Capítulo 2

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Las personas tienen muchas formas de evadirse de los problemas. El sexo, la comida, el ejercicio, la limpieza o beber hasta caer rendida. El único inconveniente de esta última es que, cuando se te pasa la embriaguez, el problema sigue existiendo, y para colmo tendrás que compaginarlo con un enorme dolor de cabeza.

Mi cuerpo ya no es el que era, y no digiere el alcohol del mismo modo que en antaño. Por eso desperté al día siguiente en casa de Kendra. No sé cómo llegué allí, ni qué es lo que hice durante la mayor parte de la noche, pero según mis amigos no tengo nada de lo que lamentarme. Solo bailé y bebí y, cuando llegamos al apartamento de Kendra, caí rendida en el sofá. Lo que sí recuerdo bien es la resaca que me convirtió en zombi durante un día entero. Por suerte, era domingo, así que Robbie estuvo en casa y procuró que no me faltase de nada.

James, en cambio, ni apareció por aquí con la excusa de que iba a visitar a sus padres, pero no es de extrañar cuando pasa más tiempo con ellos que conmigo. Aunque supongo que no debería molestarme tanto, ya que soy yo la que decidió que no viviríamos juntos hasta después de la boda. No podía dejar a mi hermano de un día para otro, necesita buscar otro piso para vivir porque él solo no puede costearse el alquiler de este, y tampoco quería que se viera obligado a mudarse con Sasha. A Rob le cuesta hacerse a la idea de que tiene novia y, pese a que es una actitud normal en alguien que no ha tenido una nunca, lo último que quiero es presionarlo.

-¿Qué tal me queda? -pregunta Kendra acomodándose las tirantas de uno de los vestidos que he hecho que se pruebe para mi boda.

La prenda en sí deja mucho que desear. Es simple y rosa fucsia, algo que mi amiga odia con toda su alma. Por eso le he dicho que me encanta antes de insistirle en que se lo ponga.

-¡¿No te gusta?! -escupo conteniendo las ganas de reírme al contemplar su cara de desaprobación.

-¿Y a ti sí? -espeta preocupada por mi respuesta.

Cuando le propuse a Kendra ser mi dama de honor, sabía que le iba a costar darme su punto de vista, pues solo se atreve a hacerlo cuando siente que va a ser espaldada. Es tanto o más tímida que mi hermano, y eso no me favorece nada en estos momentos. No puede estar de acuerdo en todo conmigo, quiero saber su opinión respecto a las decisiones que estoy tomando.

-¡Por todos los santos, Katheryn! -exclama la madre de James una vez que vuelve con nosotras a los probadores-. ¿Tú le has dado ese vestido?

-No, Melissa -miento con disimulo-. Kendra quería ver cómo le quedaba, y estaba a punto de decirme qué le parece una vez puesto -insinúo con una sonrisa.

Mi amiga comprende a donde quiero llegar con esto, pues se lo advertí desde un principio y, tras corresponderme con otra sonrisa, admite en voz alta lo poco que le gusta el rosa fucsia, el vestido, y a veces incluso yo.

Después de elegir el atuendo perfecto que llevarán mis tres damas de honor, llega el momento de escoger el mío. Melissa nos lleva a otra tienda en la que exclusivamente hay trajes de novia y los complementos que implican dicho vestido, y allí se nos van las horas. No encuentro nada que vaya acorde conmigo y, aunque mi futura suegra pretende convencerme de lo contrario, no me voy a dejar persuadir. Sé que lo hace con la mejor de las intenciones, pero necesito que el vestido me deslumbre primero a mí, y luego ya veremos qué opina el resto.

En situaciones como esta me gustaría que mi madre estuviera aquí aconsejándome, sé que lo haría bien y que se encargaría de hallar el vestido que encaja conmigo, pero no dejará Chile para venir a Atlanta hasta unos días antes de la celebración. Mi padre no está en condiciones de viajar, ya que todavía está delicado, pero no se perdería mi boda por nada del mundo, así que los dos vendrán para acompañarme el tiempo justo y necesario.

Katheryn (Saga Ellas. Volumen independiente 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora