Alexander no podía dejar de mirarla.
Estaba seguro que esa caída que tuvo a los doce años del segundo piso del Santuario debió de haber dejado una secuela, no estaría en esa situación si estuviese cuerdo ¿Cierto? Es decir... lo que sentía estaba mal.
Él sabía su historia, su historia conjunta. Esa chica solo había sobrevivido gracias a que Sol tenía un enorme sentido de la justicia, pero debía de recordar quien era.
Antoniet Blakemore.
La pequeña sobrina de Vane, no era la única que tenía, pero si la única que el propio Vane había criado. No podía decir que el alfa había tenido opción, Sol demando que si quería que su hermana sobreviviera entonces él debería educar a sus hijos, de ninguna manera permitiría que crecieran junto a su madre y su patria, ella sabía que esos lobos eran venenosos y criarían otros dos pequeños cuervos para animarlos a sacarles los ojos.
Antoniet era la prueba de que esa decisión había sido acertada, era buena y amable con todo el mundo, demasiado para el gusto de Alexander, tanto que a veces parecía un colibrí asustado que con un poco de ruido salía volando a otro lugar o una avestruz al que molestan y esconde la cabeza debajo de la tierra.
Le enfurecía.
Ella sola se había designado como una Omega, las otras hembras la tomaban de conejillo y molestaban cada vez que tenían oportunidad, sus hermanas solían terminar esas peleas y solían regañarla en algunas ocasiones. Ella debía ser más fuerte, al final de cuentas era una Kattalakis.
Él la había visto llegar desde que era una recién nacida, había crecido con ella en la manada, procurado mantenerse alejado de ella y su fastidioso hermano, pero eso no pudo evitarse cuando vio como su hermano la apaleaba a los quince años. Ella era frágil y su hermano un idiota que la superaba en fuerza, él no pudo soportarlo y le dio una gran lección. Antoniet comenzó a seguirlo de vez en cuando y observarlo a distancia, podía notar que lo miraba con cierta adoración y respeto, él procuraba mantenerse lejos de ella.
Era la hija de Stone.
Se complico cuando ella tenía veinte años, la había escuchado llorar detrás de unos árboles. Tenían varios moretones y raspones en los brazos, podía divisarlos porque llevaba una camisa de manga corta, las hembras le habían dado una paliza en el entrenamiento. Él nunca había visto a una hembra llorar por eso, todas las mujeres del lugar eran fuertes, pero ella no estaba hecha para la batalla, pero no podía dejar de entrenar. La lucha era parte de lo que eran.
Él se mantuvo cerca, pero no se acercó a ella. Se oculto con sus poderes y sabía que ella tampoco era buena en magia, así que no lo detectaría. Cuando termino de llorar se limpio las lagrimas y respiró profundamente, una vez que se tranquilizo camino hasta la casa como si nada hubiese pasado.
Eso le causo cierto respeto hacia ella.
Respeto que con los años se fue convirtiendo en algo más complicado mientras ella se hacía más mujer y él más hombre. Cuando ella cumplió veintiséis supo que definitivamente había algo mal con él, pero sobre todo con su lobo interior.
Este se revelaba contra él cada vez que observaba como alguna de las mujeres de la manada la sometía y obligaba a hacer cosas por ella, se ponía furioso cada vez que sorprendía a Steve gritándole o despreciándola durante la guardia, cuando ella desaparecía todo el día como si esperará que se olvidarán de su existencia.
Se sentía tan frustrado.
¿Por qué se sentía tan atraído hacia ella?
Porque le gustaba.
ESTÁS LEYENDO
¿Podemos estar juntos?
FanfictionAlexander Flores nació de una humana, sin embargo, él no era humano. Su padre había sido un lobo Katagari que por alguna extraña razón se había emparejado con su madre. Un animal y una humana juntos... esas cosas difícilmente pasaban. Su naturaleza...