Capítulo 1

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—Ya estamos llegando al colegio ¿No te causa emoción? —preguntó mi madre, mientras se sostenía en el respaldo del asiento de la micro y me miraba con curiosidad.

—La verdad..., no. —Me levanté del asiento y me posicioné junto a mi madre.

Hoy es el primer día de clases en mi colegio nuevo. Me siento extraño: he estado toda mi vida en el mismo colegio... Hasta ahora.

—¡Ay, Miguel! —reprochó mi madre.

—¿Qué?

—Eres muy antipático. ¡Seguro que en este colegio conseguirás mejores amistades!

«Tampoco tenía amistades en el anterior colegio», pensé, pero no lo dije.

—Como sea...

Suena triste, pero a mis trece años de edad jamás he tenido alguna amistad real. Es más, ni siquiera sé lo que se siente un abrazo o alguna muestra de cariño que no provenga de mi familia. Todas las amistades que he tenido han sido para pasar el rato, pero nunca he podido confiar en alguien que no sea yo... Vaya, decir eso me hace sentir alguien fuerte que no necesita el aprecio de alguien para andar por la vida, pero... la realidad no es así: odio esto; odio saber con certeza que nadie se ha interesado en saber lo que hay detrás de esta cara de mierda. Odio sentirme solo y saber que estoy rodeado de gente; odio sentirme vacío en un mundo en donde nadie me comprende...

Odio la vida en general, pero no en el sentido suicida: odio la vida desde un punto crítico e indiferente, porque, ¿qué hizo el chico atractivo para obtener la aceptación social? Nada, sólo nacer. Sin embargo, cuando otro chico callado inunda su habitación de lágrimas, ¿hizo algo para merecer eso?, es decir, los dos nacieron y fueron criados de cierta forma; ¿¡por qué esta mierda llamada «vida» tiene que tratarlos de forma diferente!? ¡Eso no es justo! Uno está rogando por cariño y afecto, mientras que el otro está disfrutando de la suerte que tuvo al cumplir con ciertos estereotipos. No juzgo al que puede disfrutar, juzgo que otro no pueda disfrutar tanto como él al estar haciendo lo mismo.

Llámalo Dios, llámalo Buda, llámalo de la forma que sea. Si es que ellos existen, ¿por qué permiten que esto...?

—¡Ya llegamos, debemos bajar! —ordenó mi madre sacándome de mis pensamientos.

Mierda, justo me estaba poniendo filosófico.

Vi a mi madre salir de la micro y me puse la mochila en un hombro para ir con ella. Cuando bajé nos quedamos frente a la entrada del colegio.

—Miguel, si no cambias esa cara de culo te juro que nos vamos a la casa —advirtió mi madre.

Sonreí para mis adentros porque me hizo gracia la forma en que lo dijo, pero fingí una mueca para que no se diera cuenta.

—Lo siento, así nací. ¿Tan mala estuvo la cogida entre tú y mi papá? Pudieron haberse inspirado para que yo naciera más bonito.

—¡Miguel, cuida tu lenguaje! —Solté una carcajada, ya que ella se empezó a sonrojar—. ¿¡De qué te ríes!? —increpó, para luego golpearme en la cabeza.

—¡Auch! Eso no era necesario. —Me sobé la cabeza con las manos.

—Decir eso tampoco era necesario.

—Bueno, lo siento.

—Entra o se te hará tarde —comentó mi madre abrazándome apresuradamente—. Adiós, pásala bien. ¡Te amo!

—Si quieres que me aleje solo dime, no tienes que usar el colegio como excusa —bromeé.

—¡Miguel! —chilló sonriendo.

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⏰ Última actualización: Oct 04, 2020 ⏰

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