Color Escarlata (+18)

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Un haz cristalino acaricia delicadamente sus mejillas pálidas y abraza su cuerpo desprovisto de indumentarias, las notas comienza a fluir en esta tétrica serenata, el crujir de las hojas brinda una bizarra melodia a la opulencia silenciosa del bosque, mientras intenta mantenerse firme con su corazón blando de tanto bombear la sangre por sus venas...

- ¡Corre, corre!- susurran los arboles tenebrosos, descarnados.

Presiona su pecho, mientras acelera la marcha, desplaza la mirada de norte a oeste, volteando sobre el pie izquierdo para alcanzar un plano más grande, los pasos temblorosos son más amplios, su cuerpo se inclina para dar más impulso a sus zancadas...

-¡Te alcanzará!- se escucha en la vacía oscuridad...

La sombras juguetean ante sus ojos, la luna no le acompaña, un celaje lúgubre dio las últimas pinceladas para esta obra macabra, las siluetas se entremezclan con las ramas, verdaderas telarañas de madera seca.

- ¡Cerca, cerca!- murmuran los arbustos que ascienden como enredaderas por sus rodillas

-¡aaahh!- Desgarra el silencio con un grito.

-¡Ayúdenme! ¡Alguien por favor!

Se le tensa la quijada, los dientes friccionan con una desagradable aspereza, su corazón oprime con más fuerza la sangre que expulsa, ¡quema como la lava!... y se enfría a través del aire gélido que apuñala sus pulmones al inhalar.

-¡Ayuda!- las lágrimas se mezclan con la blanca mucosidad que excreta por su violenta respiración...

Desacelera un poco, inhala profundo al momento de detenerse, necesita un poco de aliento, su rostro esta enrojecido por la excitación nerviosa de tanto correr; exhala un extenso suspiro, el sonido de vehículos en la lejanía y una luna que comienza aparecer en la bóveda azul, llena de luz y esperanza, disipando el miedo que le perseguía.

-¡Gracias!- el aire entrecortado seca las lagrimas, mientras eleva el talón ligeramente y carga la planta, relaja sus hombros de una leve sacudida, como quitando el polvo, su mandíbula descansa un momento y desea continuar la marcha.

Un pulgar en la yugular y cuatro dedos más enlazan su cuello, estrechan violentamente hasta oprimir el aire que desciende por la tráquea.

-¡Au...! - una palabra ahogada para los oidos sordos de los sauces.

El claro rostro va tiñendo la visión de horror, siente como su cuerpo es lanzado hacia atrás con gran fuerza por la entidad desconocida, las vértebras friccionan entre ellas y encuentran rocas que magullan la espina.

-¡No me mates!- Suplicó... a la nada.

El viento mecía las raquíticas ramas y su espalda tocaba el tapiz del tosco pedrusco, el viento soplaba famélico, casi que aullaba.

-¡Se acabó la velada!- una voz agria que le toca el alma.

Un frio beso metálico en su nuca colorea el anochecer de cruel esperanza, pues el vacio atraviesa la mente de la muchacha, a través del destello su vida se apaga... sus ojos se empapan de un fúnebre color escarlata.

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Relatos Cortos : Ecos EtéreosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora