Siete

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Algodón de azúcar, palomitas caramelizadas recién hechas, churros con chocolate. En esta feria había de todo pero nada se me antojaba, no era comida de verdad, era comida chatarra. Dado a que soy una persona que come carne más de lo que debería, solo con ojear la cantidad de dulces que vendían ya me sentía empachado. Lo único en lo que podía pensar era en que si comía algo de esto, la diabetes vendría a mi como si fuera un virus o algo por estilo.

Aún así, intenté buscar con la mirada algún puesto que vendiera comida salada y no algo que tuviera las cantidades de azúcar tan exorbitantes. El que May fuera una fanática a todo lo dulce, fue un problema, porque quería detenerse en cada puesto hasta gastar el último centavo de su cartera. No era por el dinero, era que si comía tanta cantidad de azúcar no podría bien dormir y no rendiría bien mañana al jugar. Como buena amiga que era, Winry la hacía recapacitar a punta de zarandearla y decirle que su índice glucémico estaría por los cielos si no paraba.

¿Fue funcional? Claro que sí. Era Winry, tenía técnicas de convencimiento mejores que las de nadie. En mi adolescencia fui extremadamente conciente de ello. Aunque ahora eran más decentes y menos ruidosas, seguían teniendo la efectividad que recordaba. Y sin duda, era impresionante.

May pegó brincos en el mismo lugar. Chilló como yegua parturienta, para luego patalear como ñinata.— Creo que cabe mi propia tumba al venir aquí, ¡hay demasiados postres por probar y no puedo comprarlos!

—Vamos a estar varios días aquí, no sé de qué te preocupas. —Le dijo Winry apática, parecía estar buscando lo mismo que yo, algo salado.

—No vamos a venir aquí a diario para que pueda probarlos. —Hizo un puchero que me dolieron los ojos de verlo, pero mi hermano estaba hundido en ternura por su... ¿novia? ¿amiga? ¿aminovia?.

Al alzó su mano frente de ella, mostrándole su palma. Ella inmediatamente colocó la suya encima y ambos inconscientemente las entrelazaron.— Puedo acompañarte cada que quieras, solo dime.

—Que viva el amor entre amigos. —Canturreó Winry mirándose las uñas y con una sonrisilla en la cara. Ambos voltearon a verla, May soltó de la mano a mi hermano para coger por la muñeca a Winry y volver a caminar por los puestos. Nosotros las seguimos.

—Creo que te debo explicación. —Escuché que le decía May a Winry.

—No me debes nada, tía. —Le soltó Winry a May, esta vez como con gracia.

—Claro que sí, se supone que eres mi mejor amiga. Deberías haber sido a la que se lo contara primero. —Le respondió tal vez... ¿confundida?. A lo mejor no se esperaba que ella reaccionara bien al enterarse que estaba saliendo con Al por sus merito propio, y no porque ella le contase.

—Hay cosas que no tienes que contarme, puedo mirarlas a simple vista como tú conmigo. Tengo ojos para algo, ¿a qué te pensabas que no me daría cuenta?. —Le frotó la espalda con cariño.

—¿Deberíamos estar escuchando esto? —Me preguntó bastante bajo mi hermano, me encogí de hombros.

—No lo creo, pero no parece que les importe mucho si las escuchamos. —Me crucé de brazos después de frotarme las manos por el frío.— Quiero decir, no hablan tan bajo como para que se considere un secreto o algo más privado.

—Aun así, ¿está bien que lo hagamos? —Negué con la cabeza.

—Mejor dime, ¿cuando pensabas decírmelo? —Interrogué, mirándole con los ojos entrecerrados.

—Cuando fuera más formal, pero nos han pillado demasiado fácil. —Se rió apenado, llevándose la mano a la nuca y rascandose.

—Sois muy obvios, aunque lo tuvieran planeado los hubiéramos pillado desde antes. Solo os falta sacar corazones por los ojos. —A mi hermano las cosas del amor si que se le daban bien, así que no me preocupaba mucho por él.

 Under My Umbrella | EdWinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora