CAPÍTULO 30

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Los personajes de Candy Candy son popiedad de Mizuki e Igarashi.
Las imágenes pertenecen a la red. Créditos a quien las editó o subió.
Esta historia es de mi loca imaginación. Universo alterno.
Tiene Lemon. Están avisadas nenas.
TerryFic al 100000000%

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Me sentía cálidamente rodeada y protegida, una sensación que sólo había logrado mientras dormía con mi guapo novio en su departamento, pero eso no podía ser posible, yo estaba en mi recámara y él en su…

Me levanté como resorte cuando caí en cuenta de lo que estaba sintiendo y pensando, giré mi rostro y lo vi… ¡Santo Dios! Los recuerdos vinieron como torrente de aguas a mi cabeza, el susto que me llevé, yo sentada en sus piernas, nuestra fogosa entrega… Llevé mis manos a mi desordenado cabello y miré el reloj, las 2 de la madrugada… ¡Por todos los santos! Mis padres estaban por llegar, sino es que estaban ya en la casa. Estaba por despertarlo, cuando oí unos ligeros toques en la puerta… El corazón me galopó a mil por hora.

--¿Candy? Cariño, abre por favor…

Escuché la voz de mi madre del otro lado, un poco amortiguada quizá porque había pegado sus labios a la hoja de madera. El pánico se apoderó de mí inmediatamente, ¿estaría papá a su lado? Inspiré profundo y zarandeé a Terry, quien dormía plácidamente; en otro momento me hubiera quedado observando su bello perfil y sus incitantes labios entreabiertos, pero ahora, ¡ahora! Me urgía que se desperezara por completo.

--Terry… --Susurré, pero él sólo se giró de lado y me paso el brazo por la cintura. Apreté mis labios. --¡¡¡Terry!!! –Hablé con mayor autoridad pero en un tono bajo.

--¿¿¿Mmmm??? –Gimió.

--¡Levántate por el amor de Dios! ¡Te dormiste! –Le dije casi sobre el oído.

Él abrió sus hermosos orbes azules, brillantes por el efecto del sueño, me miró, sonrió y acarició mi rostro… Yo sentí el cuerpo como mantequilla y el típico hormigueo de la excitación, pero los golpes en la puerta me sacaron de mi ensoñación.

--Hija, necesito que abras… --Volví a oír a mi mamá.

--¡Terry! Mis padres están en la puerta.

Le dije de golpe para que terminara de desperezarse. Cuando pareció comprender mis palabras, abrió los ojos como platos y miró hacia la puerta. Su rostro denotó la emoción que lo inundaba en ese momento… vergüenza.

--¡Mierda! Me dormí.

--¿No me digas? –Respondí sarcásticamente. –Tienes que esconderte, ¡ahora!

--¿Esconderme, pero dónde?

Preguntó al tiempo que intentaba zafarse del edredón pero, producto de los nervios, el pie derecho se le enredó en el último momento, y fue a aterrizar al suelo generando un golpe seco. No tuve tiempo de preguntarle si estaba bien, pues yo ya me estaba poniendo la bata y encendiendo la lámpara de noche mientras le pedía, ¡no!, más bien le ordenaba meterse bajo la cama.

--¿Bajo la cama? –Preguntó él terminando de ponerse el bóxer y pantalón y tratando de juntar sus pertenencias entre sus brazos.

--¡Hazlo ya! –Exigí y caminé rumbo a la puerta, tratando de ponerme lo más presentable que mi maraña de pelo me permitiera.

Eché un vistazo rápido sobre mi hombro, notando cómo mi novio se metía, a regañadientes, donde le había indicado, inspiré profundo y, con una trémula sonrisa, abrí la puerta. Mi mamá entró rápidamente y cerró tras ella, inspeccionando el área con ojo crítico.

--¿Su… sucede algo… mamá?

--Nada del otro mundo. Tú padre se ha empeñado en venir a ver que estuvieras bien, que el frío no te hubiera enfriado el pie y provocado calambres, le he dicho que ya vendría yo a verte. –Respondió caminando y sentándose en la cama. Yo contuve el aliento.

--Ahh… No se preocupen, estoy bien, la verdad estaba plenamente dormida… Tus golpes me han despertado. –Traté de sonar segura.

--No tenemos mucho tiempo. --Habló mi madre como si estuviera tramando una conspiración. --Le he pedido a Jessi que arregle la habitación de invitados de la manera más discreta posible.

--¿La de… in… invitados? ¿Y por… por qué?

--Para que tu padre no mate a tu novio, si no ha sido por mi buen ojo, él hubiera venido a verte y a estas horas te habrías quedado viuda antes de tiempo.

--¿Mamá de qué hablas?

--¡Oh pequeña! Siéntate, se te puede hinchar el pie. –Me pidió; yo obedecí y me senté en el banco del tocador. –Pues de qué ha de ser, he visto el auto de Terry aparcado a una cuadra de aquí, o una de dos, se fue en taxi o caminando, y en ninguno de los casos hay sentido. Le diré a tu padre que duermes como un lirón. –Mi madre se puso en pie. –Jessi es de fiar, ahora sólo pídele a Terry que salga lo más sigiloso posible de tu habitación y evite caídas estrepitosas para no alertar a tu padre. Cualquier cosa, diremos que el chico se ha preocupado tanto por ti, que decidió dormir en la habitación de invitados para no dejarte sola y en caso de que tuvieras un terrible dolor causado por el exceso de frío.

Mamá caminó hacia la puerta.

--Y dile que ya salga de debajo de la cama, ese pobre hombre se va a resfriar… --A punto de salir estaba, cuando se detuvo y me miró por encima del hombro. –Que no olvide las botas que están debajo del sofá, o nada podrá evitar el derramamiento de sangre mañana.

Mi madre terminó de salir y yo solté el aliento que no sabía que estaba reteniendo, relajé los hombros y cerré los ojos hasta que oí ligeros ruidos abajo de la cama, entonces vi salir a mi semi desnudo novio de debajo de ella.

--¡Joder Candy! El piso está helado. –Se quejó Terry.

Yo lo miré, seriamente primero, y luego solté una carcajada reprimida. Lágrimas salían de mis ojos mientras él me miraba condenadamente molesto. Quería parar, pero no podía, creo que estaba liberando la tensión del momento vivido.

--No le veo la gracia. –Replicó mientras terminaba de vestirse.

--¡Oh amor! Deberías verte… Eres todo un poema… Un sexi poema… --Dije con diversión.

--Esto no es gracioso Candy, tu madre lo sabe todo, ¡todo! No me lo puedo creer… ¿con qué cara voy a verla ahora?

--Pues con la única que tienes cariño. Dale gracias a Dios que mi madre se percató de tu coche, de lo contrario, hubieran rodado cabezas.

Mi sexi novio me miró de mala manera.

--Ni me hagas caras y gestos, tú fuiste quien se durmió. –Reclamé.

Él exhaló audiblemente y se dejó caer sobre la cama, la cual, a la luz de la tranquilidad adquirida, se veía bastante desarreglada. Miré debajo del sofá, y ahí estaban las botas de mi novio… Bendita sea mi madre, siempre tan astuta.

--Debes ir con cuidado al cuarto de invitados, y procura no caerte, ya oíste a mamá.

Mis labios estaban curvados en una sonrisa velada. Terry se puso en pie, caminó hasta donde yo estaba, me cargó en brazos y me llevó a la cama. Luego tomó mi rostro entre sus manos y me dejo un beso largo y húmedo, provocándome calor instantáneamente.

--Descansa bien, querida. –Dijo el muy ladino separándose abruptamente de mis labios. –Te veo mañana.

Y salió con paso veloz. Escuché que hablaba con alguien, supongo que era Jessi. Me recosté y cerré mis ojos, la sonrisa traviesa no se borraba de mis labios, ya me lo imaginaba todo apenado siguiendo obedientemente a Jes… ¡Qué risa! Con ese último pensamiento en mente, me quedé alegremente dormida.

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Casi habíamos llegado al fin de la semana, faltaban dos días y estaríamos formalmente de vacaciones. Candy regresó a la escuela ayer, su pie ya estaba mejor, sólo lo traía vendado para evitar presiones innecesarias sobre él, mera precaución.

Desde lo sucedido en su casa, no ha parado de burlarse de mí y del tremendo espectáculo que me llevé… Aún no supero ese episodio, y menos al ver la cara de mi suegra quien, al igual que mi nena, siempre trae esa mirada traviesa en los ojos.

Al día siguiente de mi desliz, me levanté muy temprano, casi de madrugada y quise salir huyendo de la casa de mi rubia. Estaba llegando al último peldaño de la escalera cuando me topé de frente con mi suegro. Creo que mi cara adormilada se me quitó de un golpe.

Recuerdo que llevaba una taza de café en las manos y un traje Armani a la medida. Lo demás me pasó como un borrón; creo que me dio las gracias por cuidar de su hija y preocuparme por ella, e incluso se ofreció a llevarme a casa pero, casi con un pitido de voz, le dije que traía carro. Apenas se despidió de mí, salí corriendo de su casa.

Era obvio que mi dulce tormento me burlaría por lo acontecido. Me había quedado un chichón en la frente de la tremenda caída que llevé. A Candy le gustaba punzarlo con su dedo, dice que la desestresaba… Una risa idiota apareció en mi cara pese a saber que se ríe de mí, pero al menos la hago feliz hasta con mis estupideces.

No he querido decirle nada, pero las llamadas y mensajes han remitido, casi desaparecido. Empiezo a pensar que tal vez Karen haya tenido algo que ver, pues todo ha disminuido a raíz del reclamo que le hice y la amenaza de descubrir si ella tenía algo que ver. Aunque me juró y perjuró que no, ya no sé qué creer.

Mi nena cambió de número, al igual que sus padres, quienes restringieron y privatizaron sus números telefónicos. El celular de ella y el mío están intervenidos por el investigador en caso de volver a recibir una llamada. Espero que esto disminuya.

Mientras espero en el pasillo inferior a que mi nena me avise para que vaya por ella, veo a Susana caminar hacia mí, con sus inseparables compinches. Clavo mi mirada en el libro que tengo en mis manos, pero mis sentidos están alerta ante cualquier situación que pueda presentarse.

--Hola Terry. –Me habla en modo seductor.

No pudiendo eludir el saludo, elevo mi vista hacia ella y respondo con tono serio.

--Buenas tardes, Susana. ¿Qué se te ofrece? –Preguntó directo para cortar toda conversación innecesaria.

--Tranquilo guapo, he venido en son de paz.

La miro sin parpadear y sin ninguna emoción en el rostro. ¡Benditas artes histriónicas!

--Hemos organizado una fiesta en mi casa, antes de irnos de vacaciones. Ya hemos invitado a Candy, pero quisimos hacerlo personalmente contigo.

Entrecerré mis ojos. Esta fiesta no me parecía.

--Gracias por la invitación, pero no creo que vayamos…

--Pues Candy ha dicho que sí, aunque claro, ella puede ir… sola… --Habló Susana mirándome con aire burlón.

Le sostuve la mirada y respondí cortantemente.

--Ok, gracias. Ya lo platicaré con mi novia.

--Como quieras guapo… los… esperamos… --Dijo en tono sugerente antes de darse la vuelta y contonear, descaradamente, sus caderas.

Estaba empezando a meditar acerca de esta situación, cuando recibí la llamada de Candy indicándome que estaba parada al inicio de la escalera de su división, como yo estaba esperándola, no me encontraba lejos.

Subí y la encontré hablando con sus amigas, ella me sonrió en cuanto me vio y yo correspondí a su gesto. En cuanto llegué a su lado me dio un delicado beso; la bajé en brazos mientras seguía parloteando con sus amigas. Al llegar a la salida, se despidió de ellas y yo la llevé a mi vehículo. La acomodé y me subí en mi lado correspondiente. Íbamos en silencio hasta que ella preguntó:

--¿Todo bien amor?

--Sí. –Respondí y tomé su mano, dejando un beso sobre su dorso. --¿Qué tal el día?

Ella empezó a contarme de esto y aquello, y luego llegó al tema que yo había estado esperando.

--Estamos invitados a una fiesta.

Yo estaba llegando a un semáforo, así que me giré para verla y elevé una ceja.

--¿En serio? ¿De quién? –Me hice el desentendido.

Ella titubeó un momento, para luego decir:

--En casa de Susana…

Ahora elevé ambas cejas a modo de asombro.

--¿Y crees que sea buena idea ir? Tú y ella no son las mejores amigas, más bien, ni siquiera son amigas. Esa chica te odia a muerte.

--No pude negarme, te lo juro.

--¿Y por qué no? No es obligación que vayas.

--Lo sé, pero es que las chicas del equipo de porristas la han preparado con mucho entusiasmo y quieren que yo, como su capitana, pase un momento con ellas y disfrute de un buen rato, para alivianar la tensión del semestre.

--No lo sé… No me parece buena idea.

--¡Por favor! –Pidió ella. –Iremos sólo un rato y después nos pasamos a tu departamento, ¿sí amor?

La idea no terminaba de gustarme, esas chicas destilan maldad, y algo dentro de mí me instaba a negarme, pero Candy quería ir y obviamente yo no la dejaría sola. Finalmente, y contra mis propios deseos, respondí.

--Ok, serán sólo un par de horas y nos vamos. ¿Irán Annie y Patty?

--Creo que sí…

--Pídeles que vayan. Es más que obvio que si necesitas ir al sanitario yo no podré hacerte guardia.

--No creo que…

--Esa es mi condición.

Ella sonrió y asintió para luego aplastar sus labios contra los míos. Seguí el curso del camino con inquietud y una voz resonante en mi interior diciéndome que eso era una pésima idea.

PROPOSICIÓN INDECOROSA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora