Capítulo#8

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                    Támesis:

Soy una mala persona.

Esas palabras resuenan en mi cabeza una y otra vez. Tomo con fuerza la empuñadura de Ahriman y gruño al sentir la energía de nuestro poder fluir por mis venas.

Me odio a mi misma.

Con un grito de frustración me lanzo hacia delante con todo el peso de mi cuerpo. Arremeto con violencia contra mi oponente pero, esta vez, el sonido de metal contra metal no me calma. La impotencia se apodera de mi cuerpo y comienzo a aumentar la velocidad de mis ataques sin ni siquiera hacer un plan de batalla.

A veces deseo desaparecer de la faz de la Tierra.

Izquierda. Derecha. Arriba. Abajo. Centro. Giro. Golpeo. Mis ataques son impredecibles y al mismo tiempo frenéticos.

Dejar de existir.

Mi mente bloquea todo tipo de información, mi cuerpo está concentrado totalmente en el combate mientras mi cerebro me ataca.

No me siento a salvo. No me siento llena de esperanza. No tengo la sensación de pertenecer a algún lugar.

Mi espada desprende chispas cada vez que choca con la de mi contrincante. Mi cuerpo es tan veloz que nadie, o al menos eso creía, podría verme. Tengo todas las de ganar, pero...

Me siento vacía. Estoy hueca por dentro.

Descargo toda mi rabia en Ahriman, quien se alimenta de la misma y parece oscurecerse aún más. Mi oponente sólo está en modo defensa. No le doy oportunidad. No me detengo. Mis músculos arden y la magia quema en mi interior. Deseo sangre, y está vez no haré nada para detenerme.

La espada de hoja plateada trata de alcanzarme, pero la esquivo con agilidad y contraataco a la vez. El metal negro corta la superficie del abdomen de mi oponente de forma rápida y poco profunda, lo que no me satisface, así que intento llevarla aún más profunda dentro de su cuerpo.

Soy un caso perdido. Ojalá nunca hubiera nacido. Sólo causo dolor a las personas que me rodean.

Para mi frustración, el chico se da cuenta de mis intenciones y retrocede a tiempo. Vuelvo a gruñir, desesperada por descargar todas las emociones que arremeten contra mi y lo sigo con ganas de cortar algún que otro órgano vital.

No soy mucho mejor que esas escorias del inframundo.

¿Eso crees?

Recuerdo que me preguntó Belial una vez.

¿Crees que si no valieras la pena, la mismísima Lilith no hubiera muerto para protegerte?

No debería, ella no tendría que estar muerta.

Eres una esperanza para aquellos que creen que el mundo aún tiene salvación. Tú serás la que detenga a Lucifer.

¿Yo? Esta basura no tiene oportunidad alguna contra un dios.

Eres esperanza, Támesis.

¿Esperanza? ¿Qué hay de Mardeth? ¿Y Jedrith? Yo no pude salvarlos. Y ellos creían en la esperanza. ¿Quién soy realmente?

Mis rodillas flaquean, tropiezo y caigo al suelo sin poder resistirme a la inercia. Ruedo por la hierva, perdiendo a Ahriman en el proceso. Termino tumbada de costado, hecha un ovillo y con menos daño del que merezco realmente.

Permanezco allí, sin moverme y con los ojos cerrados. Tratando de controlar la llamarada de ideas sombrías que devoran mi subconsciente. El agotamiento se apodera de mi cierpo y mi cabeza se aclara un poco. La niebla se disipa y logro pensar correctamente. Por un momento me viene a la mente la imagen de unos ojos que contienen en ellos las llamas del infierno. Esos que no han dejado de perseguirme desde que los vi por primera vez.

Los siete elegidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora