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Una brisa fresca indicaba el verano pleno que vivían ambos amantes en aquel lejano tiempo. Los dos de la mano, cantando canciones en una fogata y riendo sin cesar, con cuatro amigos fieles que siempre estaban junto a ellos, disfrutando del mismo ambiente.

Con una guitarra acústica en el rizado, Brian tocaba acordes de manera ágil. Canciones antiguas y amadas por los cuatro, de varias bandas, de varios cantantes. Los demás cantaban con él, alrededor de la fogata cálida que tenían frente a ellos. Los árboles los rodeaban creando una protección contra la brisa fría de la noche, y el ambiente cálido de la amistad les mantenía confortados.

El rubio, con tan solo una sudadera negra sobre el traje de baño color carmín, estaba emocionado mientras miraba a su pareja ser tan ágil con aquel instrumento de cuerdas. Lo amaba, lo sabía con tan solo verlo, porque al más mínimo encuentro, a la más mínima señal de su presencia, su corazón latía con una fuerza incontrolable, y su estómago se llenaba varias mariposas.

Llevaban cuatro años y medio juntos, bastante tiempo. Se habían conocido en una fiesta de cumpleaños cuando eran muy pequeños, no estudiaban en el mismo lugar, pero eso no impidió que aquella amistad floreciera y se transformara en amor. Los dos tenían amigos y eso ayudó a que se formase un grupo más grande. Para Roger, su vida no podía ser mejor.

— Roggie, esta te la dedico a ti —le dijo el rizado a tiempo que empezaba a tocar Something de The Beatles, pero cambiando algunos pronombres. El rubio sonrió emocionado y cuando terminó le quitó la guitarra y le dio un beso en los labios.

Mientras la pareja expresaba su amor, la única chica del grupo tomó la guitarra y posicionó sus dedos sobre las cuerdas.

— ¿Vas a tocar tú, Beth? —le preguntaron. La chica asintió sonriendo y comenzó a tocar una canción de rock de los años ochenta. Los demás la oían atentos.

— ¿Cuando nos casaremos, Roggie? —le preguntó Brian mirándolo a los ojos a tiempo que acariciaba su cintura.

— No sé desde cuándo estamos comprometidos —rió levemente.

— Desde algún punto —dijo Brian con misterio. Roger rió.

— Ya has hecho la broma del matrimonio unas seis veces, Bri, ya no es creíble —repuso.

— Como digas, Roggie —rió.

— Es obvio que ustedes van a casarse en algún punto —intervino Freddie, uno de sus amigos—. Se conocen desde cuando, ¿fetos?

— No, desde los once —rió un poco Roger—. Pero nunca fuimos a la misma escuela o a la misma universidad.

— Aún así.

— Fue en una fiesta, ¿no? —preguntó John, otro de los amigos.

— Uhjum —respondió Brian—. Pero de cumpleaños.

— Sip, y luego les presenté a Freddie, Beth y a Archie a Bri —dijo John.

— Y yo a John —respondió.

— Entonces por tener muchos amigos ahora hay sobrepoblación mundial —bromeó Beth.

— ¿Qué tiene eso que ver? —preguntó Roger echándose a reír.

— Nada —les guiñó un ojo.

Siguieron haciendo estupideces, cantando, comiendo, disfrutando. Jugaron verdad o reto, Beth retó a Brian a besar a quien decía que era la persona más atractiva del lugar, y el rizado eligió a su novio. Archie solo miraba aquello algo apartado, y luego se reintegraba al juego de forma más efusiva.

— ¿Qué hora es? —preguntó John, un largo rato después. La fogata seguía allí encendida.

— No sé, creo que las dos de la mañana —respondió Beth, luego sacó su celular para confirmar—. Las dos veinte.

A blue rose for my love [Maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora