01. City Lights

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Esa noche llovía a cántaros. En la ciudad de New york, las personas, apuradas a refugiarse de la lluvia, huían a sus casas, abajo de paraguas.

ㅤEntre todas ellas, caminando por la vereda, se encontraba un zorrillo de baja estatura, (o al menos para los humanos que habitaban ahí.), viendo por la calle si algún taxi venía, para pedirlo y refugiarse como todos los demás.

ㅤÉl se abrazaba a sí mismo por el frío que sentía, apenas traía una chaqueta de cuero, y una linda bufanda color rojo.
La gente que pasaba lo chocaba accidentalmente. Aunque bueno, eso siempre se tiene que esperar si se trata de una ciudad con gran población.

ㅤVio llegar un auto al rato, y no dudó en llamar.

ㅤ—¡Taxi!

ㅤEl auto paró, y subió lo más pronto posible a este, sin antes secar su cola.

ㅤ—Bonsoir, monsieur. Está lloviendo lindo esta noche —Saludó cordialmente.

ㅤ—Buenas noches. ¿A dónde quiere que lo lleve? —Preguntó el chofer, sin mirar atrás.

ㅤ—A la central, por favor.

ㅤ—Muy bien.

ㅤEl conductor preparó el coche, y a paso lento, pero seguro; comenzó su viaje.

ㅤPepe, el zorrillo adulto, miraba por la ventana del auto, mientras que gotitas resbalaban en el vidrio.

ㅤEn la radio comenzaba a sonar un poco de Jazz antiguo, preferencia del azabache.

ㅤPasaron unos minutos en silencio, hasta que Pepe decidió hablar.

ㅤ—¿Y cómo va el negocio?

ㅤ—Y bueno, ser taxista no es algo fácil, pero he comenzado una huerta. —Contestó.

ㅤ—¿Una huerta?, vaya, me alegro.

ㅤ—Si, por lo menos me va a satisfacer en algunas cosas. Los tiempos difíciles nunca desaparecen para siempre.

ㅤ—Y que me lo diga. 

ㅤ—¿Y usted? —Preguntó el chofer, siguiendo manejando—, ¿cómo está Penélope?, ¿la sigue viendo?

ㅤPepe notó el tono de voz del hombre. 

ㅤEra él.

ㅤSin demostrar asombro alguno, decidió responder la pregunta que le habían hecho con total seguridad. 
—Ohh, Madame Penélope... Mi bella Penélope... Está muy bien, sigo en contacto con ella.

ㅤEl contrario calló unos minutos, mientras que el otro seguía hablando.

ㅤ—Tengo mucha suerte de haberla encontrado, ¿sabe?... Pero ahora no se trata de mi, no, ya no... —Continuó Pepe—. Aún así... ¿cómo estás tu..., Monsieur Silvestre? No he sabido nada de ti desde hace como unos tres años.

ㅤEl conductor quedó helado, y tragó un poco de saliva. Miró por el espejo retrovisor los ojos del de atrás, quién tenía una expresión distinta a la que solía tener. Esperaba una respuesta.

ㅤ—... Hola, Pepe —Saludó—. Estuve muy bien, gracias por preguntar.

ㅤ—Me alegra. Realmente me puse muy mal cuando se me pasó por la cabeza la idea de que no te vería nunca más.

ㅤEl minino tardó en contestar. 
—... Qué te puedo decir.., esa era la idea.

ㅤEl otro moreno levantó sus pequeñas orejas al escuchar aquellas palabras.

ㅤLos parabrisas se movían aún de a ratos, todavía había gente en la calle; la lluvia no paraba.
La radio seguía reproduciendo música, solo se oía eso, ya que los dos adultos hicieron silencio.

𝐎𝐇! 𝐃𝐀𝐑𝐋𝐈𝐍𝐆. PEVESTER ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora