Evangelio. 11 / 01 / 2015.

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Evangelio según San Marcos 1,7-11.

Juan predicaba, diciendo:

"Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias.

Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo".

En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.

Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma;

y una voz desde el cielo dijo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección."

Comentario

Homilía atribuida a San Hipólito de Roma (¿ -c.235), presbítero, mártir

Homilia del siglo IV para la fiesta de la Epifanía, sobre la «santa Teofanía»; PG 10, 852

El Señor baja a recibir el bautismo.

He aquí que viene el Señor para ser bautizado. Llega de incógnita, desnudo, sin escolta, revestido de nuestra humanidad, velando si divina grandeza para engañar a la serpiente. Es poco decir que sale al encuentro de Juan como un señor que despide su séquito personal. Se le acerca como un hombre cualquiera, pecador, inclinando la cabeza para ser bautizado de mano de Juan. Éste, asombrado por esta humildad, intenta impedirlo, diciendo: "Soy yo que tengo que ser bautizado por ti y ¿tú vienes a mí?" (Mt 3,14)

Mira, hermano mío, ¡de cuántos bienes tan grandes hubiéramos sido privados, si el Señor, cediendo a la petición de Juan, hubiera renunciado al bautismo! Porque, hasta aquel momento nos estaban cerrados los cielos e inaccesible el mundo de arriba... El Maestro ¿sólo recibió el bautismo? Renovó al hombre viejo (cf Rm 6,6), le concedió la dignidad de hijo adoptivo. Porque, al instante se abrieron los cielos. El mundo visible y el mundo invisible se reconciliaron. El ejército del cielo fue transportado de alegría; los enfermos de la tierra fueron curados. Los misterios secretos fueron revelados. La hostilidad cedió el lugar a la amistad... Cristo Esposo fue bautizado. Hacía falta que se abrieran las puertas espléndidas de la morada celestial (cf Sal. 23,7). El Espíritu Santo había descendido como una paloma y la voz del Padre había resonado:.... "Este es mi Hijo bien amado"...

Por esto, os ruego: Venid, todas las tribus de las naciones, venid a la inmortalidad del bautismo. Os anuncio hoy la vida, a vosotros que estáis postrados en las tinieblas de la ignorancia. Venid a la libertad, vosotros que todavía sois esclavos. Venid al reino, vosotros que sufrís la tiranía... ¿Cómo venir? me decís. ¿Cómo? Por el agua del Espíritu Santo (Cf. Jn 3,5). Esta agua, mezclada con el Espíritu, sacia el paraíso, alegra la tierra, fecunda el mundo, regenera y vivifica al hombre, el agua en la cual Cristo fue bautizado y sobre el que Espíritu descendió.

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