Dos listones rosa

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No podía dormir esa noche. Mi cabeza seguía dando vueltas. No podía dejar de pensar en la competencia de voleibol a la que había asistido ese día. Nunca me había interesado el ver partidos en la cancha, especialmente de nuestra propia preparatoria, pero... había algo sobre ese equipo que jugaba esa tarde. Algo... que me había dejado pensativo durante el resto del día.

¿Por qué me sentía de esta manera? ¿Por qué le presté tanta atención a ese juego?

Cerré mis ojos, recordando lo que había pasado ese día después de escuela.


"Hey, Arnold, ¿miraste cómo aquella rubia le pegó a la pelota? Le dio un tiro duro, justo en la cara de la que intentaba bloquear." dijo mi amigo, entusiasmado, sentado a mi lado. Él fue el que insistió en que lo acompañara a este partido.


"Oh, sí... Por supuesto que lo miré, definitivamente fue un golpe, fuerte." le contesté.

¿Cómo pude no verlo? Fue un golpe de pelota dado por ella: Por Helga G. Pataki. Casi no la miraba durante la escuela, ya que tenemos diferentes clases. Creo que han pasado como... dos años y unos meses desde que compartimos salones juntos.


Todo este tiempo, no había puesto atención a cómo ella había cambiado físicamente; aun así... esto no tiene sentido ¿Por qué la observaba durante tanto tiempo?

Un segundo, ¿qué estoy diciendo?

¿Estaba admirando a... Helga G. Pataki?

Pero... ¿por qué?

"¡Mira eso, Arnold! La rubia está tomando control sobre la pelota. ¡Le va a dar un cañonazo! Esa chica rubia está que arde, solo mira cómo se para, ¡tiene una figura para saborear!" dijo mi amigo, con su mirada puesta en ella.

Yo solamente observaba a Helga en silención mirando la pose que tomaba para bloquear la pelota. ¡Cómo había cambiado en estos años! Mis ojos no podían dejar de mirar sus piernas largas y fuertes, su uniforme apretado, con esos shorts de licra ajustados en sus caderas. Todo le lucía bien, hasta la camiseta ajustada a su piel, dándole a su figura una dulce silueta, a sus encantadores y redondos... Cielos, ¡¿qué estoy diciendo?!

No, tengo que pensar en otra cosa. Parpadeé un par de veces, poniendo mi mano sobre mi frente intentando razonar lo que estaba pasando por mis pensamientos. Respire, tranquilizando mi tensión, y levanté la mirada para nuevamente observar el partido.

Solamente tomó un par de segundos y mis ojos volvieron a toparse con la imagen de Helga. Ella brincaba en el aire, con agilidad, pegándole a la pelota con fuerza, con su cuerpo escultural brillando en mi mente con cada movimiento agitado que hacía.

Se miraba sudada y cansada; aun así, ella seguía demostrando esa energía que ya extrañaba en ver desde que éramos niños y jugábamos deportes. Cuánto tiempo ha pasado desde aquellos partidos infantiles que jugábamos en el campo de Gerald.


Me pregunto ¿Cómo será que ella se puede deslizar en esos shorts de licra apretados?

¡Oh, no! Ahora la estaba imaginando cambiándose. ¡¿Qué me sucede?! ¡Esto está mal! ¡No debo de pensar en ella de esta manera!

Mientras intentaba luchar contra las imágenes de Helga parcialmente desnuda en mi mente, brindé toda mi atención al equipo opuesto. Quería concentrarme en algo más. Solamente habían pasado unos segundos y, sin saberlo, ya estaba mirando a Helga otra vez. No podía dejar de ver cada parte de su cuerpo; hasta la manera en que su pelo se movía la hacía lucir... única.

Ella tenía el pelo mojado por el sudor, amarrado en una coleta, con unos mechones rebeldes cayendo sobre sus mejillas rosadas. Sus senos grandes moviéndose con cada brinco que ella...

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