Capitulo 3: Final

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Cuando Erion e Ymarks llegaron al observatorio, depositaron el cuerpo bifurcado de Aren sobre una cama. Acto seguido, ambos se quedaron contemplando su cuerpo cuando de pronto algo llamó su atención detrás de ellos. Lo único que pudieron observar, con la certeza de no equivocarse, es que hacía más frio de lo común en aquellas tierras donde nunca brillaba el Sol. Erion, al mirar hacia la izquierda descubrió que Ymarks ya no estaba. Se sintió más solo que nunca. Cuando se dispuso a mirar de nuevo al cuerpo de Aren, una figura que le resultaba familiar lo miró con desprecio y le dijo:
Tú te vienes conmigo. Y como si fuera un soplo, ambos desaparecieron de allí.

Erion y Shekshe aparecieron en otro planeta, en una llanura desértica donde el Sol brillaba y donde para Erion parecía que cada paso que daba era un mundo para él. Shekshe estaba dispuesto a combatir contra el chico porque algo en la bestia le decía que aquel joven era un riesgo.

Adelante Erion, muéstrame tus dotes salvajes. Dijo Shekshe en tono burlón.

Entonces el joven chico, comenzó a transformarse en un hombre-lobo blanco. A Erion la transformación siempre le resultó dolorosa, pero aquella vez era como si quisiera que el lobo venciera a su mente racional, que la fuerza bruta dominase al conocimiento y la paciencia. En su interior sentía una furia tremenda hacia aquella fiera que se lo había arrebatado todo.

Después de que concluyese la transformación, ambas fieras comenzaron a pelear con uñas y dientes. Jamás habían existido dos criaturas tan impresionantes y jamás se había librado una batalla de un calibre como era aquella.
Fue entonces, cuando Shekshe, con una de sus garras, lanzó al hombre-lobo por los aires.

Shekshe planeó hasta el lugar donde debía caer Erion, pero descubrió que el hombre-lobo no se hallaba allí. Cuando giró la cabeza, con un rostro de indignación, descubrió que Erion estaba enfrente suyo con las fauces abiertas y con unos ojos triunfadores.

En ese momento Erion dominó a la bestia que habitaba en su interior y consiguió volver a su forma humana que, con un sencillo movimiento, desenvainó su espada y de un golpe certero al corazón de la bestia, ésta cayó sin vida a sus pies.

Finalizada esta escena, una fuerza invisible lo devolvió al observatorio y pudo contemplar que el cielo de la ciudad de Ambruk ya lucía el Sol.

En aquel momento una figura descendió del cielo. Era Aren a la que la vida estaba dispuesta a darle otra oportunidad.

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⏰ Última actualización: Jan 14, 2015 ⏰

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