Capítulo 1

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Organizar una boda resulta tan agotador que puede llegar a consumirte. Las flores, la tarta, los invitados, el banquete, el vestido de novia..., y eso por no hablar de la luna de miel. Me gusta el frío y la lluvia, así que mi deseo siempre ha sido pasar esos días en una cabaña que se encuentre en lo alto de una montaña completamente nevada, y no salir de allí hasta la vuelta. Estar todo el día ahí, encerrados, con el fuego encendido, disfrutando de la soledad que nos rodea y de nuestros cuerpos. Ni punto de comparación a una playa repleta de gente semidesnuda y sudorosa como tiene en mente mi prometido. Lo cierto es que es la única decisión en la que ha participado con respecto a la boda, y por supuesto nos falta mucho para estar de acuerdo, aunque aún tengo esperanza en mí y en mi poder de convicción, por lo que intentaré traerlo a mi terreno en los tres meses que quedan para entonces.

—Dime que no estás pensando otra vez en tu gran ceremonia, Kathe —me reprocha Matt chasqueando los dedos para llamar mi atención.

Es alto, de pelo castaño y piel morena, ojos azules, le gusta bailar y corre varios kilómetros todas las mañanas que le son posibles. Resumiendo, uno de los hombres más guapos de toda Atlanta, y también mi jefe.

—Por mi cabeza no pasa nada más desde hace tiempo —admito pretendiendo que no se dé cuenta del estrés que impera en mi vida desde que James se hincó de rodillas frente a mí.

—Deberías darle menos vueltas a la boda y centrarte en el hombre al que vas a encadenarte —sugiere con desprecio como otras tantas veces.

Conozco a Matthew desde que empecé en la aerolínea de los Aleixandre. Él llevaba trabajando unos años, y se apiadó de mí por ser nueva. Dice que me vio tan patosa que no tuvo otro remedio, y todavía no ha despegado un avión en el que yo viaje sin Matt. Admito que en un primer momento me hizo pensar que lo hacía con segundas intenciones, pero me dejó claro que me ve como a su hermana pequeña, y de aquí surge esa animadversión por James. Mi prometido no le cayó en gracia desde el primer momento, y está totalmente en contra de nuestro compromiso.

—Espero que estéis hablando de la fiesta de esta noche y no de la boda de Katheryn —nos interrumpe Kendra tirando con fuerza de su maleta para alcanzarnos.

Ella tampoco está muy de acuerdo con que me case, aunque no suele incordiarme tanto como mi otro compañero de trabajo.

—Por supuesto —afirma Matt echándole un brazo por encima para estrujarla contra su pecho—, ¿qué va a ser más importante que el cumpleaños de la Patosilla número dos?

Kendra se sonroja como un tomate al sentir el contacto con Matthew, pero como de costumbre solo yo puedo apreciarlo.

En cuanto vio a Matt por primera vez se volvió loquita por él, y de eso hace tres inviernos. Creo que los sentimientos de Matthew hacia ella no son tan distintos, pero le tiene pavor al compromiso, y esa es la razón por la que no debería meterse en mi relación. No puede opinar sobre algo de lo que no tiene ni la menor idea.

—El taxista se está impacientando —los apremio dándole entonación a la frase.

—Me parece que la que se impacienta es otra —replica Matt también canturreando a la vez que suelta a Kendra con suavidad.

Lo cierto es que sí. Estaba deseando volver a Atlanta desde que salimos de aquí en el jet privado. Últimamente tenemos que hacer muchos viajes, y entre el trabajo y la boda me siento desbordada. Necesito descansar si no quiero que las ojeras me lleguen al suelo.

—¡El taxímetro está en marcha! —exclama el conductor otorgándome la razón.

—Ya lo has oído —sentencio triunfante.

Katheryn (Saga Ellas. Volumen independiente 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora