Capítulo 4

59 3 1
                                    

La mañana comenzó como cualquier otra, pero había algo que no encajaba. Un mal presentimiento me asaltó al despertar, cuando aún no había tomado conciencia. Me aferré fuertemente al cuerpo de Saga inconscientemente; por unos momentos lo sentí tan lejos que deseé dormir para siempre para que no sucediera. No quería abrir los ojos y comprobar que iba a perderlo.

La luz de la mañana me dio de lleno en los ojos y ya no pude seguir fingiendo. Contra mi voluntad los abrí y sentí la necesidad de mirarlo para comprobar que aún estaba allí. Grande fue mi alivio al verlo tendido junto a mí, aún con los ojos cerrados. Sonreí y lo besé, para convencerme a mí mismo que jamás lo perdería.

Me vestí deprisa, pensando que Aioria ya debía estar esperándome en el Coliseo, cada vez se me hacía más difícil el mentirle sobre el por qué de mis tardanzas, y cada vez me costaba más abandonar la Tercera Casa. Aún así, confiaba en que la noche llegaría, permitiéndome volver con él.

Como cada mañana me marché, con un beso en mi oca, su sonrisa fue lo último que vi al salir en dirección a los campos de entrenamiento. ¡Qué perfecta era mi vida! Y sin embargo, había algo que la ensombrecía, aquel presentimiento todavía aleteaba sobre los mares de mi inseguridad, esperando paciente la oportunidad de colarse en mis pensamientos.

Di por terminado el entrenamiento de Aioria cuando el sol apenas comenzaba a caer sobre el horizonte, y me marché a mi eterna búsqueda. Quería regresar lo más rápido posible, estaba preocupado por Saga, aquel presentimiento no se me había quitado.

El pueblo de esta noche no quedaba muy lejos. Agradecí a Atenea por ello, pues no me tardaría mucho en regresar, y ver a Géminis se había tornado una necesidad para mí. No sabía en qué momento se había transformado, en algo tan indispensable, Simplemente, Saga había encadenado mi alma, condenándome a adorarle eternamente sin que pudiera resistirme. Me reí pensando en lo cursi que estaba siendo, pero era algo que no podía controlar, las reacciones que él provocaba en mí eran incontenibles, y no me daban posibilidad alguna de siquiera intentar dominarlas.

Mi cosmos se expandió por toda la aldea llamando a mi diosa, como cada noche, ya sin esperar una respuesta, respuesta que esta vez si recibió. Mi corazón se paralizó unos segundos y la emoción me inundó por completo. La había encontrado.

Salí corriendo de aquel lugar a toda prisa, no podía esperar un segundo más, tenía que avisar al Patriarca.

*

Llegué a la Casa de Géminis preso de una euforia incontenible. Saga me miró sorprendido, no me esperaba tan temprano. Yo estaba feliz, y ahora doblemente por haberlo visto. Y sin embargo, al mirar en sus ojos, una puntada de dolor empañó mi alegría. De nuevo aquel mal presentimiento. Pero no me importó, había encontrado a la diosa.

Lo besé con una mezcla de alegría y adrenalina desatada, y no pude evitar ver la duda en su mirada. Podía imaginármelo, Saga no entendía nada, así que tomé aire y me preparé para darle la más grande noticia de todos los tiempos. El destino había hecho que fuera él el primero en saberlo.

"La encontré"

Me sonrió, y pude ver algo de tristeza en su semblante cuando me dejó partir. Y en cierto modo me sentí igual, podía entenderlo que pensaba. Atenea estaba aquí, y tendríamos que alejarnos, dejar de ser amantes para empezar a ser guerreros, y arriesgarnos a perdernos el uno al otro. Meneé la cabeza para alejar aquellos pensamientos de mi mente, no, nunca permitiría que apartaran a Saga de mi lado, no podía perderlo, no ahora que lo tenía, nunca dejaría que eso pasara.

PresentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora