En 1911 después de que su prometido falleciera de una gripe, Amybeth decide volver a la Universidad donde conoce a una chica. Tendrán problemas, aventura y sobretodo mucho amor.
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- Al fin y al cabo es lo que él querría - decía Amy retocándose el vestido azul marino enfrente del espejo- Después de largas horas de camino hacia su nuevo hogar, llegó. Un edificio se mostró delante de ella, y después de meses la ojiverde sonrió.
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La gran habitación de la universidad tenía dos cristaleras con unas cortinas estampadas con flores color pastel, dos camas y dos armarios. Amybeth colocaba sus vestidos y pertenencias en su nuevo armario cuando de repente unos suaves pero insistentes toques en la puerta interrumpieron el silencio sepulcral de la habitación. - Si? - pregunto Amy extrañada- La puerta se abrió y mostró a una chica ojiazul y con una larga melena color fuego, llevaba un vestido color verde lima con una coleta alta y rizada. - Hola, soy Claire Mcluncly, supongo que soy tu nueva compañera de habitación, un gusto. - dijo la pelirroja educada pero entusiasmada, una actitud que cautivó a Amybeth pero lo supo disimular. - Amybeth Smith, puedes llamarme Amy, un gusto tambien. - dijo ella con una voz neutra que no portaba ninguna emoción.- Se miraron a los ojos unos segundos y Claire sintió un cosquilleo desconocido, pero que Amy ya conocía. - Me voy a investigar, nos vemos luego - dijo Amy nerviosa y apresurada para intentar salir de ese momento incomodo- Claire no respondió.
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Amy caminaba por la ciudad de Plantertown pensando en que podía haber pasado, ¿Por qué he vuelto a sentir eso? Esa pregunta rondaba su cabeza una y otra vez. Sólo sabía una cosa, eso no estaba nada bien. Amy decidió olvidarse de ese tema y seguió paseando por la ciudad.
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Ella nunca ha sido una mujer muy femenina, siempre le han gustado las cosas de hombres. Todo el mundo la criticaba en su antiguo pueblo por eso. Cuando tenía 13 años siempre decía que no se iba a casar, ella no se iba a vender a un hombre que la usara como sirvienta o como un objeto que pudiese usar a su gusto. Hasta que lo conoció a él. Los ojos se le aguaron y una solitaria lágrima cayó por su enrojecida mejilla, se la limpió y siguió su camino como si nada.
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Eran las 19:00 y Amy debía volver a su cuarto porque mañana tenía su primera clase de periodismo. Recorrió el corto camino de vuelta y se paró delante de la puerta decidiendo si entrar o no. Al final lo hizo encontrándose la luz apagada y a ella en su cama dormida al lado de alguien que parecía ser su novio o marido.