Hola diario.

77 22 6
                                    

Hola, ha pasado muchísimo tiempo, ¿no es así? Me pregunto si me guardas rencor, si me extrañaste y la verdad es que yo si lo hice y no sabes cuanto; je, je, je... no sabes cuanto lo he hecho. Pensé que no te necesitaba, que esta etapa ya había acabado; sin embargo, me da gusto verte, me da gusto usarte y solo queda decir: Hola diario.

Han pasado ya 10 largos años desde la última vez y creí que las cosas cambiarían, pero siguen siendo las mismas situaciones que contar, solo que un ambiente diferente y mucho más distópico. Ya no soy aquel chico de 13 años que buscaba ser sarcástico y ver con humor sus desventuras en la vida, ahora tengo 34 y eso significa que soy un adulto. Tengo canas, notables ojeras, una descuidada barba y una marcada mueca de tanto sonreír con falsedad; tú tampoco te ves de la mejor manera diario, los dibujos que te hice se ven desastrosos, algunas de tus hojas apenas se sostienen y tu cubierta esta de lo más sucia... Por lo que empiezo a creer que por eso te busqué, porque ambos estamos igual de rotos.

Y bueno, necesitaba decirte cómo han pasado las cosas en estos últimos tiempos, porque creo que te lo debía. Y hablando de deudas, estoy endeudado hasta el cuello y apenas puedo mantenerme en este pequeño apartamento que conseguí; aún así, el yo ingenuo de 13 años soñaba con esa mansión, dibujándola en tus hojas con una emoción que no se podía medir, soñando de manera ilusa que algún día podría ser exitoso, ganar millones haciendo lo que me gustará, entre otras cosas que no tienen algún sentido.

Entre mis delirios solía decirte lo mucho que quería hacer cosas artísticas, ilustrar o hacer dibujos animados; sin embargo, eso meramente era un sueño. Solía decirte que cuando creciese buscaría proteger a los animales del mar en peligro de extinción, pero la idea nunca tomó forma fuera de mi cabeza y ahora era muy tarde para hacerlo.

Al paso de los años me imagino que te preguntarás si sigo dibujando... Y pues claro que lo hago, pero simplemente me di cuenta que no tengo el talento suficiente para vivir de ello, siendo tantas entrevistas y papeles llenos de ilustraciones tirados a la basura la prueba de ello. ¿Y que pasó con mi pasión por el mar y sus criaturas? Pues ahora trabajo en un mercado cercano a mi casa y me encargo de matar a los peces del acuario... lo cual nunca va a dejar de sorprenderme, ya que ahora era el fanático número uno de la biología marina matando a las criaturas que apreciaba tanto.

Ni siquiera podría decir que soy un buen trabajador, ya que hace un tiempo me robé a una tilapia embarazada antes de llevarla al matadero y ni siquiera me la comí. Ahora la cuido en casa y como a ti, también le hablo de mis problemas, con la única esperanza de que me llegue a comprender en al menos un punto. Vivo para el trabajo, ni siquiera el poco dinero que sobra es usado para algún disfrute personal, ya que lo gastó para alimentar a la tilapia, quien al parecer disfruta más la vida que yo aunque habite en un balde que apenas le da espacio para nadar.

Comer, trabajar, dormir... son las únicas actividades que hago en el día y a pesar de ello, trato de ocultarlo. Mis familiares y amigos del colegio me contactan y me preguntan como estoy y yo solo respondo que la vida es buena, que estoy bien y que el trabajo es fantástico, pero eso es una mentira y por sus tonos puedo deducir que ellos también lo saben. Sin embargo sigo fingiendo, por que a estas alturas ya no sé que más hacer.

En el amor las cosas también han cambiado: la chica que te conté siempre con afán enamorado, estudia arquitectura cómo siempre quiso y yo decidí dejar de intentarlo, por que me di cuenta que no estoy a su nivel. Las últimas caricias, los últimos besos y cualquier acto que haya satisfecho mi necesidad de amor romántico y carnal fueron hace mucho tiempo ya y siempre a un precio estipulado; ya que este mundo es así para los fracasados y no hay algo que pueda hacer para cambiarlo; je, je, je...

no hay nada que pueda hacer para cambiarlo.

Pero aún así hago esto, jugueteando con una navaja sujeta por mi mano izquierda, que no deja de temblar, mientras escribo con la derecha, como deseando que tal vez esto pueda desahogarme lo suficiente para dejar de pensar en locuras. Pero no lo logro, ¿sabes? Y creo que está podría ser mi última nota después de todo. Adiós a mi legado, adiós a lo que me importa y pues fue bueno hablar contigo una última vez.

No tengo miedo en decírtelo, acerco la navaja a mi pecho, buscando tomar impulso en estas últimas instancias, describiéndote lo que haré a continuación, sin temor, porque estoy determinado a hacerlo y es el momento.

Adiós...

Adiós...

¿Adiós?

¿Por qué me detengo ahora?

No sé por que lo hice, pero luego descubrí el porque. Me levanté de la mesa y es que había escuchado ruidos muy extraños desde aquel balde donde estaba el pez y me acerqué sin tener muy claro el porque me importaba tanto. Lo que vi me lo había esperado, pero no tenía ninguna reacción preparada; y es que mi tilapia ya no estaba sola. Muchos pequeños pececillos bebés abrían sus cascarones y nadaban desorientados de un lado para otro chocando con los extremos del contenedor.

Se veían tan indefensos, pequeños y con hambre. Al verlos nacer, algo también lo hizo dentro de mí, recordé y rápidamente hojeé entre tus páginas en búsqueda de un capítulo en especial. "Lo que más me gusta hacer" era el título que tenía y por unos momentos pude recordar quien había sido alguna vez: El soñador, el bromista, el optimista y tal vez, Dios me mandaba una señal para volver a serlo. Leía con atención: Amaba dibujar, amaba leer, pero más que nada, amaba cuidar a los animales y aunque había desaparecido por un tiempo ya, volvió a mi vida un propósito.

En ese momento corrí hacía la tienda, comprando algo de pan y comencé a dárselos a los peces, con un entusiasmo que no había sentido en años. Gasté algo de mis ahorros, pero no me importó, por que algo que me apasionaba volvía a darme algo de vida, y aunque tuviese que matar a los peces del acuario y aunque tuviese que comer miserias en estos tiempos, me aseguraría de que al menos estos bebés crecieran, por que eso es lo que el yo del pasado hubiese hecho.

Y aunque suene alocado, es lo que el yo del presente debía hacer. No se trataba únicamente de los peces, no se trataba únicamente de sobrevivir, sino de que tal vez era una oportunidad de recuperar mi espíritu y volver a creer en que podía hacer algo por mí más que trabajar.

...

Hola diarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora