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La mansión de los Kim era un mar de gritos cuando Yohan se acercó a la entrada.

Terminando sus clases, el chofer lo recogió para llevarlo a su casa en una zona alejada de la ciudad. Había quedado de asistir a la fiesta de esa noche junto a Hangyul por lo que se verían nuevamente dentro de un par de horas. Yohan cargó su mochila y cruzó el umbral de la puerta extrañado por la fuerte discusión que se estaba llevando a cabo ahí dentro. Una vez que se halló en la sala de estar pudo comprender a qué se debía semejante alboroto.

—¡No lo quiero aquí! ¡Que se vaya! Volverá a ocasionar problemas y es una mala influencia para Yohan.

La mamá del chico estaba furiosa alegando a su esposo. Yohan entonces se fijó en el chico sentado con aire totalmente despreocupado en el sofá, viendo con diversión lo que su presencia estaba ocasionando. Había un par de maletas sobre la alfombra, lo que sólo podía significar una cosa.

—¡Wooseok!

Yohan se alegró de ver a su hermano pero tuvo que contenerse o acabaría enojando aún más a su madre. El Kim mayor dirigió la mirada hacia él y le enseñó una breve sonrisa, llevaba puesta una camisa estampada con varios botones desabrochados, exhibiendo parte del pecho y su piel blanquecina. Estaba muy cómodo en el sillón, viendo cómo su padre intentaba calmar a su segunda esposa convertida en una fiera, sin poder conseguirlo del todo.

—¿Cómo estás Yohan?

—Regresaste.

No era una pregunta, sino más bien una afirmación un poco pesada. A Yohan le agradaba, por supuesto, que su hermano volviera luego de haber sido prácticamente desterrado a pasar un año en Alemania. Pero también había cierta preocupación en su regreso, algo que a Yohan le hacía sentir incómodo y que no tenía que ver con el berrinche que en ese minuto estaba haciendo su madre.

—¡No voy a permitirlo! —Siguió gritando ella —No se quedará en esta casa, no lo quiero cerca de esta familia.

—Te tomas muchas atribuciones, señora —Replicó Wooseok, con un tono para nada ofensivo —Esta casa le pertenece a mi padre y es él quién decide.

El papá de los Kim se vio a sí mismo en medio del conflicto. Tomó por los hombros a su esposa e intentó hacer que se tranquilizara, le habló suavemente luego de una larga inspiración.

—Cariño, Wooseok es mi hijo también, tiene los mismos derechos que Yohan sobre la mansión y la herencia. Yo prefiero que se quede con nosotros para poder mantenerlo vigilado, no quisiera que me llamen un día y enterarme de que lo tienen encerrado en la cárcel o peor aún, que está muerto en un país lejano.

—Eso no me importa, no lo quiero aquí.

—Tsk —Wooseok chasqueó la lengua.

Yohan, que hasta entonces no había querido meterse en la discusión, se aventuró a opinar.

—Es cierto mamá, yo... Me aseguraré de que no vuelva a meterse en problemas.

—¿Por qué hablan de mi como si fuese un niño incontrolable?

—¡Cállate!

—¡Cariño!

El segundo grito fue del padre de ambos. Seco y severo, haciendo uso de su autoridad. Los dos jóvenes supieron que ya estaba enfadado porque arrugó el entrecejo como lo hacía en sus reuniones de negocios o cuando estaba a punto de firmar un acuerdo importante. El director del Hospital Yeonju era un hombre imperioso, si alzaba la voz era porque su decisión ya estaba tomada sin vuelta atrás.

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⏰ Última actualización: Sep 29, 2020 ⏰

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