-¿Otra ves?
-No puedo creerlo.
-¿Por que ella se involucro con ese hombre?
Susurraron algunas voces que estaban observando la escena.
Yo salia de la tienda y observe a una pequeña y a un hombre de aproximadamente 43 años.
-¡Deja a mi madre! -Gritaba la pequeña.
-¡Cállate renacuajo! -Dijo el hombre en su defensa.
Mientras la madre estaba tendida en el suelo tratando de alejar a su niña de ese hombre monstruoso.
-Dame lo que me debes . -Reclamo el hombre.
Yo lo conocía, todos los conocían. Era famoso por ser un mal cobrador, nadie se quería involucrar con el, ni quedarse en ninguno de sus apartamentos, por miedo a que les pase lo que estaba justo viendo.
Mire mientras otras personas se alejaban. Les habían advertido a aquella madre que parecía nueva en aquella pequeña comunidad y ahora estaba triste y sin fuerza mirando como su pequeña trataba de defenderla.
-Por favor déjanos en paz, te lo hemos pagado todo. -Decía la madre con lagrimas en los ojos-
-¡Calla mujer! No es suficiente. -Le protesto el hombre y tomo del brazo a la pequeña- Si no me das lo que me debes me llevo a la niña.
-¡Suéltame!. -Gritaba furiosa la niña.
-Ya basta de tanto jaleo. -Dijo el mismo mientras caminaba con la niña a su rastro-
La niña pataleaba, brincaba, mordía, gritaba. Hacia todo lo posible para regresar con su querida madre.
El hombre ya cansado de su impertinencia le gritaba que se callara y se estuviese quieta. Después de unos minutos la niña estaba cansada y paro de hacer tanto esfuerzo por liberarse.
El hombre contento por que se había dado por vencida comenzó a caminar hacia un callejón que daba a la otra avenida. La niña, no hablaba, lo seguía, lo miraba y volvía a caminar, el al ver lo obediente que era, la soltó del brazo para encender un cigarro; en ese momento la niña con todas las fuerzas que aun le quedaban le dio un golpe bajo en la entre-pierna de aquel cobrador, mientras este se retorcía de dolor, ella corrió, corrió y corrió, no miro atrás, cruzo aquel callejón y desapareció de la vista de todos.
Yo solo observaba, cosas tan normales, que pasan todos los días, lo único que podía hacer era observar. Me di media vuelta y volví a casa pensando en mis adentros lo valiente que era aquella pequeña, y arrepintiéndome por no haberla ayudado, pero ¿que podría hacer yo? Pues si.. solo observar, observar como lo hacían todos.
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La Mantis y la Hormiga
Não FicçãoUn breve relato narrado por nuestro protagonista James Steven, en la que veremos la hermosura de las cosas pequeñas y simples.