Perdidos y Encontrados [Haikyuu Fanfic- SakuAtsu]

Lecciones [SakusaKiyoomiWeek]

"I'm wondering why do all the monsters come out at night?

Why do we sleep when we want to hide?

Why do I run back to you, like I don't mind if you fu*kup my life?"

En su vida todo se ha tratado siempre de lecciones: tire y afloje, constancia y rechazo, si y no. Las lecciones han sido espontáneas y sorpresivas, y normalmente nunca tuvo tiempo para poder prepararse.

Cuando Sakusa Kiyoomi cumplió los nueve años de edad su padre le regaló su primera cena directa. El recuerdo es, posiblemente, la primera marca profunda que se grabó en su cabeza, porque a fin de cuentas, su padre le regaló una pequeña niña humana para que aprendiera a controlar su sed y pudiera comenzar a ser consciente de la vida y la muerte y todo lo que eso representaba.

Hasta entonces, todo su alimento provenía de botellas que recolectaban para él los sirvientes del clan. La sangre solía ser dulce y agradable en su boca.

Sakusa nunca había visto un humano en su vida y un frío pánico cubrió todo su cuerpo durante el encuentro. Porque por supuesto que lo recuerda. Era de noche, aunque para él siempre lo era.

Su padre envió a una de las criadas para alistarlo y presentarlo en la cena, y de mala gana se dirigió al comedor. Nunca comían ahí, normalmente los adultos celebraban todas las noches festines en el salón, costumbre que habían copiado del clan principal (un gran salón con humanos apetitosos, dispuestos a recibir el éxtasis de sus vidas a cambio de su sangre), pero Sakusa siempre se había mantenido alejado por órdenes de su padre. Su primo solía decirle que no se perdía de nada, y que cuando creciera un poco más seguro que le dejarían ir.

Eso es lo único que explicó y justificó lo que sucedió esa noche. Sakusa caminó con parsimonia. Había algo distinto en el aire, algo que olía dulce y ácido a la vez. Como a miedo y jazmines. Sentía sus dedos inquietos, y en algún punto comenzó a caminar cada vez más rápido, tanto que sus pasos se convirtieron en una carrera. El olor lo cegaba: una alarma en su cabeza le pedía que se contuviera, que frene y se domine a sí mismo, pero su pecho ardía con dolor. Cuando llegó al salón, su padre le sonreía desde la mesa, pero Kiyoomi no lo miraba a él. Tenía sus ojos puestos en la niña que temblaba a su lado. A esa distancia, y con sus sentidos recibiendo cada estímulo del salón, podía escuchar el aire pasando por el pecho de la niña, la sangre bombeando, el pulso. No lo había sentido, pero la voz de su padre resonaba en sus oídos aunque no lograba entender lo que decía hasta que sintió hilos liquidos y espesos descendiendo por su mandíbula. "Kiyoomi, límpiate la sangre y domina tus colmillos. Esta es una lección".

Esa fue la primera vez que Sakusa Kiyoomi no escuchó a su padre. Sintió sus rodillas rozar el suelo y el envión que lo elevó en el aire a una velocidad que jamás conoció, luego el aluvión explotó en su boca. Fue la cosa más dulce que probó en su vida: lo sintió llenándolo como ninguna de las botellas de sangre lo había hecho. Se sintió vivo, como si la luna estuviera alta y tuviera algún enfrentamiento completamente desafiante.

Su padre lo jaló en algún momento, pero a Sakusa le costó enfocar después de eso. Todo parecía más brillante, más vibrante, más nítido. Incluso la mirada cargada con una fría desaprobación que cortaba el rostro de su padre. Esa fue la primera lección: Sakusa desvió la mirada a la niña que yacía entre sus brazos firmemente sujeta y entendió lo que había hecho. Soltó el agarre y el cuerpo cayó flácido y sin vida, con un golpe sordo y vacío al suelo. Sakusa no pudo desviar la mirada de ella: registró todos los detalles y algo en su interior rugía que nada tenía sentido. ¿Por qué todo se sentía tan surrealista? ¿Por qué todo estaba tan claro en ella? ¿Por qué se veía tan hermosa con ese velo de muerte que le cubría el rostro?