Capítulo 3

321 34 4
                                    



Dejaron a Octavia en el auto, en el momento de la devolución y partida. Supo tan pronto como vio a Clarke y Lexa correr locas hacia ella, debía encender el auto, abrir las puertas para que entraran y conducir rápido hacia el escondite que era el apartamento de Octavia.


Era un plan ridículo, pensó Clarke. Pero cualquier cosa que pudiera calmar los nervios de una Lexa temblorosa a su lado, lo haría con mucho gusto.


Caminaron mano a mano por la terminal. Los ojos de Lexa eran como rayos enfocados, buscando solo a una persona y no vieron nada más. Junto a ella, Clarke se mordió nerviosamente el interior de su labio, guiándolas a través de los grandes números y multitud de personas.


Había suficiente gente alrededor por si surgía algo, estaba segura de que alguien saltaría y arrancaría a una Lexa gritando lejos de las manos de un padre enfurecido. Clarke esperaba que no llegaran a eso. Ella tenía a Madi rezando para que eso no sucediera.


―Clarke―,


La repentina inhalación hizo que los ojos de Clarke se apartaran de un hombre, que estaba observando con total repugnancia, ante otro par de ojos que no eran menos acogedores.


Tomando la mano de Lexa con fuerza, Clarke las guió por el resto del camino, cerrando la brecha entre ellas y el padre de Lexa que se levantó lentamente del banco donde estaba sentado.


―Señor. Woods, ―Clarke saludo.


―Sra. Griffin, ―él miró por un momento antes de mirar a su hija. ―¿No vas a subir?―


―No―, vaciló Lexa, sus ojos cayendo al instante. Clarke apretó su mano y Lexa volvió a levantar la vista. ―No traje nada―


―Ya veo―, el Sr. Woods se frotó la barbilla con irritación. ―Eso no debería ser un gran problema. Todavía hay mucho en la casa ―


―Papá ―, instó Lexa. ―No traje nada porque no me... voy contigo―.


Clarke esperó en el silencio que siguió. Observó al hombre antes de se moviera en sus brillantes zapatos de negocios y alisaran una arruga en su camisa, esperando que el tifón los arrasara y las hiciera naufragar.


―Lo sé―, habló, con voz dura y expresión tensa.


―Papá―, las pestañas de Lexa revolotearon. ―Dije que no me voy contigo. No iré ―.


―Escuché lo que dijiste, Lexa―, hizo tictac y le dio a Lexa, esa mirada que había estado sujeta a la nadadora, cuando se ponia nerviosa. ―Y sé a ciencia cierta que ella no me dejará arrastrarte a casa sin importar cuánto lo desee―.


―Pero ...― La boca de Lexa se quedó abierta sin estar segura de qué decir. Ella frunció el ceño, parpadeando de Clarke a su padre, preguntándose qué hacer.

VIVE, AMA Y DEJA IR [CLEXA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora