acomoda en la silla de plástico del hospital y coloca a Peter en su regazo. —Si. Todo está bien.

Nada esta bien. Pero Peter no tiene por qué saber eso.

Con una mano envuelta con fuerza alrededor de su hijo, Steve acuna su mano libre alrededor de la fría muñeca de Tony, midiendo el pulso que se desliza allí y frotando algo de calor en la piel.

Vuelve, Steve quiere suplicar. No puedo hacer esto sin ti.

—Quiero jugar.

El murmullo de Peter envía otra punzada de culpa a través de él.

Es un milagro que incluso hayan dejado entrar a Peter en la habitación del hospital, aunque sabe que fue menos un milagro, más una Natasha que se abrió paso. No habían podido calmar al pequeño sin ninguno de sus padres en la habitación, y Peter estaba hecho un desastre cuando ella lo puso en los brazos de Steve.

Independientemente, Steve no cree que al personal le guste mucho jugar. Tampoco le quedan fuerzas para moverse, agotado por la batalla y enfermo de preocupación.

—Tenemos que estar callados, Pumpkin —No es el padre que Peter necesita en este momento. Tony siempre fue mejor que él en esto, y se apresura a recordar los apodos y trucos de Tony para calmar a su hijo. —Tu papá necesita curarse.

—¿Io man salva a papá?

Dios, Steve se siente miserablemente vacío, ojala.

Esta fue una cosa más en una larga lista de sus fracasos hoy. No había sido lo suficientemente bueno para salvar a su propio esposo, y ahora estaba haciendo enojar su hijo.

—Iron Man no puede, Peter.

Peter no parece aceptar eso.

Se mueve en los brazos de Steve hasta que se sienta frente a la cama y levanta un brazo en una pose ahora familiar. Con la palma hacia fuera, dirigida hacia el pecho vendado de Tony, Peter ordena con voz estridente: —¡Salva a papá!.

Steve tiene que hacerlo, tiene que mantenerse fuerte.

Esta no es su madre acostada en la cama, frágil y luchando por respirar. Este era Tony, quien había demostrado una y otra vez que, sin importar las probabilidades, lo haría funcionar. Este era su hijo, que dependía de Steve mientras Tony no podía estar allí.

—Oye, oye, está bien —suelta la mano de Tony para volver a Peter a su pecho, ahuecando la mejilla de su hijo para distraerlo. —Los médicos están haciendo todo lo posible. Ellos salvarán a papá, ¿de acuerdo?

Peter olfatea. Los ojos se acercan a los de Steve, mueve su mano hacia las propias mejillas de Steve, golpeándolas suavemente. —No llores.

—No —Steve intenta estar de acuerdo. —No hay que llorar —Su voz se quiebra y empuja a Peter hacia su pecho para que el niño no tenga que ver su dolor. —Te quiero mucho. —Debería haberle dicho más a Tony, debería haber...

—Te amo, papá.

La pequeña voz se propaga contra el corazón de Steve, sonando tan sincero y suave que lo rompe y lo calma de una vez.

—¿Qué pasa si te cuento una historia? —Steve pregunta, esperando que su hijo no pueda escuchar el temblor en su voz. —Tu papá podría oír.

Pero Peter también era el hijo de Tony, más inteligente de lo que cualquier niño de tres años tenía derecho a ser. Entierra la cabeza en la ropa de Steve, sus pequeñas manos arrugan la camisa en su fuerte agarre.

—¿Papá se despertara? —Peter vuelve a preguntar lastimeramente.

No lo se.

Steve le frota la espalda, dibujando círculos sobre círculos hasta que el agarre de Peter se afloja, esforzándose por no pensar en el reactor de arco oscureciéndose. Nadie sabe si Tony volverá a despertar o si podrá oírlos. Espera que Tony pueda, que al menos la oscuridad que Tony odia tanto no se sienta demasiado sola con la compañía de sus voces, pero sabe que es una ilusión.

Se despertará, Steve quiere prometer una vez más, y sin embargo, las palabras ahora se le quedan en la garganta. Recuerda las promesas vacías sobre su propia madre, la amargura que sintió cuando fracasaron.

—No está de más intentarlo —le dice a su hijo en cambio, porque no puede darse el lujo de darse por vencido.

—Está bien —asiente Peter contra él. —¿Historia de Iron Man?

—El mejor de ellos.

Al menos, en las historias, Steve puede prometer un final feliz.

Algún día te lo pasaremosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora