En el Borde: El Romance Inconcebible

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Él, sentado en el barranco, pisando el vacio, sus palmas friccionan las piedresillas del borde, un cielo tenue, el sol se ha ido, la noche se viste de tango y cometas.

- ¡A estas alturas!- vocifera entre arbustos y grillos.

Los astros le observan, susurrando la efímera existencia del ser, mientras en su inocencia las estrellas rien, pues saben que las fugaces no son ellas.
Sus ojos profundos, color piel de roble, desvanecidos de luz tibia, perdidos, ausentes ante el silencio.

...El silbido del viento traza una pausa...

Se descongela el tiempo, un aliento emerge por su torax, trepando por los pulmones, los músculos de sus mejillas se contraen, se escapa ligeramente una sonrisa.

La brisa se acerca silente, sumida en el eco nocturno.

-A estás alturas, no sé si recordarte o recorrerte...- musita entre dientes, dejando una estela de risa coqueta.

La tensión de su cuerpo abandona la encrucijada, al momento que la brisa le empuja desde el pecho, abalanzandose sobre él, su espalda toca el suelo mojado... traviesa, desliza sus manos por el vientre; húmeda, sutil. Sus dedos besan la piel narrada de canela. Él, en su extasis quimérico, se aferra al óleo de sus caderas, el mundo gira, el cielo cambia de lugar con la hierba ante las miradas, sonríe... buscando con sus labios la utopía de flores, calidez distante de luz solar, nutriendo su cuerpo de fantasía, en una fotosintesis lunar, acariciando la fluorescencia de sus fibras más sensibles.

...El viento observa y recita los versos...

"Los oceanos agitan sus marejadas, los senderos tienen nuevos caminantes, esta isla un náufrago, un habitante, las perseidas les cubren con su manto, la misma flor crece con distinto tallo."

La esencia asciende, flotando entre los astros, espera!... se detiene el tiempo, comienza ha caer en picada, desde el viento más alto, el impacto se ha pronunciado, cierra sus ojos, el destino fue sellado.

-Está claro...-

El alba besa sus labios resecos, abriendo las persianas de la mirada, confundido, ya no levita, los pulmones están llenos de aire frío...

Sus ojos profundos, color piel de roble, desvanecidos de luz tibia, perdidos... ahora, presentes ante el silencio, sentado en un barranco, pisando el vacío.

Mira por última vez el rojizo horizonte del amanecer, mientras el viento cubre sus ojos...

-A estás alturas, no sé si recordarte o recorrerte...-

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