2- La mente puede liberarte

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-Aplicale 45 miligramos más. -Una voz femenina parece hacer un horrible estruendo dentro de mi cabeza, como un retumbo doloroso de escuchar.

Con lo poco que logro abrir mis ojos, unos rayos intensos de luz parecen prenderle fuego a mis retinas. Una hiriente luz blanca penetra en lo más profundo de mi cabeza como si de dagas afiladas clavándose en ella se tratasen.

-Ya ha despertado -Resuena otra voz masculina con un tono indiferente y fuerte.

-¿León? ¿Puedes escucharme? -dijo de nuevo esa voz, abrí como pude de nuevo mis ojos, solo para encontrarme con unas siluetas distorsionadas por la luz.

-Ha despertado, ve a avisarle a la vocal, rápido.

-A sus ordenes doctora. -Dice el hombre para posteriormente, abrir la puerta y salir apresurado de la habitación.

Siento como poco a poco, la camilla en la que estoy recostado de va inclinando hacia arriba, hasta que llega al tope y me deja sentado, en una posición bastante cómoda.

-León Páez, soy la doctora Lilian Gapréz, encargada de atender tu caso.

Este lugar, todo es blanco y brillante, hace que mi visión se canse demasiado. Hay muchos dispositivos raros por todas partes y un olor extraño inunda mi nariz.

Recuerdo lo que pasó perfectamente, me han secuestrado. Quisiera luchar y correr pero el cansancio es tan fuerte que solo el hecho de intentar articular una oración, parece como si estuviese robando cantidades enormes de mi energía disponible.

-Se te fue suministrado un potente sedante, hemos evaluado tu estado clínico y hemos descubierto varias anomalías en tu cuerpo; anemia, defensas demasiado bajas, y una leve gripe la cual ya ha sido tratada por vía intravenosa. -dijo la doctora ignorando completamente mi pregunta. -Nada grave.

-¿Eh? ¿Pero, donde estoy?

-No pareces estar contagiado por la peste, así que se te considera como un paciente seguro. -dijo mientras se daba la vuelta para coger una linterna, para posteriormente iluminar mis ojos y causarme dolor. -Tus pupilas se ven normales, ya te estás recuperando de los anestésicos.

-He dicho que; ¿donde estoy? - Esta vez lo dije con una voz seria y denotando molestia por el hecho de que ella había evadido mis preguntas tajantemente.

-Solo puedo informarte acerca de tu estado, no puedo darte más información hasta que la vocal venga a atenderte. -dijo mientras se quitaba su bata y la colocaba en un perchero en una de las esquinas de la habitación. -Procedo a retirarme. En unos momentos, ella vendrá para darte más información.

Se retira rápidamente cerrando la puerta tras de si, me ha dejado con las palabras y las dudas en la boca, y ni si quiera se ha molestado en al menos darme una mínima respuesta a lo que está pasando y por que estoy en este lugar.

Resignado, recuesto de forma más cómoda mi cabeza, para posteriormente quedarme embobado observando el techo y la luz del lugar, dejando mi mente en blanco y pensando que tal vez, el techo me dé la respuesta.

Los recuerdos van y viene por mi mente, como fugaces momentos que posteriormente, son rápidamente opacados por otros.

Recuerdo mi niñez, a pesar del sufrimiento por el que pasé, tuve lindos momentos, los cuales guardo en mi memoria como el tesoro más valioso que tengo.

Recuerdo que quería ser un cantante...

Soy huérfano desde niño, al principio me cuidaba una amable mujer, la que tras morir mi madre, me adoptó por un tiempo para darme un hogar.

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