CAPÍTULO 2

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Por alguna extraña razón, al nacer mi hermana mi madre me empezó a enseñarme todo sobre su profesión. Tanto a curar, las plantas medicinales como el tiro en arco y mi poder espiritual. Pero en su rostro dulce y alegre siempre le veía una espurna de miedo en los ojos. Recuerdo que un día fuimos hacia un árbol centenario que estaba en el bosque y empezó a hablarme como nunca antes lo había hecho. - Escúchame bien Kikyo. Ya tienes 11 años así que creo que tienes que saber un secreto de sacerdotisa- - Dime mamá- - El secreto para que nadie te derrote es no mostrar tu punto débil. Tienes que mantenerte fuerte y neutral, no debes de mostrar tu debilidad a nadie. En esta época todos parecen buenos pero realmente nadie lo es. El mundo aparenta ser bueno para conseguir sus propósitos. Así somos los humanos y así son los demonios. Para vencerlos a todos tienes que mantenerte firme y segura de ti misma. Pero no olvides en ayudar a todo el que te pida ayuda aunque no sea con palabras. Si haces esto, nunca podrán hacerte daño. Pero si caes y encuentran una espurna de debilidad lo aprovecharán para hacertelo. - - No lo entiendo... me dices que no tengo que confiar en nadie pero también que ayude a todo aquel que lo necesite. ¿Cómo puedo ayudar a alguien del que desconfíe? ¿Y si esa persona desconfía de mi? - - Pequeña... Esto lo entenderás algún día.- - Y dime mamá... ¿Puedo confiar en Dai? - mi madre me miró tiernamente pero no dijo nada. - Mira, ¿ves este árbol? Es sagrado. Este árbol es curativo; dicen que si sellas con una flecha a algún demonio allí se purifica. También que sus hojas son curativas si sabes como usarlas- Yo la estaba mirando sin entender nada. Era mucha información en una niña inocente de 11 años. - Escucha Kikyo, tu no eres como las demás. No eres una niña igual que el resto como Dai sino que, eres diferente. Tienes un poder espiritual muy grande y por eso nunca serás una niña normal. Esto hará que muchas te tengan envidia, otros querrán acabar contigo para demostrar al resto lo grande y poderoso que puede llegar a ser. Por eso te he dicho que no puedes mostrarte tal y como eres, sino que no puedes enseñar nunca tu debilidad. Ahora vámonos, tu padre debe de estar preocupado - Y nos dirigimos otra vez hacia el pueblo.

-PAPÁ! - Grité mientras corría a sus brazos. Él, me cogió en brazos y giramos como siempre hacía... Con esa sonrisa. Ahora que lo estoy viendo desde otra perspectiva, creo que mi madre solo se mostraba tal y como era, una persona dulce y amable, con su família. Puede que fuera para que nadie viera su debilidad; nosotros. Por desgracia, no lo pudo esconderlo por mucho tiempo. Kaede, que ya tenía 4 años estaba abrazando a mi madre mientras yo estaba girando con mi padre cuando vi a mi mejor amiga jugando con los demás niños del pueblo. Mi primera reacción como niña de once años era ir a jugar con ellos pero la mirada de mi madre me hizo pensarlo. Aunque no cambié de opinión. Fui a hablar con Dai y los demás pero ahora se que no fue una buena idea. Al llegar al sitio dejaron de jugar y me miraron con una cara diferente de lo habitual - Oye, Kikyo. ¿Porque haces esas cosas de Sacerdotisa?- mientras otro preguntaba si le podría enseñar todo lo que sabía. La única que se quedó callada fue Dai que solo observaba. Sin saber que hacer pensé en enseñárselo a todos  ya que pensaba que era algo normal y así poder llegar a ser una chica igual que las demás. "Kikyo" gritó mi madre en señal que fuera con ella. Estoy segura que se olía lo que pasaría y aunque intento evitarlo no lo logró. - Está bien, ahora me tengo que ir pero quedamos arriba en el santuario mañana, cuando el sol esté en el punto más alto- y corrí hacia mi casa. - ¿Qué te han dicho pequeña? - Sabía que si le contaba la verdad se enfadaría conmigo y me negaría ir así que decidí mentir - Solo quedamos para jugar mañana - - Si es así ¿Porque no te llevas a tu hermana? Creo que Kaito tiene una hermana de la misma edad que Kaede, pueden jugar juntos. - -Esque... - - ¿Qué pasa Kikyo? - - Nada sólo que... Dudo que Kaito lleve a su hermana... - - Bueno así tú te quedarás con ella en casa para cuidarla. - - Pero mamá yo quiero jugar- - Mañana tu padre y yo tenemos que ir a un pueblo cercano para ayudar con un demonio y como comprenderás no nos podemos llevar a Kaede. Además tienes 11 años, ya eres toda una mujer- Aunque quisiera a mi hermana con toda el alma, no quería cuidarla, quería enseñarles todo lo que sabía para poder ser como los niños del pueblo. Entonces recordé las palabras de mi madre "nunca serás como las demás" y me enfadé, por un momento el sentimiento del egoísmo se apoderó de mí... Quería demostrar que era igual que ellas, pero mi hermana tenía prioridad. "Supongo que no pasará nada si en lugar de mañana se lo enseño pasado..." pensé aunque estaba muy equivocada. Al cabo de dos días fuí con los niños de la aldea y me empezaron a tirar piedras enfadados - ¡Eres una mentirosa!- No paraban de repetir... incluso la que pensaba que era mi amiga se enojó e hizo lo mismo que los demás. No podía defenderme así que salí corriendo instintivamente hasta que llegué al gran árbol sagrado que días antes mi madre me llevó. Los niños del pueblo me siguieron hasta allí gritándome hasta que me cansé y sin saber cómo todos cayeron al suelo. Ahora que lo veo... Sí. Fue porque extendí mi mano y con mi fuerza espiritual los empujé... Ellos tenían razón. No sé cayeron porque se habían tropezado con las raíces del árbol sino que fui yo con mis poderes de sacerdotisa. - Escúchame bien. Ayer no os pude ayudar porque mis padres tuvieron que ir a matar a un demonio y naturalmente no se pueden llevar a una niña de cuatro años. Ahora os voy a enseñar algo... Mirad este árbol es sagrado.... - -Cuando terminé de contar la historia todos se quedaron medio asombrados - - Eso nos da igual Kikyo- Saltó uno - - Dinos como has hecho que nos cayéramos al suelo - dijo otro - Yo... Yo no os he tirado al suelo... - - Mentirosa, lo dices porque no nos lo quieres enseñar.- Saltó Dai. En ese momento comprendí lo que mi madre dijo. Yo nunca sería como los demás y los demás siempre intentarían hacerme daño por sus celos. No podía mostrar debilidad si no quería que acabaran conmigo. Por suerte unos habitantes de la aldea nos vieron y fueron a ver lo que pasaba . - Idiotas, cómo os atrevéis a hacerle esto a la señorita Kikyo- "señorita". Nunca me habían llamado así antes - Escucharme bien, como volváis a hacerme daño a la señorita Kikyo, se lo contaremos a vuestros padres. Ahora iros todos- dijo un aldeano. Después se acercaron a mi con cara de lástima y me llevaron con mi madre. - ¡Kikyo hija! ¿Qué te a pasado? - - No es nada mamá... Me caí- - Señorita eso no es verdad. Verás venerable Hiroko los niños del pueblo le estaban tirando piedras porque querían que les enseñará los poderes de sacerdotisa y supongo que al no poder hacerlo se enfadaron con ella- - ¿Eso es verdad Kikyo? - - No, bueno si... Yo...- - Está bien señores, muchas gracias. Entra a casa, tenemos que hablar - los aldeanos se fueron y nos quedamos a solas. Nunca ví a mi madre tan enojada como aquella vez - CUÉNTAME TODO LO QUE HA PASADO- - Llorando, le conté toda la verdad. Al terminar ella me dio un abrazo fuerte y me dijo - Tienes un gran poder Kikyo. Me parece que tendremos que entrenarlo mejor y en otro sitio. - ¿En otro sitio? - - Irás a un santuario no muy lejos de aquí donde te entrenarán para ser la mejor sacerdotisa - "Yo... No quiero ser la mejor sacerdotisa, solo... Una niña normal" - Hermana ¿Qué te ha pasado? - Era Kaede que venía del campo con mi padre - No es nada hermanita, solo me tropecé y me caí- Mi padre nos miró extrañado y mi madre triste me dijo - Hijas, iros a jugar un rato mientras termino de hacer la comida- - Está bien, vamos Kaede- Y salimos a jugar al pilla pilla un rato mientras que mi madre le contaba lo que había pasado a mi padre.

Después de comer anunciaron que me iría en una semana a ese santuario para poder aprender y controlar mi poder espiritual. Al principio me negué pero al ver que la decisión ya se había tomado solo me resigné.

Viaje al pasado [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora