TEMPESTAD. próximamente
❝ Ugh, ¿por que todos creen que cojimos? ❞
"mírame nenita
de ojos grandes.
no dejes de mirarme
que voy a enamorarme"
EMMETT CULLEN x ocfem.
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TEMPESTAD CAMINO CON LA CABEZA DN ALTO ENTRE LOS PASILLOS DE LA PREPARATORIA FORKS. Podía sentir las miradas fijas que le dedicaba cada alumno que había allí, pero ella no se inmutó en lo absoluto; hacia un año que estaba allí y aun era el centro de atención del instituto.
Tempestad Black era la sensación, sabía cada pequeña cosa que se decía de ella por más que poco le importe. "Transferida desde la Push a Forks porque su novio y ella terminaron".
El director le había asignado darles el recorrido de la institución a los nuevos integrantes , por más que ella se haya negado repetidas veces la obligaron a hacerlo. Con horarios de los nuevos en mano, mientras que su pequeña mochila celeste tambaleándose en cada paso firme que Tempestad daba combinada por un conjunto del mismo color.
Sintió como a su lado llegaba su mejor amiga, quien comenzó a contarle las primicias de chisme sobre los nuevos.
Los Cullen. Cinco hermanos, todos adoptivos pero dos eran mellizos o gemelos, no sabía ni le interesaba.
—Cass, cierra la boca.
Su mejor amiga lo hizo, conteniéndose a rodar los ojos pero el comportamiento matutino de su amiga. Ambas caminaron entre los pasillos, observando de espaldas los que suponían ser los nuevos, se acercaron a ellos mientras que los hermanos volteaban a verlas.
Piel pálida. Ojos dorados. E irrevocablemente hermosos.
—Necesitarás mucha fuerza de voluntad para no terminar haciéndolo en la oficina del entrenador como con Javier— susurro su amiga observando a los Cullen antes de seguir su paso e irse.
Tempestad rodó sus ojos exageradamente mientras que tiraba su cabeza hacia atrás, hastiada ante las palabras de su mejor amiga.
—Ugh, ¿por que todos creen que cojimos?— exclamó con voz de cansancio, lo suficientemente fuerte para que se escuche a sus alrededores, haciendo que los Cullen levanten sus cejas ante lo escuchado.
Los inmortales la miraron con curiosidad, mientras que Edward y Alice tenían una pequeña sonrisa en su rostro reconociéndola casi al instante debido a las visiones de la segunda.
La compañera de Emmett Cullen era mucho más hermosa en persona que en pensamiento, y eso podía afirmarlo más de uno. Su piel morena, ojos marrones grandes y salvajes, sus labios carnosos que hacían juego con su cabello lacio y maquillaje que poseía; una leve línea naranja flúor recorría su parte inferior y superior del ojo, una sombra celeste y una nueva línea decorada en azul flúor, dándole un toque divertido y excéntrico.
Toda ella estaba inspirada una perfecta ecuación, llevándola a resaltar entre los estudiantes.
Edward y Alice no fueron los únicos en darse cuenta quien era la muchacha. Emmett Cullen pudo percibirlo en el momento que la sangre y el olor a perro mojado lo repelieron al instante que se les había acercado. Agradecía fielmente al destino por haber mandado tremenda mujer.
—Voy a ser su guía el día de hoy— dijo de mala gana dándole los horarios al rubio de la familia, quien los tomó y comenzó a dárselos a sus hermanos.
—Mi nombre es Alice Cullen— la duendecilla sonrió abiertamente presentándose ante la morena. —Rosalie, Jasper, Edward y Emmett— nombró a sus hermanos mientras los señalaba vagamente con su dedo.
Tempestad no dijo ni una palabra, se limitó a comenzar a caminar mientras que les mostraba las aulas y edificaciones del lugar, recorriendo los pasillos y patio que había en la institución.
—Lindo trasero, Black— exclamó un muchacho pasando por su lado.
—Chúpame las bolas— escupió sus palabras sin siquiera voltear.
—Que desagradable— mustio Rosalie mirando hacia atrás por donde se fueron los muchachos.
—Te acostumbras a los imbeciles de aquí, aunque debo decir que ladran pero no muerden, ya he golpeado a unos cuantos— contestó Tempestad indicando la clase de Arte, donde Edward se detuvo y entró.
Comenzó a dejar poco a poco a los Cullen en sus respectivas clases, quedándose por último con el más voluminoso físicamente de la familia. Fácilmente, el muchacho media más de 1.90 metros, su musculatura era abundante y su presencia aún más. Parecía el muchacho que defendía a sus hermanas con dientes y puños.
—¿Puedo preguntar tu nombre?— inquirió antes de entrar a la clase.
—No vas a terminar el día sin saber quién soy— se limitó a contestar antes de voltear lista para irse.
—Soy Emmett.
Aquel enunciado a sus espaldas la hizo detener. Sonrió de lado antes de voltear su rostro para mirarlo sobre su hombro.
—Tempestad. Tempestad Black.
Emmett casi se cae al escuchar ese apellido. Demonios, su compañera era un chucho.