Primer día.

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Todo mundo se iba de vacaciones, menos yo. ¿Pero en qué estaba pensando cuando me alisté voluntario a el ejército? Me quedaban muy pocas horas de vida como civil y ya empezaba a sentirme como un soldado en una guerra en la que va a morir sin remedio. Como un recluta, bastante confiado, camino de un infierno valiente de disciplina y sudor.

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El día había llegado. Me encontraba viajando en el automóvil, acompañado de mis padres.

-¡Vamos hijo! -gritó mi madre. Parecía mas un lamento. -Llegamos.

Bajé del vehículo, me dirigí a la cajuela y saqué el poco equipaje que llevaba. Era hora de despedirme.

-Te quiero mucho, nunca lo olvides. - decía mi madre mientras me abrazaba, parecía no querer dejarme ir.

-Yo igual -respondí, soltándome de sus brazos para recibir a mi papá.

-Toma. - dijo mi padre, al mismo tiempo sacaba dinero de su billetera, noté que lo hacia con discresión, para que mi madre no lo notara.

-No papá, no. -rechacé

-Solo tómalo para la cantina, o para lo que quieras. -insistió

-No hace falta, papá.

-Por favor, Thomas. agarra el dinero. No me pongas más nervioso de lo que estoy, hijo.

Suspiré, no me quedaba de otra, así que lo tomé.

-Y no hagas tonterías. Tampoco hace falta que te pongas el reloj todos los días, no sea que le vayan a dar un golpe y lo estropeen.

-Papá, esto es intimo. Solo entre Teresa y yo.

-Como sea. Anda, vete para dentro que te van a arrestar. - sonrió mientras me daba un abrazo, deposité un beso en su mejilla.

-Gracias. - respondí. Me encaminé hacia lo que sería mi infierno personal. Eran alrededor de cincuenta hombres con distintas edades, la mayoría aun se encontraba despidiéndose de sus familias, parejas e incluso amigos.

El lugar era amplio con muchas puertas, concluí que cada quien tendría su propio dormitorio, aunque en el fondo sabía que era imposible, es un ejercito, no un lugar de relajación. Media hora después aparecieron cinco soldados que nos guiaron hacia un cuarto, uno de ellos informó que para ser un gran soldado, debíamos de portar un buen corte de cabello, no mariconadas.

Al entrar, habían pocas sillas, así que tomé lugar lo más rápido que pude. A mi lado izquierdo se encontraba un chico con aspecto asiático. -si que hay de todo en este lugar. - pensé.

a mi derecha se encontraba un rubio con bastante cabello, agradecí en mi interior no ser el novato con el cual se tardarían más tiempo. Las personas encargadas a raparnos, se posicionaron detrás de las sillas. Saqué mi reloj, para tener en que pensar mientras se divertían quitándome gran parte de mi cabello, sino es que todo.

-Rápame bien, guapo. Que este año se va a llevar este look. - escuché esa voz a mi derecha

Sentí que alguien me estaba mirando.

-Qué reloj más coqueto. - La misma estúpida voz que antes.

-¿Qué pasa con el reloj? - pregunté mirándolo con ira directo a los ojos, él sonrió y levanto las manos en señal de que me tranquilizara. No quería tener un enemigo en mi primer día, así que me limité a contestar y miré directo hacia el espejo.

Cuando terminaron con cada uno de nosotros, nos dieron nuestro uniforme. Después de ello nos pasaron hacia la parte trasera del edificio. Formamos filas de cuatro en cuatro, tres personas se encontraban a mi lado, otras cuatro atrás y así sucesivamente. Cuando ya estábamos en orden, empezamos a marchar, en ese momento llegó el sargento. Era un hombre de piel oscura, tenía el pelo muy corto y la cara bien afeitada.

-Alto... ¡ya!- Gritó. Su voz era muy dura, presentí que aunque fuéramos nuevos, no tendría ningún tipo de tolerancia

Todos paramos al instante, con una buena postura. El sargento colocó sus brazos en su espalda y recorrió su mirada mientras caminaba de un lado a otro. Al percatarme de que se encontraba lejos, con la vista enfrente, pregunté.

-¿Te queda bien el uniforme? - la pregunta no era para nadie en especifico, simplemente para quien la quisiese contestar.

-Sí, me gusta como me queda ajustado. - respondió. Aunque no conocía a nadie, sabía de quien era esa voz. Es el mismo chico que hizo una broma sobre mi reloj.

-Pues si yo no tuviera el cinturón, se me caería- al decir eso, acomodé mi pantalón.

-La cabeza más alta, carajo- escuché la voz del sargento. varios profirieron una pequeña risa. -¿Qué garlopa pasa aquí? - al parecer él también lo notó.

-Nada mi sargento. - escuché una voz a dos personas de mí

El sargento caminó hasta quedar delante mio

-¿Que garlopa es eso, recluta?- su mirada estaba en el reloj que se encontraba en mi muñeca.

-Un reloj. -respondí

-Un reloj ¿qué?- preguntó

-Un reloj, mi sargento.

-Que cosa tan más miertera. ¡Nombre! -gritó

-Thomas, mi sargento.

Hizo un chiste sobre mi nombre, realmente ridículo.

-Muy bien, recluta. -estiró su mano, en señal de que le diera el reloj.

-Pero mi sargento... -iba a decir otra cosa más, pero me interrumpió. -que me des el reloj, shuck.

No tenía alternativa, levanté mi muñeca, quité el reloj y se lo entregue. Cada vez estaba más arrepentido de encontrarme en este lugar.

-Muy bonito y... demasiado femenino. - su mirada de odio era notorio.

-Es que es un regalo de mi novia, mi sargento. - respondí. Con mucha fuerza tiró el reloj al suelo.

-Aquí les voy a quitar las mariconadas aunque sea a golpes. - gritó el sargento mientras se alejaba de mí -Ese uniforme no se puede insultar, reclutas. ¡Este uniforme, no es un uniforme! ¿saben lo que es? ¿lo saben, pandilla de gays?

Reinó el silencio total, hasta que alguien habló

-¿Un insulto a la estética? -preguntó el chico rubio al cual su voz cada vez reconocía más, maldecí porque haya sido él quien abrió la boca. Quería al líder lo más lejos posible.

El sargento dio un giró brusco, se dirigió hacia nosotros. Su respiración era demasiado fuerte, realmente él había metido la pata, si tan siquiera supiera su nombre. Quizá moriría en estos instantes.

-¿Como has dicho? no te he oído bien.- la voz de el líder era dura, sin darme cuenta, había dejado de respirar.

-Un insulto a la esté...- su voz en un instante fue cortada, acompañado de un gran golpe en la cara. Giré a mi derecha y lo miré tendido en el suelo. Su nariz sangraba.

-¡Levántate. - ordenó el sargento. El rubio se puso de pie enseguida.

-Y ahora tú y el otro marica. - apuntó hacía mi. -genial. -pensé, definitivamente lo odiaba. -van a correr dando vueltas por el patio hasta que a mí se me dé la gana. ¡Vamos!

Salí de la fila y recogí el reloj que se encontraba tirado en el suelo, pensé que no serviría pero me equivoqué. Tenía unos rasguños, nada grave. Seguí alejándome del grupo cuando una mano tocó mi hombro, haciendo quedar delante de él.

-Oye, mi nombre es Newt. Perdón por lo del reloj. Ya sabes... lo de hace rato, cuando nos estaban cortando el cabello. -Era el mismo estúpido rubio, pasé de sentir lástima a irritación por él.

-Shank, ¡no me toques, gay! - me arrepentí en cuanto aquellas palabras salieron de mi boca, fue un momento en el que no pude controlar. Me dí la vuelta y salí corriendo, como el sargento no los pidió.

-Y ha mucha honra. -escuché que respondió mientras se reía. No parecía que mis palabras lo habían lastimado, agradecí por ello.

Estos pocos meses serían muy largos, no sabía si los podría soportar.

_¿Que les pareció? espero mejorar en los siguientes capítulos. Si dejan algún comentario me harían muy feliz, en serio. Nos leemos pronto_

Compañeros en el ejército.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora