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𝐼𝑟𝑟𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛𝑎𝑙

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𝐼𝑟𝑟𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛𝑎𝑙

No debe ser muy tarde. Pero, a decir verdad, desconocía la hora. Podrían ser las cuatro de la mañana o las siete y yo no lo sabría. En otras circunstancias no me importaría, para ser honesta; es sólo que justamente hoy se cancelarían todas las actividades de la aldea debido a la tormenta que viene desde el norte, y ha causado bastantes daños en otras regiones; tenía hasta las seis en punto para poder tomar mis cosas y largarme de aquí antes de quedarme encerrada quién sabe cuántos días en el departamento de Neji, mi ex novio. Mi pierna derecha se anclaba su cadera para atraerlo a mi cuerpo en sueños, mientras que él con sus brazos me mantenía cerca.

El golpeteo de las gotas de lluvia en las ventanas y por todas partes ya eran bastante notables, y eso que aún no se emitía la alarma. Recorrí con la mirada la mitad de la habitación que tenía visible por encima de mi hombro, y logré divisar el reloj a un lado de la televisión que iluminaba la hora en color rojo: 5:45 a.m.

Tenía quince minutos de sobra, sólo era cuestión de no despertarlo y lograría salir de ahí. Bueno, y también debía agarrar fuerzas para salir del cálido abrazo donde me encontraba; incluso con las ventanas cerradas, la fría temperatura lograba colarse a través del vidrio y nos invadía desde muy temprano. Sentía mis pies congelados pero las manos, por alguna razón, no lo estaban. Estábamos a unos diez grados centígrados allá afuera y era inevitable no resentirlo dentro de la habitación.

Neji seguía dormido, y aun así en sueños buscaba la forma de sostenerme. En algún punto de la madrugada nos quedamos dormidos después del inesperado arranque de pasión y adrenalina; e, inconscientemente, terminamos buscándonos. Era muy normal entre nosotros que nuestras manos fueran su encuentro, que nuestras miradas se fusionaran, que nos conectáramos en muchos aspectos. Seguíamos muy acostumbrados el uno al otro, a pesar de haber terminado nuestra relación oficialmente. De alguna manera así es como nuestros cuerpos nos decían que sí éramos el uno para el otro, al menos en el sentido en que encajaban a la perfección.

Estos días llegaron en el momento menos indicado de nuestra recién concluida relación, pues estábamos al punto de quiebre. En un principio le había pedido un tiempo ya que necesitaba prensar mucho en lo que habíamos estado forjando desde ya hace casi cuatro años. En nosotros no aplicaba la frase "la costumbre es más fuerte que el amor", sino todo lo contrario. Pero dolorosamente tuve que aceptar que lo mejor era dejar de alimentar el dolor y aquel sentimiento de olvido mezclado con soledad que me invadía estando con él.

¿Por qué decidí alejarme?

Debía recalcar que fue una decisión que tomé muy a mi pesar, se debió la difícil situación del clan Hyuga ante sus regímenes, costumbres y constantes cambios de parecer. Podrían tener una fuerza milenaria en cientos de generaciones, pero el consejo y la gestión de ese clan, junto a muchas de las alianzas que mantenían, estaban basadas en términos pocas veces éticos. Nada fuera de normal. En todos los clanes y en todas las familias de renombre existían este tipo de cosas. Sin embargo, la invariable presión de su rama con Neji y la responsabilidad que él sentía con Konoha consumían su tiempo, esfuerzo y mente más allá de lo que muchas veces me mencionaba. Nos amábamos demasiado, pero el peso de la realidad era más poderoso que ni todos los sentimientos que podríamos tener servirían de remedio.

Las Lluvias de KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora