Capítulo 1: El mejor comienzo del día

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Me levanté de mi fría cama y caminé hacia mi pequeño ropero, el cual consistía en dos estantes y tres cajones, y tomé mi ropa más abrigada: Una bufanda rayada, un gorro de invierno un suéter azul marino, unos simples vaqueros y mis desgastadas pero amadas botas. El invierno había llegado y cada año se hacía peor.

Caminé silenciosamente por el pasillo que se dirigía a las escaleras y las bajé procurando no hacer ni un solo ruido. Pero fue un intento fallido.

-¡Eider!-gritó mi padrastro desde arriba sosteniendo una botella de ron con una mano mientras se tambaleaba de un lado a otro.-¿A dónde...cre...es que ...vass?

-A la escuela, Ernie-dije en un casi inaudible susurro. Estas cosas ocurrian bastante seguido y ya sabía lo que seguía. Mi madre ya debería haberse divorciado. Ese hombre se mantenía del poco dinero que consguía mi madre y lo desperdiciaba en alcohol, mientras ella viajaba cada dos meses.

-Puesss...deberías haber terminadoo de hacer las tareasss de...la casa-dijo bajando un escalón, pero luego tropezó y cayó en seco en el segundo.-¡Yo te mantengo mocosa insolente!-Y revolió la botella en mi direcció pero yo la esquivé y corrí hacia la puerta. Estaba a punto de salir pero las sucias manos de mi padrastro me agarraron del cuello.¿Cómo había llegado hasta aquí con ese estado de ebriedad?-Te dijee que terrminarass-apretó más mi cuello.

-Suéltame-susurré ya sin aire.-Su...él...

De repente sus manos me soltaron, como si mi piel quemara y caí en el piso. Tomé dos grandes bocanadas de aire y salí de allí sin mirar atrás. Luego me las arreglaría con él.

Cuando ya estaba a dos cuadras de mi casa dejé de correr y repiré muy hondo. La clavícula comenzaba a dolerme. Eso me pasaba seguido, no sé por qué, pero era justamente donde tenía mi tatuaje. No recuerdo habermelo hecho pero era hermoso: Una pluma negra que se desvanecía y se convertía en pequeños pájaros.Continué caminando hasta llegar a la parada de autobus y tomé el primero que llegó. 

Cuando llegué a la escuela corrí para no llegar tarde a la primer clase, pero ya era tarde. Estaba demasiado alterada como para percatarme de que alguien me estaba siguiendo por los ya vacíos pasillos. Cuando me dí la vuelta no me encontré a nadie. Pero de vuelta sentí esa sensación. 

-¿Hola? ¿Hay alguien ahí?-pero nadie contestó. Así que seguí mi rumbo a la clase de matemática.

Cuando llegué a la puerta golpeé tres veces con mis nudillos esperando una respuesta. 

-Pase-dijo la chillona voz de la profesora.

Sin mirar a nadie caminé por el angosto pasillo que quedaba entre los bancos y tropecé con una pierna.

-Lo siento-dijo Leila con una falsa voz de culpabilidad, pero yo lo ignoré.

Me senté mientras los demás reían con disimulo. Todos en esta escuela eran crueles. La verdad yo no tenía amigos, ni una familia perfecta, ni si quiera padres biológicos, pero todavía no quería dejar el mundo, por lo miserable que fuera.

-Señorita...-la regordeta profesora vaciló unos instantes.-Como se llame. No puede interrumpir mi clase así como así. Discúlpese.

-Lo siento-dije con las mejillas ardiendo y luego susurré para mí misma-Por lo menos apréndase mi nombre.

-Se hace la chistosa,¿eh?

-Sí profesora-afirmé.-Perdón n...

-¡Fuera de mi clase!-estalló enfurecida-¡Ahora!

Y así comenzaba mi día, pero no tenía ni idea de lo que me esperaba luego...

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